David Sánchez de Castro
Sábado, 15 de marzo 2025, 16:12
Cualquier empresa de éxito sabe que sus engranajes deben estar perfectamente engrasados, ya sea una panadería de barrio o una multinacional de cualquier sector. Sin ... embargo, por muy buenos que sean los soldados, las batallas se presentan mejor con generales preparados. De ahí que en muchas ocasiones los líderes adquieran un protagonismo mayor del que realmente tienen en la operativa diaria.
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En el deporte en general, y en la Fórmula 1 en particular, contar con ingenieros de primer nivel marca la diferencia. En el automovilismo, los protagonistas, los pilotos, dependen de las herramientas que se les proporcionan, algo que no ocurre en deportes como el tenis, el fútbol o el baloncesto. El talento y el esfuerzo de los conductores quedan supeditados a la genialidad de los técnicos que trabajan tras bambalinas. Por eso, en Aston Martin echaron el resto para fichar a Adrian Newey, el diseñador más revolucionario de la historia reciente de la competición.
Su salida de Red Bull -el Da Vinci de la ingeniería aerodinámica moderna- provocó un terremoto en la parrilla. Aunque correlación no implica causalidad, resulta inevitable trazar un paralelismo entre su marcha y el 'sorpasso' de McLaren a los hasta entonces campeones del mundo en 2024. Por eso, los aficionados de Aston Martin y, especialmente los seguidores de Fernando Alonso, se frotaban las manos hasta rozar la lágrima al conocer su incorporación.
Pero la ilusión duró poco: Newey no llega para 2025, sino para 2026. La Fórmula 1 funciona por ciclos, y el actual no es precisamente verde. El cambio de normativa de la próxima temporada es la gran oportunidad para el sueño de Lawrence Stroll y de los magnates saudíes que han puesto ingentes recursos a su disposición.
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¿Significa esto que Newey no intervendrá en el coche de 2025? Esa es la gran duda. Su primer día oficial en la fábrica fue el 3 de marzo, apenas una semana antes de que Aston Martin pusiera en marcha su nuevo túnel de viento, la joya de la corona de su ambiciosa sede. Con un Alonso en el ocaso de su carrera en términos de edad, pero aún imbatible en ilusión y trabajo, y un Lance Stroll sin grandes expectativas -lo que implica que cualquier resultado decente será un éxito-, el equipo británico se aferra al futuro con la esperanza de que su fichaje marque la diferencia.
Que Adrian Newey no ha metido mano al AMR25 no es una conjetura de la prensa; es un hecho. La normativa lo prohíbe. Para evitar el trasvase de información sensible sobre tecnología y diseños industriales, la Fórmula 1 sigue la legislación británica, que impone un período de inactividad cuando un ingeniero cambia de equipo. Es el conocido 'gardening leave', un paréntesis en el que el técnico no puede trabajar en su nuevo equipo y, en teoría, debería dedicarse a la jardinería o cualquier otra distracción.
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Pero la realidad es otra. Newey ya tiene los planos sobre su mesa, sus lápices afilados -sí, en pleno 2025 sigue trabajando a mano- y una serie de mejoras identificadas. Ha mantenido reuniones, establecido objetivos e incluso se ha procurado un pequeño catre para sus largas jornadas en la fábrica. Como un niño que sabe que sus padres le han escondido un regalo en lo alto del armario hasta el día de Reyes, Alonso no pudo ocultar su sonrisa cuando le preguntaron en rueda de prensa por Newey.
«Aún no he hablado con él, pero por lo que he oído de Andy (Cowell, el nuevo jefe de equipo y CEO de Aston Martin) y algunos ingenieros, ha estado en la fábrica, ha tenido conversaciones iniciales y está conociendo al equipo. Aún es pronto, pero está muy centrado y entusiasmado con lo que está por venir, especialmente con el cambio de normativa de 2026. Esperemos que en las próximas semanas o meses veamos algo de su magia», avanzó el asturiano ante los medios, entre el deseo, la súplica y la exigencia.
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¿Se privará Newey de dejar su huella en el AMR25, un monoplaza que no deja de ser una evolución del decepcionante coche de 2024? La esperanza de los aficionados es que no. Que en unas semanas haya un rastro de su lápiz en el próximo alerón, el próximo suelo o los nuevos pontones que monten los mecánicos de Aston Martin. Aunque el objetivo real no es 2025. La batalla decisiva está programada para dentro de un año.
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