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Bendita curiosidad, exclama ahora Juan Sáez, la que sintió una noche para asomar la cabeza por el polideportivo José Barnés. «Escuché bastante ruido. Eran unos chicos jugando a un deporte que no había visto en mi vida. El nivelazo era tremendo». Era voleibol. Aquello le impactó tanto que decidió, en 1992, implantarlo entre sus alumnas del colegio San Isidoro, en la diputación cartagenera de El Algar. Y fundar lo que treinta años después es el club referente a nivel regional, por su categoría y papel formativo en el deporte femenino: el FC Cartagena-Algar Surmenor.
Era Juan Sáez, alumbreño, de 65 años e hijo de un minero del Cabezo Rajao de La Unión, un feliz estudiante del instituto del poblado de Refinería que practicaba fútbol y atletismo en su tiempo libre. Con los años dio un serio empuje al fútbol de Alumbres, como uno de los artífices de la Salle Minerva, el equipo juvenil que fue de los mejores de España. Se dedicó a la docencia, en el ámbito de la educación física. Y fue a su llegada al colegio San Isidoro cuando esa curiosidad llamó a su puerta. «Los críos ya tenían entretenimiento con el fútbol. Pero había que buscar algo para las crías. Yo ya tenía idea del atletismo. Pero no había oído hablar del voleibol ni había visto un partido en mi vida», rememora ahora el alma máter del club, quien casi medio siglo después sigue siendo un pilar básico, como presidente honorífico y ayudante en un equipo alevín.
El boca a boca en los pasillos, en el comedor y entre los padres de los alumnos llevó a formar un primer equipo que durante sus inicios entrenaba en el patio y competía en campeonatos escolares. Luego surgieron los primeros equipos federados, de infantiles y cadetes. Se involucraron los padres, aquello fue a más y de aquel pequeño porche de cemento el club se extendió al pabellón escolar de El Algar, al patio del instituto Pedro Peñalver y a varias instalaciones de Cartagena y La Unión. «Hicimos una directiva, sin tener mucha idea, entre algunos padres, otros voluntarios... Estábamos desbordados, pero nos fuimos apañando. Tuvimos que elegir entre el atletismo y el voleibol. Nos quedamos con este último. Y fue un 'boom', unos años maravillosos», rememora Saéz.
Juan Sáez. Fundador y alma máter del club «No tenía ni idea de qué era el voleibol, no había visto un partido en mi vida. Es un orgullo seguir formando a las chicas»
Laura Angosto. Presidenta y exjugadora «Quiero devolver todo lo que este club ha hecho por mí. Esto va de generación en generación y cuesta mucho dejarlo»
Carmen Marín. Primera capitana «Empecé con 12 años. Se me ponen los pelos de punta de solo recordarlo. Parte de la persona que soy es gracias al deporte»
Miguel Henarejos. Actual entrenador «Veo compromiso, espíritu e ilusión. Lo ideal sería seguir creciendo desde la base y regresar a la élite en dos o tres años»
Pasaron los años, crecieron las bases, los éxitos en campeonatos regionales, en nacionales, en jugadores que se volcaban a ayudar en las bases... De esa primera promoción de niñas salió Laura Angosto. «Tenía 12 años y recuerdo bajar las escaleras del colegio San Isidoro. Juan me comentó la idea. Éramos niñas y solo queríamos hacer deporte, todas juntas, sin saber qué era eso del voleibol», recuerda, ahora, la que actualmente es la presidenta del club.
«Un momento clave» de estos años fue el primer ascenso a una categoría nacional. Ocurrió en la temporada 1997/98 en Menorca, cuando el Algar Surmenor quedó campeón regional, fue invitado como representante a esa fase de ascenso y para sorpresa de todos subió. «Lo que había era un equipo juvenil, con varias chicas sénior. Nos permitieron competir y, para sorpresa, lo conseguimos», dice Sáez. Desde entonces, el equipo ha seguido estable, se ha consolidado en la segunda categoría nacional [Superliga 2] y de 2019 a 2021 compitió por primera vez en la élite del voleibol femenino: la Liga Iberdrola.
Pero sobre todo, el Algar Surmenor se ha consolidado como un club ejemplo de formación y cantera. Actualmente son más de 150 jugadoras, entre el primer equipos, las bases y las escuelas no federadas. También se transmite de generación en generación. Carmen Marín fue la primera capitana del club. También empezó con 12 años, en el colegio San Isidoro. Hoy tiene 43, es administrativa y su hija, Alejandra, juega en el infantil. «Se me ponen los pelos de punta solo de pensar que he pertenecido a ese primer equipo del 92. Disfruté mucho, hasta que lo dejé en la universidad. Parte de lo que soy yo hoy, me lo dio el deporte. No le doy importancia a la capitanía. Éramos amigas, un equipo, nadie era más importante que la otra».
El equipo cierra el sábado, a las 18.00 horas, este curso de regreso a la Superliga 2. Lo ha hecho con un presupuesto inferior a los 100.000 euros, con muchas chicas del juvenil y la idea de volver a medio plazo a la élite. «Cogimos el equipo empezada la temporada. Hemos conseguido ese compromiso, espíritu e ilusión. Lo ideal sería seguir creciendo, mantener ese perfil joven, esa base e intentar subir en dos o tres años», dice Miguel Henarejos, el técnico.
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