Domingo, 25 de febrero 2024, 10:51
Los expertos en formación son conscientes de que el futuro no se puede parar, pero sí podemos adaptarnos a este nuevo entorno, mucho más si se trabaja desde una edad temprana. De hecho, el nuevo cambio que conlleva la digitalización también es una oportunidad si somos capaces de subirnos al carro a tiempo y entender que las nuevas generaciones serán parte importante en la creación de estos entornos.
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La digitalización de la sociedad requiere personas con características determinadas, de ahí que muchos centros escolares estén trabajando con sus alumnos desde que se inician en la etapa escolar en el desarrollo de habilidades y competencias que serán clave para su futuro. Se hace, además, de forma progresiva y natural, con el juego como compañero de viaje, para que la asimilación de estas competencias se normalice por parte de los alumnos.
Podríamos citar hasta seis competencias clave. La primera de ellas sería tomar sentido de lo que cada uno es a partir de la experiencia individual y colectiva.
La segunda es la inteligencia social, habilidad que tiene un individuo para relacionarse con las demás personas de una forma asertiva y empática. Cuando alguien posee esa capacidad se comunica de forma más eficiente y es capaz de gestionar las emociones para conseguir aquello que quiere del entorno social.
La tercera competencia se detiene en el pensamiento adaptativo y el aprendizaje continuo. Es la capacidad de crecer, replantearnos ideas y conceptos, adecuarnos y reaccionar al cambio con mayor resiliencia.
La cuarta es la adaptación cultural. Se trata de la capacidad de entender y comprender diferentes formas de pensar, culturas y lenguajes. Esta habilidad dota al ser humano de mayor empatía, facilitándonos la tarea de encontrar soluciones en un entorno multicultural.
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También existen las competencias transversales. Es la capacidad de entender y solucionar un problema utilizando competencias transversales.
Por último destacaría la necesidad de que los alumnos tomen conciencia de la importancia que tiene el uso de herramientas para ser más creativos.
La suma de estas competencias, en combinación con las capacidades cognitivas o la habilidad de trabajar tanto en grupo como con equipos digitales permite que los alumnos estén más preparados cuando tengan que dar el salto a un entorno laboral.
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«En un mundo tan acelerado donde debemos avanzar e innovar transformándonos constantemente para adaptarnos a las nuevas realidades, lo que se necesita son personas que asuman la responsabilidad de sus acciones y conocimientos», asegura la experta Nekane Rodríguez de Galarza, que entiende que la sociedad precisa de «personas que quieran inspirar, respetar, aprender y esforzarse para entender, avanzar y adaptarse a entornos y personas diversos. Ni que decir tiene que todo esto es solo la guinda a nuestros estudios e idiomas aprendidos».
Por eso es tan importante el encuentro con estas competencias ya en edad escolar, necesarias para formar la identidad de alumnos responsables, con inquietudes, respetuosos e inspiradores. La mayoría de ellas hacen referencia a cómo reaccionamos frente al entorno: cómo lo interpretamos, cómo nos relacionamos y cómo gestionamos lo aprendido, no desde el punto de vista del conocimiento sino de pensar adecuadamente y relacionarnos con los demás de la misma manera.
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Además, la formación en competencias es compatible con aquellos programas formativos que dan un papel prioritario al desarrollo personal del niño. En ellos se pone el énfasis en la importancia de destinar tiempo para jugar y disfrutar de la infancia. La educación se centra en fomentar las acciones para que el alumno pueda seguir disfrutando de su etapa infantil con actividades como la música, el deporte, el teatro, etc.
El nuevo concepto de educación se centra con conceder al niño tiempo libre para expansionarse, lo que aporta también importantes beneficios que contribuyen a su desarrollo cognitivo, algo en lo que el sistema educativo finlandés basa su éxito.
Los expertos han comprobado que si el cerebro trabaja continuamente en la incorporación de datos y conceptos complejos, el aprendizaje llega a una fase de estancamiento por saturación. Para prevenir esta situación es necesario fomentar el descanso mental periódicamente y no forzar a los alumnos intelectualmente. Estas medidas logran que el aprendizaje se produzca de un modo natural y con mayor eficacia. De ahí que los centros escolares incorporen en su horario lectivo asignaturas en las que se trabajan las competencias emocionales como educación física, artes plásticas y escénicas, música o poesía.
Estas actividades habitualmente no se incorporan a los planes de estudio de otros sistemas educativos. Sin embargo, se ha comprobado que facilitan la incursión en diferentes áreas del conocimiento y potencian la expresión.
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