Aunque con diferentes consecuencias, los resultados del 26-M suponen un importante toque de atención a los nuevos partidos que irrumpieron con fuerza en la política española hace cinco años. Podemos y Ciudadanos se encuentran en una encrucijada estratégica en la que tienen que adoptar decisiones muy relevantes en los próximos días. De su acierto o error al tomarlas va a depender que tengan o no futuro como partidos relevantes en la política española.

Publicidad

La situación preocupante en que ha quedado Podemos es tan obvia que ha sido reconocida incluso por sus propios líderes. La tendencia en la pérdida creciente de apoyos se ha intensificado tras las elecciones del domingo y los escaños que han obtenido en autonomías y ayuntamientos son escasamente relevantes para decidir la composición de los futuros gobiernos. Es más, estos malos resultados hacen aún más improbable la entrada de ministros de esta formación en un posible gobierno de coalición del futuro Consejo de Ministros de Pedro Sánchez. Pero si esta mala situación es evidente para todos, no está tan claro que los análisis sobre lo que les ha llevado hasta aquí y sobre la mejor manera de salir del atolladero vayan a ser tan igualmente compartidos.

Hemos escuchado a Pablo Iglesias hacer un ejercicio de aparente autocrítica en la que achaca el mal resultado a la división de la izquierda y al ensimismamiento de sus líderes en sus problemas internos. Esto suena más a barrer hacia fuera (la culpa es del traidor Errejón) que a reconocer errores propios tan de bulto como ese «proyecto de vida» iniciado en Galapagar y aprobado en consulta por la militancia, por no hablar de la infinita comprensión mostrada hacia los líderes secesionistas catalanes que trataron de dinamitar la Constitución y violar los derechos más básicos de los ciudadanos catalanes y españoles con sus decisiones en septiembre y octubre de 2017. Que Íñigo Errejón les haya batido con tanta claridad en la Asamblea de Madrid debería hacerles pensar que hay mucho más que la mera división de la izquierda detrás de sus malos resultados y de que, si no hacen nada para asumir tan graves equivocaciones y emprender una rectificación sincera y creíble, la caída de este partido en la irrelevancia será inevitable.

El caso de Ciudadanos puede ser más complicado porque su situación es más engañosa y sus líderes se muestran triunfalistas con los resultados del domingo. La euforia exhibida en la noche electoral con unos resultados objetivamente muy malos, ya es un indicador suficientemente significativo de la desorientación en la que se ha instalado este partido desde la astuta jugada de la moción de censura con la que Pedro Sánchez derribó a Rajoy. Desde ese momento este partido no deja de cometer graves errores estratégicos y, si nada lo remedia, habrá emprendido también un descenso hacia la intrascendencia.

Es cierto que, a diferencia de Podemos, este partido conserva importantes bazas para la formación de los nuevos gobiernos municipales y autonómicos. Pero este gran potencial de decisión supone al mismo tiempo una oportunidad y un peligro. Es una oportunidad para mostrarse como un partido útil para impulsar las reformas institucionales que necesita el país y que PP y PSOE fueron incapaces de poner en marcha. Si aprovecha estos cuatro años para demostrar la utilidad de las políticas que defiende y su habilidad para negociar los apoyos políticos y sociales que hacen falta para que se hagan realidad, sorteará los riesgos de la irrelevancia política en la que parece haberse instalado. No obstante, si se empecina en las estrategias erróneas en las que se ha situado en este último año y sigue dando más importancia a la ocupación de espacios de poder que a conseguir desarrollar políticas que mejoren nuestras instituciones públicas, evidenciará que su utilidad para los ciudadanos no es mayor que la de los partidos tradicionales y caminará decididamente hacia su desaparición.

Publicidad

Si Ciudadanos quiere demostrar su utilidad como partido, debería aprovechar la oportunidad actual para formar gobiernos que, después de cuatro años de parálisis política, promuevan un mejor funcionamiento de nuestras administraciones públicas en todos los niveles. Lo importante aquí no es de la mano de qué otro partido hay que hacerlo, sino qué pactos pueden ser más útiles en cada lugar para lograrlo. Ahora bien, si Ciudadanos es lo suficientemente inteligente como para no atarse a la política de pactos que ha venido anunciando desde febrero, también es cierto que tendrá que explicar de manera muy convincente por qué vuelve a cambiar de estrategia una vez más. Para ello, no estaría de más que alguien con peso en el partido asumiera el coste del error de decantarse por el bloque de la derecha reduciendo las posibilidades de acción de la formación liberal. Más vale una vez colorado que ciento amarillo. Sería mucho peor empecinarse en este error.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Primer mes por 1€

Publicidad