Celia Barquín. La imagen es de su triunfo en el campeonatode España de 2010. Tipuana. Las flores de este árbol son de color amarillo intenso. RFEG Mª J. PEÑAS
Nuestro golf

Si estos árboles hablaran...

Las jóvenes Miriam Meseguer y Celia Barquín cuentan con un ejemplar de tipuana en el Paseo del Arco Iris que recuerda al mundo y a sus familias quiénes eran

María Jesús Peñas

Viernes, 13 de septiembre 2024, 01:15

Si estos árboles hablaran... contarían 105 historias. Porque cada uno de los ejemplares de tipuana tipu, de erythrina crista-galli y de brachychiton populnesus que ... están plantados en el llamado 'Paseo del Arco Iris', cuentan una historia humana interrumpida. Esa es parte de su misión. Hacer de memoria viva.

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Colocados cual centinelas de un sencillo camino de tierra y canto pequeño en los aledaños de la Ermita de la Virgen del Pasico de Torre Pacheco y del colegio público del mismo nombre, ofrecen también al espíritu de quien transita el lugar, un sosegado paseo; y es que reconforta saber que su sola existencia supone «la oportunidad de que crezca vida» –destaca Eva Domenech– a sabiendas de que su plantación se produce a partir de un episodio triste, inesperado, doloroso o cruento. O todo a la vez.

Míriam Meseguer Domenech (Murcia, 2006-2018) y Celia Barquín Arozamena (Cantabria, 1996-2018) no se conocían. Cuando la cántabra –una talentosa golfista desde muy temprana edad– se proclamaba a sus 14 años, campeona de España Infantil 2010 en el complejo murciano de La Manga Club (Los Belones - Cartagena), Míriam –con tan sólo 4 añitos–, acababa de coger un palo entre sus manos. Lo haría en familia. Junto a sus dos hermanos Pablo y Adah, porque sus padres por entonces eran socios del Club de Golf de Torre Pacheco. Aunque las inquietudes deportivas y artísticas de la mediana de los Meseguer Domenech tenían otros nombres: tenis, natación, baile clásico y español, gimnasia rítmica –su profesora de baile siempre destacaba «esos elegantes brazos» que hacían suyo todo el espacio–, y la música (tocaba la flauta travesera).

La recaudación del Torneo Homenaje a Rafael Baeza se donó a la Asociación el Piular de Miriam

A Míriam y a Celia les unió un fatídico año. El del 2018. Por entonces la murciana, con tan sólo 11 años y 8 meses –cursaba un ilusionante 6º curso–, ya sabía lo que quería ser de mayor. Su futuro pasaría por prepararse «para ser profesora de niños», recuerda para LA VERDAD su madre. Pero Míriam fallecía de manera sorpresiva en mayo de ese año, mientras Celia, con 22, lo hacía también de manera incomprensible, a manos de un joven quien la asesinaba en el campo de golf donde practicaba aquel día. Un día más de un prometedor septiembre; el mes en el que Míriam hubiera soplado sus velas. Celia, estudiante universitaria en los EE UU, había sido elegida mejor atleta de la Universidad Estatal de Iowa ese año y recibiría un homenaje por ese motivo. En Iowa cursaba su último semestre de ingeniería civil, convirtiéndose a ojos de la institución académica como «una de las mejores golfistas de la historia de Iowa State». De hecho, la publicación especializada 'Golfweek' la había incluido entre las mejores golfistas de los Estados Unidos (puesto 69). Ese mes de septiembre Míriam hubiera cumplido 12 años; este mes, el pasado día 11, los 18. Su mayoría de edad. El pasado mes de julio Celia hubiera cumplido los 28.

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Despedirse de un hijo no es que no sea fácil, «es impensable. No se digiere. Sencillamente se convive con ello. No hay aceptación –nos asegura Eva–; quizás pudiera llamarlo resignación...». Las familias de Celia y Míriam se conocieron a través de la Asociación Amanecer, dirigida por Marisol Suanzes y Carlos Abadía –quienes también perdieron de forma súbita a su hijo Javier, con 26 años–. Una asociación, una de las pocas en toda España, que intenta ayudar a gestionar el duelo de una pérdida. «Nos entendimos desde el principio», recuerda perfectamente Eva al pensar en el primer encuentro que su marido Hilario y ella tuvieron con Marcos y Míriam, los padres de Celia. Desde entonces han estado en contacto y sus hijas se conocen. Comparten espacio. Pertenecen al mismo paseo. Una a pocos metros de la otra, y en la misma línea de árboles.

