A Julián Calero (Parla, Madrid, 54 años) solo le faltó un monumento en Cartagena. Ensalzado, vitoreado y abrazado, incluso participó en la Semana Santa. Calmó ... las aguas, se echó algún baile y disfrutó de la mejor gastronomía. Al exentrenador del Efesé le sobraron tres jornadas para completar, en solo cinco meses, la milagrosa salvación de la temporada pasada. Ahora, a los mandos del Levante, a escasos días de medirse al Cartagena, repasa desde Valencia con LA VERDAD aquella gesta y contempla desde la distancia cómo esta vez difícilmente ni él mismo sería capaz de resucitar al equipo. Este año el Cartagena no tiene solución.
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–Hace ocho meses anunció su despedida del Cartagena. ¿Cuál es el primer recuerdo que le viene a la cabeza?
–Que el tiempo pasa muy rápido, eso lo primero. Es una etapa llena de buenos recuerdos, especialmente desde enero hasta la salvación; fue una situación idílica y muy difícil de que alguien pueda volver a repetirlo en el mundo del fútbol. Un equipo que iba último pasó a ser el primero en la segunda vuelta durante muchas jornadas. Eso es muy complicado. Creo que es irrepetible, por lo menos en mucho tiempo. Siempre que escucho la canción 'Sweet Caroline' [la que sonaba después de cada victoria en el Cartagonova] me acuerdo de la afición y del estadio.
–Aunque fue fruto del trabajo de mucha gente, aquella salvación tuvo el nombre propio de Julián Calero. ¿Cómo hizo para levantarlo usted solo y ser la cara visible durante tanto tiempo?
–Hay que visualizar el objetivo, trabajar mucho e insistir y persistir. Si no haces todo eso es imposible. Nosotros visualizamos, trabajamos, persistimos y logramos la salvación. Yo era la cabeza visible pero todo el mundo aportó mucho. Tengo la sensación de que en Cartagena hicimos algo muy difícil de repetir y que queda para los anales de la historia. Todos los equipos que están abajo quieren emular al Cartagena de la temporada pasada.
–¿Podría rescatar alguna charla, algún momento en especial?
–El que más recordamos es tras el empate del Tenerife en el descuento. Joder, llevábamos una racha muy mala. En el hotel, antes de cenar, puse a todos a escucharme dos minutos y les dije básicamente que el fútbol nos estaba poniendo de perfil pero había que darle la vuelta porque estábamos haciendo muchas cosas, que íbamos a obligar al fútbol a que se diera la vuelta para mirarnos a los ojos. Se ha quedado grabado en la cabeza de muchos jugadores e incluso de la dirección deportiva, que recuerda aquello como un punto de inflexión y un empujón enorme. Hubo mucho trabajo de cabeza con los jugadores porque pensábamos que ahí principalmente estaba la mejora, pero tuvimos que tener mejoras en aspectos físicos y tácticos que se podían mejorar bastante. En Zaragoza, con uno menos, Kiko Olivas hace una jugada y marca Fontán. Y luego estuvo lo del descanso del partido en casa con el Villarreal B, que fue un empujón moral para ver que era posible. Fueron meses intensísimos. Sobraron tres jornadas y fue una absoluta locura.
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–Dice que fue muy feliz a nivel deportivo y personal. ¿Cómo fueron para usted esos meses fuera del campo? ¿Cómo era la vida de Julián Calero en Cartagena?
–Fueron meses muy bonitos también. Fui conociendo a la gente, el carácter de los cartageneros, me trataron extraordinariamente bien; me hicieron sentir un cartagenero más. Era muy bonito y por las tardes, después de entrenar, solíamos ir a algún pueblecito; íbamos mucho a Portmán, al restaurante de Los Tres Pacos; también a Los Belones, a Paco Guardiola. Nos trataban increíble y paseando por Cartagena la gente me hacía fotos, me paraba, fue extraordinario. Te voy a contar un detalle: la semana pasada, aquí en Valencia, un niño de 12-13 años me miró al bajar del coche. Seguía mirándome. Notaba que me había reconocido. Vino detrás de mí, me paró y me dijo: '¿Eres Julián Calero? Es que yo soy de Cartagena'. Nos hicimos una foto y mira qué casualidad, que hasta en Valencia se acuerdan de lo que hicimos.
–El éxito de aquel equipo fue disfrutar en la agonía. De jugar, competir y crear un clima armónico sabiendo que deportivamente se estaba en el alambre.
–Hay que aprender a vivir en el barro. No todo el mundo sabe. Te acostumbras a que te pasen cosas malas, a que se lesionen jugadores, a que vengan todas las pulgas como perro flaco. Aprender a convivir con eso es muy importante y le fuimos cogiendo el gustillo. Sabíamos manejarnos en el fango y tuvo que ver con el tremendo trabajo mental, táctico y físico, porque le dimos una vuelta a los datos, a la exigencia física, al modelo. De alguna manera nos agarramos a competir bien, a ser fuertes, a atacar rápido, al balón parado con Andy... Nos agarramos a muchas cosas que por fortuna salieron bien.
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–Fueron 36 puntos, 11 victorias y 10 porterías a cero. Y sobraron tres jornadas.
