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FRANCISCO OJADOS
Jueves, 15 de septiembre 2022, 02:05
La Ley 10/1991, Nacional Taurina de 4 de abril de1991, promovida siendo ministro del Interior el socialista José Corcuera, por lo que fue bautizada por los profesionales del toro como la 'ley Corcuera', derogaba el vetusto Reglamento Taurino e introdujo una importante novedad, la posibilidad de que se pudieran indultar reses atendiendo a su excepcional comportamiento.
En concreto el art. 83 de la ley pone las condiciones para perdonar la vida a un animal bravo en un festejo taurino con el siguiente texto: «En las plazas de toros de primera y segunda categoría, cuando una res por su trapío y excelente comportamiento en todas las fases de la lidia, sin excepción, sea merecedora del indulto, al objeto de su utilización como semental y de preservar en su máxima pureza la raza y casta de las reses, el Presidente podrá concederlo cuando concurran las siguientes circunstancias: que sea solicitado mayoritariamente por el público, que lo solicite expresamente el diestro a quien haya correspondido la res y, por último, que muestre su conformidad el ganadero o mayoral de la ganadería a la que pertenezca».
Hasta esa fecha, en España solo se había indultado algún toro en corridas concurso de ganaderías, siendo éste un fenómeno muy raro. Murcia fue pionera en aplicar lo recogido en cuanto al indulto de reses bravas en el art. 83 de la ley taurina.
El primer indulto concedido a un toro tras la entrada en vigor de la norma legal tuvo como escenario la plaza de toros de La Condomina. Tardó más de un siglo desde su inauguración en ocurrir un hecho similar, pero en veinte años los indultos de toros en el coso de la Ronda de Garay se han ido sucediendo, siendo el público murciano muy proclive, desde el día 14 de septiembre de 1992. Ayer se cumplieron 30 años de aquella efémeride.
Esa tarde se lidiaba un encierro del hierro jerezano de Jandilla, estando anunciados los espadas César Rincón, Emilio Muñoz y un jovencísimo Enrique Ponce. Cuando iba a saltar al ruedo el sexto y último toro de la corrida, el colombiano César Rincón había cortado una oreja a cada uno de sus enemigos, asegurándose la salida por la puerta grande, mientras que Emilio Muñoz no había tenido suerte. Ya con la luz artificial alumbrando el redondel salió de chiqueros 'Bienvenido', negro zaíno de capa, marcado con el número 79 en el costillar y de 515 Kg., según marcaba la tablilla. Aquel toro fue bravo y noble en los tres tercios. Tomó un solo puyazo aunque largo, y no se cansó de humillar y repetir las embestidas eternas durante una faena de muleta que fue un prodigio de estética y belleza de Enrique Ponce. Solo los presentes podrán entender el estado de conmoción en el que entró el público, que al conocer del cambio de la Ley, entendió que aquel magnífico toro bravo era merecedor del indulto.
Se pidió con insistencia, a voces y agitando pañuelos, lo solicitó el matador –que estuvo toreando a 'Bienvenido' a placer durante mucho más tiempo que el estipulado para recibir los avisos–; el ganadero, desde el callejón, lo vivió con una emoción inusitada, y el presidente aquella tarde, Juan Ignacio Herrero, se sumó a la sensación colectiva de que lo estaba pasando en la arena superaba lo normal y que en aquel animal se daban los condicionantes para sacar el pañuelo naranja. Un momento vivido por los asistentes esa tarde en La Condomina como el más feliz de los disfrutados en una plaza de toros.
El toro volvió a los corrales a los sones del himno nacional interpretado por la banda de Félix San Mateo. La salida a hombros de Ponce, junto al ganadero de Jandilla, Borja Domecq, el mayoral y Rincón fue en loor de multitudes.
Como datos de aquella faena, fueron catorce minutos de toreo excelso, en la que un jovencísimo Enrique Ponce que, por aquel entonces contaba con 21 años, firmó nada más y nada menos de 97 pases que pusieron la plaza boca abajo. 'Bienvenido' fue curado de sus heridas por los veterinarios de la plaza de toros, encabezados por Manuel Sanes, y volvió al campo para sembrar de bravura Jandilla y otras ganaderías hasta que murió en la finca de Fuente Ymbro, cuando contaba con quince años de edad.
Su cabeza está expuesta en el Museo Taurino, sede del Club Taurino de Murcia (jardín del Salitre), donada por Borja Domecq.
A partir de ahí, Murcia se convirtió en plaza de indultos. Hasta 12 veces ha asomado el pañuelo naranja por el balconcillo de la presidencia para perdonar la vida a un toro. Desde 'Ganado', de Juan Pedro Domecq, lidiado por José María Manzanares, en 1994, hasta 'Perdido', en 2017, de Los Espartales, primer toro indultado en una corrida de rejones en España, por Diego Ventura.
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