Las elecciones de este domingo nos han dejado un escenario de incertidumbre política, con titulares en cierto modo contradictorios. Por un lado, el PP ha ganado claramente las elecciones con un notable crecimiento en escaños, pero tiene muy difícil alcanzar una mayoría para gobernar. Sería ... necesario que sumara los apoyos de Vox, Coalición Canaria, UPN y PNV. Ciencia ficción.
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Por otro lado, el presidente Sánchez no sólo ha resistido, sino que ha ampliado dos escaños para el PSOE, aunque los partidos que formaban el Gobierno de coalición (PSOE y Sumar, heredero de Podemos y cia) hayan perdido escaños. En todo caso, aunque no haya ganado las elecciones, es el presidente Sánchez quien 'a priori' puede tener más posibilidades de alcanzar una investidura si logra reeditar un 'frankenstein' bis (PSOE, Sumar, ERC, Bildu, PNV, BNG), con el apoyo –aunque sea con una abstención clave– del partido de Puigdemont.
Pero ambos escenarios, y en particular este último, llevarían a obviar el que, en mi opinión, es el principal titular de estas elecciones: la gran derrota de los extremismos y de los nacionalistas. Salvo Bildu –que gana un escaño–, Vox, Podemos/Sumar, Esquerra, Junts, PNV han perdido un gran número de votos y de escaños. De ahí el contrasentido que supondría que, al final, los perdedores fueran quienes terminaran teniendo la llave del gobierno. Además, no quepa duda de que, si Sánchez se lanza a la investidura, los nacionalistas le harán pagar un alto precio por la reedición del 'Frankenstein'. La política 'pacificadora' en Cataluña del PSOE ha tenido efectos positivos, no sólo electorales, pero también costes, en particular un goteo de concesiones a independentistas que progresivamente van minando el Estado (desde la reforma del Código Penal a la ley de Universidades). A mayores, un referéndum pactado tendría un dudoso encaje constitucional y terminaría dinamitando nuestro maltrecho 'Régimen del 78', y el indulto a Puigdemont podría resultar hiriente después de su fuga y su desprecio a las bases de la convivencia democrática.
Por tanto, si partimos de la evidente derrota de los extremos y de los nacionalistas, la alternativa más coherente es la de la gran coalición. Lo lógico, a la luz de estos resultados, sería un gobierno encabezado por el PP (lo normal es que el presidente fuera Feijóo, aunque podrían plantearse otras opciones), con un vicepresidente del PSOE, que lógicamente no podría ser Sánchez, quien podría seguir con su carrera a nivel internacional después de esta 'dulce' derrota. Un gobierno que exigiría que ambos partidos se esforzaran en forjar un acuerdo de legislatura sólido. Una oportunidad extraordinaria para abordar reformas y pactos de Estado que exigen una aproximación transversal. Alemania es el mejor ejemplo de algo que en nuestro país resulta impensable, una ingenuidad a la luz de nuestra cultura política. Aun así, creo que sería la opción más deseable para dotar de estabilidad institucional y, como he dicho, la que mejor se corresponde con los resultados electorales.
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De forma que, a mi entender, quien sea el candidato propuesto por el Rey para la investidura debería tener esta realidad muy presente para dirigir sus esfuerzos negociadores a reconstruir puentes, en lugar de alimentar las dinámicas de bloques enfrentados que tan nocivas han resultado. Y no señalo el nombre de quien vaya a ser el designado por el Rey porque en un contexto tan incierto la respuesta no es clara. Feijóo ya se ha postulado como candidato como líder del partido más votado, pero el PSOE con Sumar tendrían más escaños de partida que el PP solo, lo que podría justificar que Sánchez también pretendiera ser propuesto. En tal caso, las consultas del Rey con el resto de partidos serían determinantes y nuestro jefe del Estado, de acuerdo con el presidente del Congreso, lo normal es que propusiera a quien presentara como seguros un mayor número de apoyos parlamentarios.
No hay que descartar tampoco un escenario de bloqueo en el que Feijóo no alcanzara la mayoría suficiente para gobernar, pero Sánchez tampoco pudiera formar gobierno porque alguno de los partidos nacionalistas se descolgara del 'Frankenstein' abocando a una repetición electoral. Un contexto nefasto que nos llevaría a tener un gobierno en funciones durante buena parte de la presidencia europea y mantendría estancado el país en un momento en el que la dirección política es fundamental. En fin, parece que la moderación expresada por los electores sigue sin visos de encontrar acomodo político.
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