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David Sánchez de Castro
Madrid
Sábado, 15 de marzo 2025, 16:19
La temporada 2025 es una de muchas primeras veces, especialmente para Lewis Hamilton. El segundo piloto más veterano de la parrilla después de Fernando Alonso ... ya sabe lo que es su primera presentación de Ferrari, sus primeras vueltas en Fiorano, su primera reunión en Maranello… Pero también su primera vez con un equipo tan absolutamente esquizofrénico.
Hamilton siempre ha vivido bajo el paraguas de Mercedes. Ya desde sus tiempos en la cantera de McLaren, el gigante (ya no tanto) alemán le protegió, modeló y pulió para convertirle en la mayor leyenda de la historia de la Fórmula 1. Tiene casi todos los récords estadísticos posibles, pero quiere ahondar su leyenda en el equipo que todo el mundo identifica como el sinónimo de automovilismo. Por eso, cuando tuvo la oportunidad, fichó por Ferrari, con todo lo que eso conlleva.
En sus primeros días con el escudo de Maranello en el pecho, Hamilton se ha topado con una realidad que le ha abofeteado por primera vez en años: no es el líder del equipo. Charles Leclerc se conoce cada pasillo, cada puerta que chirría o cada ventana que no cierra bien de la sede de la Vía Abetone. A Hamilton le toca estrenarse en todo, incluidos los problemas que ha tenido, tiene y tendrá la Scuderia a corto y medio plazo.
Que la maquinaria de un gigante como Ferrari siga funcionando se debe a partes iguales a la buena intención de sus miembros, a su profesionalidad y a la suerte. No siempre lo hace, y esa es la parte sórdidamente divertida de ser 'tifosi': apoyar a la Scuderia implica aceptar cierto grado de sufrimiento y bochorno. Muchos son los aficionados a la Fórmula 1, en general, que están relamiéndose pensando en la reacción de Hamilton cuando salga a relucir el 'estratego' y le metan en boxes en el peor momento o cuando no puedan explicarle por qué saliendo desde una posición con opciones a podio ha acabado por detrás del quinto puesto si él no ha cometido un error.
Pero mientras llegue el momento de culpar al equipo, Hamilton también tendrá que estar en una posición impoluta en cuanto a rendimiento se refiere. Ya en los libres y sobre todo en la clasificación del Gran Premio de Australia quedó señalado por algunos fallos de conducción impropios de la corona que ostenta. Un trompo en medio de la clasificación hipotecó su posición en esa tanda, que acabó con un pobre octavo lugar en la parrilla, a más de dos décimas de su compañero y casi superado por Pierre Gasly con el Alpine.
La sensación de que el primer gran premio de Hamilton en Ferrari podría haber sido mejorable ha quedado patente desde el primer momento. La Scuderia no ha sido capaz de crear un coche a la altura de lo que merecen sus altísimos objetivos, y tanto Leclerc como el británico se irán de Melbourne en dirección a China previsiblemente con sabor agrio en la boca.
«No esperábamos estar a ocho o nueve décimas de la pole, pero dado que este es un fin de semana de estrenos para mí, no subestimé lo difícil que sería el aprendizaje», afirmaba Hamilton después de la clasificación y antes de afrontar otro estreno, el de rodar con lluvia con ese coche, el domingo.
Hamilton, además, se enfrenta a las propias expectativas que hay puestas sobre él, y no solo de los aficionados. También los rivales le han añadido un extra de presión, conscientes de que el piloto que ha destrozado todos los récords tiene que mantener una estabilidad psicológica perfecta para no cometer errores. Uno de los más hirientes en la previa de esta temporada fue el siempre ácido Helmut Marko, asesor deportivo de Red Bull, que afirmó que es en las clasificaciones donde Leclerc le puede hacer más daño a Hamilton.
El destino de Hamilton en Ferrari estará marcado por su capacidad para domar el SF25 y encajar en el ecosistema de Maranello. No basta con el peso de su historia: tiene enfrente a Leclerc, un piloto que conoce cada recoveco del equipo y que no cederá fácilmente su estatus. Además, el británico deberá pulir su desempeño en la clasificación, un aspecto que ya le ha pasado factura en su debut. Debe comprender la maquinaria roja, sincronizarse con sus ingenieros y anticiparse a las estrategias que en tantos grandes premios han definido el resultado de la Scuderia. La temporada 2025 será un pulso constante entre la adaptación y la exigencia, donde cada decisión, cada mensaje de radio y cada vuelta lanzada serán piezas clave en su ansiada búsqueda del octavo título.
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