–Perdimos esas últimas tres jornadas y si hubiéramos tenido que ganarlas yo creo que las ganamos también. Lo que pasa es que cuando el equipo se vio salvado ya era imposible aguantar el ritmo competitivo que habíamos exigido durante esos meses atrás. Las porterías a cero fueron muy importantes. Pasamos de estar goleados en casi todos los partidos a bajar esas cifras a los mínimos que pudimos bajarlos. A nivel de goles a favor hubo gente que aportó mucho como Jairo, Luis [Muñoz], Darío [Poveda], Ortuño... Fue una mejora global.
–¿Hubo alguna posibilidad real de renovar? ¿Negociaron?
–Recuerdo que tanto la dirección deportiva como Paco Belmonte me hablaron de la posibilidad de renovar. Dije que a final de temporada lo hablaríamos y cuando llegó el final de temporada pues, bueno, al final hablamos pero sí que es verdad que la decisión yo ya la tenía tomada. Creía que había hecho todo el trabajo que podía y creía que debía salir. Estaba tan a gusto y tan feliz que no me hubiera importado en absoluto quedarme, pero es cierto que al final la decisión fue así porque yo también pensaba que había acabado la etapa. Que mi trabajo en Cartagena estaba hecho.
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–¿Algún jugador que dirigió aquí pudo fichar por el Levante?
–No. Con opciones reales no. Primero porque aquí en el Levante la situación era complicada. Había puestos cubiertos cuando yo llegué por la plantilla de la temporada anterior. Y los que estaban descubiertos no encajaban con el perfil de jugador. Por otro lado yo no hubiera tocado tampoco a ningún jugador del Cartagena excepto que hubiera estado libre. Creo que no hubiera sido respetuoso por mi parte y respeto códigos no escritos, que son no morder la mano que me dio de comer.
–Dijo en el partido de ida que esta plantilla del Cartagena tenía más variantes que la que entrenó usted. ¿Qué ha fallado?
–No me puedo aventurar a decir qué ha pasado. Cuando no estás en un sitio es difícil aventurarse. Lo que sí sé es que por desgracia las cosas no han salido como querían. A priori, por la columna vertebral que siguió y los fichajes que llegaron, el equipo tenía mejor pinta. Pero el fútbol es como es y no regala nada. A veces te vas metiendo en dinámicas negativas y es muy complicado salir de ellas. Entras en un bucle y a veces se hace muy difícil salir de él.
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–Le dolerá la situación actual del equipo con 2 puntos de los últimos 33 y 7 derrotas seguidas.
–Son cosas del fútbol. Pasan temporada tras temporada. Tengo cariño por varios clubes. Lo primero que quiero es el bien de mi equipo, evidentemente, pero siempre miro con especial cariño si ganan el Cartagena y el Burgos. Es una cuestión de amor hacia quien se ha portado bien contigo y has tenido una historia. Me encantaría que les fuera bien. También te digo que últimamente veo al Efesé competir bien, como el día de Elche y Málaga. A veces necesitas ese empujón y no se ha producido. A algún rival cazarán todavía y espero que no seamos nosotros.
–¿Qué opina del Cartagonova prácticamente vacío, las protestas y el palco sin directivos?
–Lo que me gusta es ver las gradas como las veía la temporada pasada. Con gente ilusionada y apretando. Eso es lo que me gusta y es lo que empuja a los equipos. Si ves el estadio vacío indica el estado de ánimo actual. Me da la sensación de que ese estado de ánimo está influenciando mucho en cómo no se asiste al estadio. Sé que la gente está un poco hastiada, fastidiada, y eso hace que no vayan al campo. Creo que es bueno que unos y otros estén juntos en los malos momentos. Eso me gustaría verlo en el Cartagonova porque vimos esa fusión, de equipo y afición, y era la leche.
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–¿Mantiene el contacto con Belmonte y Breis? ¿Qué le transmiten sobre el futuro, sobre lo que va a pasar a partir de junio?
–Con Paco nos felicitamos las navidades y tenemos una muy buena relación. Con Manolo sí he hablado algunas veces y bueno, pues con Manolo siempre he tenido una relación extraordinaria y siempre hemos sido tipos muy optimistas de creer que en el mayor de los problemas siempre puede haber una solución. Y eso es lo que me transmite. Que sí, que ahora mismo hay un problema importante pero que también hay que buscar soluciones y que de nada sirve revolcarse en el problema. Lo que hay que hacer es buscar soluciones a los problemas. Y eso es un poco lo que hemos hablado y lo que me transmite Breis.
–El Levante también tiene sus estrecheces económicas, hay despidos y ya no está su segundo, Carmona. ¿Cómo lo llevan?
–La situación deportiva está siendo bastante buena pero la económica ya sabíamos que había problemas en el club. Es cierto que se han multiplicado un poco porque probablemente las gestiones anteriores no han sido todo lo austeras que tenían que ser. Se les ha acumulado una deuda que ahora mismo está lastrando al club. Se ha hecho un ajuste donde ha habido despidos de personal y el director deportivo, Felipe Miñambres y al cual agradezco haberme traído, también ha salido. Han tenido que tomar decisiones muy feas, muy impopulares, muy desagradables, que es eso o desaparecía el club. Estamos trabajando para intentar que a nivel deportivo podamos mantenernos arriba y generar la ilusión que por desgracia la situación económica no te permite.
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