Andamos los medios de comunicación enfrascados desde el pasado lunes por la noche en el necesaria y periodística tarea del 'fact checking' sobre el cara a cara entre Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, en busca de los errores o falsedades que pudieran haber esgrimido ... los principales aspirantes a ocupar La Moncloa tras el 23-J. Que si los datos de creación de empleo que aportó el líder del PP no se corresponden con la realidad; que si el actual presidente del Gobierno en funciones acusó al PP de votar en contra de la revalorización de las pensiones conforme al IPC, cuando sí la apoyó –fue Vox quien la rechazó–; que si el dirigente popular echó en cara a Sánchez que España es el último país en crecimiento económico de la eurozona, pese a estar en un +0,6% en el primer trimestre frente al –0,1% de la media del resto de miembros; que si el candidato socialista culpó a la guerra de Ucrania de la inflación, pero se olvidó de que un mes antes de que estallara el conflicto el IPC ya rebasaba el 6%... Y así podríamos enumerar varios ejemplos más de embustes cazados por el 'polígrafo'.

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Pero, ¿realmente importa a la mayoría de los electores quién dijo más o menos mentiras o si el debate se convirtió en un guirigay sin que se aportaran propuestas concretas sobre los problemas reales de los ciudadanos? Para eso ya están los programas electorales, pensarán los asesores. Lo que estaba en juego en este duelo era ver quién tenía la capacidad de acorralar y dejar en evidencia al contrario. Y en ese terreno embarrado se desenvolvió mejor el gallego.

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