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De vuelta a las pistas. Ricky Rubio, el pasado domingo ante el Girona. EFE
La sonrisa del baloncesto español
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La sonrisa del baloncesto español

Ricky Rubio, que está de vuelta después de una depresión que le llevó a dar un paso atrás el verano pasado, principal amenaza para el UCAM en el partido de mañana ante el Barça

Viernes, 19 de abril 2024, 00:49

Tenía 17 años, era verano y estaba jugando al baloncesto con sus amigos. Lo normal de cualquier chico de su edad. Solo que sus amigos eran todos mayores que él y vestían todos, él también, la equipación de la selección. Tampoco era una cancha al aire libre cerca de la playa, en El Masnou, sino el Wukesong Arena, en Pekín. Y en el otro equipo sus integrantes respondían a nombres como los de Kobe Bryant, LeBron James o Dwyane Wade, entre otras estrellas de una misma pléyade. 17 años.

No, no era un chico normal. Llevaba sin serlo toda su adolescencia, prácticamente desde que debutó en la ACB a días de cumplir los 15 años y, sin necesidad de redes sociales, se convirtió en un fenómeno viral que terminó de explotar con aquella final del Eurobasket cadete de 2006 en la que España forzó la prórroga con una canasta suya sobre la bocina desde más de medio del campo y dejó una hoja estadística de 51 puntos, 24 rebotes, 12 asistencias y 7 robos.

El fenómeno se hacía adulto y no paraba. Era la nueva cara de la ACB, de un Joventut de nuevo grande con Rudy Fernández y él, un producto que enamoraba a primera vista. Un base de brazos largos y prodigioso cerebro. Desparpajo, duende, magia. Lo que en las generaciones previas en la cantera verdinegra habían sido Iván Corrales y Raúl López, pero dentro de un cuento de hadas (o de príncipes) que protagonizaba portadas y forraba carpetas cual banda de adolescentes. Pero solista y con balón.

Sito Alonso pasó largas horas de entrenamiento de técnica individual con Ricky Rubio en su llegada a la ACB

Ricky era la alegría del baloncesto español. Su juego era divertido, llevaba el deporte a una mayor dimensión mediática y, además, era el yerno que toda suegra quiere. Cambiar Badalona por Barcelona hizo difícil vivir por encima de las expectativas, si bien su paso por el Palau quedó saldado con una Euroliga, una liga ACB, dos Copas y una Supercopa. Volar a la NBA cuando más herejes dejaron de creer en la magia fue lo mejor para un Rubio que al poner pie en el aeropuerto de Minneapolis-Saint Paul volvió a sentirse una estrella del rock.

El golpe más duro

Nuevo equipo, nueva liga, nuevo país, nuevo comienzo. Sueño intacto. Divertirse sobre el parqué volvía a ser a una realidad en unos Timberwolves que llevaban dos años siendo de los peores equipos de la NBA y permitían el riesgo. El fenómeno resurgía, ahora sí con las redes sociales de su lado, hasta su primera lesión grave de rodilla.

Pero el 'crac' que más sintió no fue ese. Era 2012. A su madre, Tona, le fue detectado cáncer de pulmón. Ricky, que siempre había estado muy enmadrado, no podía creer que eso pudiera con ella. Al fin y al cabo, era su «superheroína». El peor momento, contó él mismo, llegó en 2015, cuando en una visita de sus padres fueron a la clínica Mayo y, en lugar de recibir las buenas noticias a que había acostumbrado Tona en esta batalla, conocieron que el cáncer estaba de vuelta y con más virulencia que antes.

Hasta esa noche Ricky no se había dado cuenta de cómo de finas eran las paredes de su apartamento hasta que oyó llorar a sus padres. «Lo único que quería era hacer que mi madre se sintiera mejor. Y no sabía cómo. Me sentía perdido». Meses después, un nuevo revés. A Flip Saunders, su entrenador, le fue detectado un linfoma de Hodgkin. Ricky lo supo en verano y, para el otoño, tres días antes de empezar la temporada, murió. La pérdida de Saunders, a quien Ricky estaba muy unido, hizo pensar mucho en su madre. ¿Qué sentido tenía estar en, por ejemplo, un hotel de Oklahoma City, para jugar horas después un simple partido de baloncesto cuando su madre pasaba la enfermedad a miles de kilómetros de él?

Llega «la niebla»

Pensó en dejarlo todo. En febrero de 2016, en el parón del 'All-Star', voló por unos días a casa y recargó pilas con la sonrisa de su madre. Regresó, se hizo cargo de su responsabilidad, y unas semanas después de terminar la temporada, Tona murió. El perenne semblante risueño de Ricky llevaba un tiempo cambiando. Lo hizo del todo. «Sentí como si una niebla me envolviera». Sabía lo que había pasado, pero no podía creerlo. Por eso seguiría enviándole mensajes de texto a su teléfono.

Entró en depresión. La primera. Dejó de ver la vida y el baloncesto como antes. Pero, en 2017, Salt Lake City tuvo la respuesta. Un nuevo comienzo en los Utah Jazz nos devolvió al Ricky que acostumbrábamos a ver en una pista de baloncesto. Pero ocurrió algo mejor. Encontró un importante sentido a su vida involucrándose en la lucha contra el cáncer, creando la Ricky Rubio Foundation y el premio Tona Vives, de 150.000 euros para la investigación del cáncer de pulmón.

Discípulo de Sito

Uno de los primeros vídeos de Ricky Rubio que llegaron más lejos de lo convencional es un entrenamiento mañanero suyo con Sito Alonso, su segundo entrenador en el Joventut. Eran los comienzos en la élite de un jugador de época.

En Utah, y con ilusiones renovadas, Rubio recordó al jugador que despuntó como si el miedo al fallo no existiese. Parecía -estaba- perdido, pero se reencontró para ser mejor que nunca. Así lo decía su 'MVP' del Mundial de China de 2019, con la medalla de oro al cuello y su dedo índice señalando a su madre en el cielo. En el mismo Wukesong Arena en el que, en 2008, se presentó imberbe al mundo en la final de los Juegos de Pekín. En noviembre de 2021 se volvió a romper la rodilla izquierda cuando brillaba en Cleveland.

Y, en el verano de 2023, el mundo del baloncesto frenó en seco cuando anunció su retirada por tiempo indefinido para encargarse de su salud mental. «No sabía quién era». Ha pasado menos de un año y, afortunadamente, no ha sido mucha la espera de un Ricky que lanza el mensaje de que no solo está bien estar mal, valga la redundancia, sino que admitirlo y pedir ayuda es el primer paso para salir de ello.

El baloncesto es un mejor lugar con Ricky Rubio. El Barça un mejor equipo con él. Mañana, el UCAM espera (Palau Blaugrana, 20. 45 horas). Pero, antes que la batalla por la tercera plaza, espera el abrazo de Sito Alonso.

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