No se trata de un poema. Tampoco de un bolero. Es lo que nos preguntamos cuando estamos en vísperas de las elecciones y estamos decididos ... a ir a votar. ¿Quién se acordará de nosotros cuando ya no nos necesiten? Los ciudadanos somos imprescindibles para legitimar la democracia. Si todos nos pusiésemos en huelga, de forma unánime, las instituciones democráticas entrarían en un coma profundo del que difícilmente podrían recuperarse. La democracia nos necesita. Los políticos nos necesitan. Pero el lunes 29 ya seremos irrelevantes.

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Mucho se discute en la Ciencia Política sobre la crisis de la democracia representativa. Uno de los motivos de tal crisis, se dice, es el utilitarismo con el que los políticos usan a los ciudadanos. Eso provoca desafección. Las propuestas para superar ese alejamiento de la población de la cosa pública pasan, para muchos autores, por involucrar de verdad a la población en la toma de decisiones. Pero no se hace. Y cuando parece que sí, no es más que un recurso publicitario. No hay un interés real en convertir en actores relevantes del acontecer de sus comunidades a las personas que en ellas viven.

El próximo lunes ya no nos necesitarán. Los políticos han visitado barrios y pedanías. No volverán hasta dentro de 4 años. Mientras usted y yo seguiremos viviendo en las mismas calles con aceras rotas desde hace 10 años; en las mismas pedanías y barrios abandonados. ¿Cuánto de verdad hay en todas las promesas que nos han hecho? ¿Cuánto olvidarán los/as alcaldes/as electos? ¿Cuánto recordará el futuro presidente de la Comunidad? El rito se repetirá dentro de cuatro años ¿cuántas veces dirán entonces que lo que no cumplieron fue culpa del partido de oposición o del presidente del Gobierno o de que Marte se salió de su órbita o del lucero de la mañana? Cuesta mucho autoconvencernos de que somos importantes y acercarnos a la urna el domingo.

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