Su carnet de golf. Miriam llegó a tener, como sus hermanos, un carnet de la Escuela de Golf Municipal de Torre Pacheco. | Eva Domenech con su perra 'Lula' en las inmediaciones del paseo. Tipuana. Las flores de este árbol son de color amarillo intenso. María Jesús Peñas

El tipuana tipu de Celia, que da flores amarillas –el color favorito de la jugadora– está plantado muy cerca de unas higueras que Hilario, en su afán por limpiar la zona, había desbrozado una tarde. Era indudablemente el sitio. Entre las ramas encontró una desgastada bola de golf. ¿Qué cómo llegó hasta allí? Imposible de adivinar. Pero dejó claro dónde se colocaría el ejemplar de tipu de Celia. El de Míriam está unos metros más allá. Quizás no era el sitio más agradecido, pero sí muy acorde con el carácter conciliador de Míriam. Una joven tranquila, observadora, con mucha sensibilidad y grandes dosis de paciencia con el entorno. Su madre sonríe. Cree que Míriam era «una versión muy mejorada, te diría que hasta el infinito, de mi (...) de nosotros. Era un ser especial». Y mientras sigue sonriendo habla con serenidad pero de manera muy emotiva de cómo Míriam hacía de nexo de todos los miembros de la familia. «Era como la mamá de todos». Los Meseguer Domenech viven con un alto peaje de vida, «pero no es justo para sus otros dos hermanos anclarse en la pérdida (...). Seguimos hacia adelante». No sin trabajar con esa premisa cada día.

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La inspiración

Cuando los padres de la joven Míriam la 'pierden' aquel 2018, deciden vivir «la Navidad de otra manera». Un viaje a Costa Rica en esas fechas abre otra forma de aliviar ese tiempo. Y en ese país, Adah y Eva, tras conocer la existencia del 'Bosque Eterno de los Niños', se traen una idea para casa. Intentar en el colegio donde los hermanos de Míriam cursan estudios, hacer lo mismo que aquellos niños que comenzaron a recaudar fondos para preservar los bosques tropicales; aquellas primeras seis hectáreas que adquirieron se denominaron así: el Bosque Eterno de los Niños. Pero los Meseguer Domenech dan un paso más. ¿Por qué no recaudar fondos para proteger una zona verde que los niños de Torre Pacheco pudieran visitar al estar en el propio municipio? Nace entonces la Asociación del Piluar de Míriam. Y con ella no sólo un espacio a cuidar y proteger (el Ayuntamiento de Torre Pacheco les cedió un lugar), sino un espacio donde también plantar nuevos ejemplares que recuerden con su sola presencia: vidas. La idea surgió tras la petición de una madre. Y de aquel primer árbol (en una primera fase se plantaron 63), hasta los 105 de ahora. Este 2024 se plantarán otros 14 «y ninguno más; no queda espacio», nos confiesa Eva mientras paseamos entre sus siluetas. «Sé que no somos una causa necesaria a ojos de alguna gente», nos dice, «pero aquí hay quien ha encontrado un lugar donde desarrollar una labor social, encontrar respuestas o gestionar su duelo...».

De nuevo el golf

En marzo de 2024, el Club de Golf de Torre Pacheco organizó una torneo homenaje a la figura de Rafael Baeza (Sevilla, 1939-2017), quien fuera durante años presidente del club de este veterano recorrido. Y como le hubiera gustado a Baeza, lo recaudado fue destinado a un fin social. Y ese fue 'El Piular'. «Es curioso, luego nos dimos cuenta –Eva nos hace fijarnos en el detalle de la ubicación– que el árbol de Rafael está justo enfrente del de Celia». El importe del torneo se sumó a todo lo que se va recaudando con el fin de permitir a la asociación seguir con su hermoso proyecto medioambiental. No es el único deporte que ha colaborado con ellos. El Club de Tenis de Torre Pacheco o la Federación de Atletismo lo han hecho; también la Escuela de Música, y el Piular no han parado de hace actividades. Talleres, visitas, concursos...

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Al paseo van muchos niños en programadas visitas de sus colegios para conocer este entorno, donde se cuida la vida vegetal y natural. En una de esas visitas Eva escuchó a un niño, al conocer la historia que envuelve al paseo, decir: '¡qué triste!'. «Sí, cierto, hay una parte de tristeza. Pero le expliqué que también es una manera de crear vida». Y ese crear vida ayuda a las familias a seguir hacia adelante. «Personalmente el proyecto me ha ayudado mucho», nos asegura esta madre.

Eva lleva paseando por este especial arcoiris los últimos tres años. Hoy lo hace en compañía de Lula, la perra que finalmente han dejado entrar en casa. Míriam no ha podido conocer a este border collie que suma el sexto miembro de los Meseguer Domenech. O sí. Se ven de alguna manera todos los días. Todas ellas. Que se despiden de mi diciéndome «ven cuando quieras, en El Piluar todo fluye». Y sí. Lo hace. Hemos sido testigos. Los árboles hablan.

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