Las previsiones meteorológicas aventuraban ayer un tiempo revuelto en la capital murciana. La incertidumbre sobre cómo se acabaría portando el cielo llevó incluso a la suspensión preventiva de la procesión del Resucitado, con la que se cierra cada año la Semana Santa en Murcia. No cayó, sin embargo, más que apenas alguna gota de lluvia durante la mañana, lo que permitió a las 36 barracas instaladas en plazas, jardines y sedes sociales de las diferentes peñas levantar el tablacho a mediodía con normalidad y comenzar a despachar, un año más, sus platos típicos. Pero el tiempo es en ocasiones traicionero y ayer, pese a las apariencias, era uno de esos días en los que tocaba no fiarse de él, ya que al final más de uno acabó pasado por agua.
Publicidad
Se lo tomaron con más calma los comensales que en otras ocasiones. «A estas horas –pasadas las 2 de la tarde–, el año pasado estaba esto ya lleno», apuntaban desde la cocina de la Peña Los Güertanos –de la carretera de Santa Catalina– instalada en el jardín del Malecón. Todos los voluntarios de los ventorrillos montados en esta área coincidían en el mismo diagnóstico de situación: el cortejo del Domingo de Resurrección suele arrastrar a mucha gente que acaba buscando avituallamiento en los ventorrillos, algo que no ocurrió en esta ocasión. De hecho, alguno de los 'hebreos' que debería haber desfilado junto a la cofradía de Santa Eulalia rondaba el entorno cargado aún de los caramelos que no pudo repartir.
No obstante, y pese a arrancar a medio gas, los comedores de las barracas comenzaron a poblarse poco a poco hasta alcanzar un buen nivel de afluencia. «Es cierto que la falta de procesión, sumada a las dudas por la posible lluvia, han acabado sacando a la gente tarde de casa, pero es que, además, ¡ha cambiado la hora y nos ha costado más hacer hambre!», comentaba Pepi, en la puerta de la barraca de la Peña La Esparteña de Algezares. Pepi necesitaba en ese momento mesa para siete y, por el momento, le tocaba esperar. «Hemos tenido alguna reserva menos en el arranque que otros años, pero estamos recibiendo a mucha gente que, cuando ha visto un rayo de sol, ha salido a ver lo que encuentra», comentaba Antonio Hernández, miembro de la peña encargado de gestionar las mesas, lo que a veces, puede ser todo un sudoku.
En torno a las 14.30 horas, las cocinas ya se encontraban a pleno rendimiento. «A mediodía lo que más tirón tienen son los guisos típicos, de los que no se suele disfrutar hoy en día en casa, mientras que por la noche la gente busca cosas más ligeras, sobre todo montaditos y plancha», explicaba el presidente de la Peña El Salero, de La Arboleja, Antonio Montesinos, mientras preparaba con mimo una paellera de arroz y conejo, bajo la dirección culinaria de la jefa de cocina, Carmen Romero.
Son ellos dos veteranos de una actividad de la que acaban tirando los más mayores desde la organización y las fogones, apoyados en los más jóvenes, que ejercen de camareros. «Son voluntarios pero alguna gratificación se les da, que pasarse las fiestas aquí es duro», señala Javier López, desde El Salero. Son ellos los que disponen de tiempo para dedicarle a esta tradición, aunque hay quien hace malabares para poder colaborar. Lisa ha intentado pedir vacaciones esta semana en el trabajo para poder participar, pero no ha tenido suerte. «Al final, salgo del curro y me vengo para acá a ayudar; eso sí, el lunes me lo han dado y voy a llevar a mis niñas a la ofrenda floral», decía mientras pelaba patatas en la cocina de Los Güertanos.
Publicidad
Esta labor, en pos de las tradiciones, permitió a vecinos y visitantes volver a disfrutar desde ayer de los platos de la gastronomía más tradicional de la huerta, muchos de los cuales no quisieron esperar ni un día para ello. Margot y Eugenio se acaban de comprar una casa en Murcia y este último estrenaba ayer su paladar con esta gastronomía autóctona. «De momento va bien», señalaba. También era la primera vez para Lidia, Juanjo y sus hijas, madrileños todos, pero con casa en Águilas. «Estamos saldando una deuda que teníamos con las Fiestas de Primavera y la verdad es que nos encanta el 'guarreo' este de las salchichas, morcillas y longanizas», confesaba Lidia, defendiendo que Murcia, es «la gran desconocida de España».
Y en esas, ya confiados todos, entre lomo y tocino y tinto y caña, el cielo ejecutó su traición y comenzó a descargar. Pasadas las 15.30 horas, y más tarde de lo previsto, el agua comenzó a caer con una intensidad notable durante bastantes minutos. «Por suerte, ya se había sentado el segundo turno de comida; al final, hemos reubicado a la gente para que no se mojara, pero hemos salvado la tarde», comentaba Tomás de La Esparteña. Las fiestas echan a andar entre incidencias, aunque con la esperanza de que, a partir de ahora, no haya más sobresaltos.
Infórmate con LA VERDAD: 1 año x 29,95€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.