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Olga Lorente
Sábado, 29 de marzo 2025, 07:43
Ahora sí que no hay marcha atrás. Carlota García Conrado (Cartagena, 33 años) se despidió del voleibol profesional, tras doce temporadas en la élite, en junio del año pasado. Pudo hacerlo en Gijón vistiendo la camiseta de la selección española absoluta (a la que acudió por primera vez en 2013 y con la que jugó un Europeo) en un partido preparatorio para el Mundial que se disputará el año que viene en Tailandia. Fue una decisión muy meditada que tomó convencida, que lloró y por la que pasó su duelo. Había llegado ese momento en el que consideraba que tocaba apostar por su otra vida, la personal, después de tantos años viviendo para y por el deporte. Quería volver a casa después de muchos años fuera, a su Cartagena natal, para comenzar su proyecto de vida profesional (trabaja como fisioterapeuta) y familiar. Y cuando estaba de camino, le llamó el Algar Surmenor, el club y el equipo que la vio nacer como jugadora, y pensó que por qué no terminar ahí. Hoy –ahora sí– se cerrará el círculo porque disputará en Xátiva el último partido de liga (en Superliga 2, la segunda categoría nacional).
Decir adiós nunca es fácil y más para la que está considerada una de las mejores jugadoras de voleibol de la Región de Murcia de todos los tiempos. «Estoy tranquila, mi despedida como jugadora realmente fue el curso pasado. Mi familia vino a ese último partido con España, me dieron un ramo de flores y me hicieron un homenaje. Sinceramente, siento que ése fue mi final. Lo de este año ha sido algo diferente, me lo he tomado con el objetivo de ayudar al club de mi vida, en una división menos exigente que la élite. De hecho, iba a entrenar después de estar trabajando todo el día como fisio, ya no me he dedicado exclusivamente al deporte. He tratado de centrarme en las jugadoras jóvenes del equipo, en ser una imagen para ellas y enseñarles la ética del trabajo y la importancia del aspecto mental en el deporte. Mi misión en el Algar no era la de ser MVP cada fin de semana, era que cada jugadora del club se llevase una enseñanza mía. Quería dejar un legado», reconoce.
La cartagenera tiene planes para su nueva vida. «Además de trabajar como fisioterapeuta, siempre voy a estar ligada a esto porque me apasiona. Vendré a los partidos del Algar o iré a ver a clubes y amigas de Superliga, eso seguro, pero necesito no tener el compromiso diario de entrenar o viajar. Ahora me toca apostar por mi vida personal porque son muchos años de relación a distancia con mi pareja. Me caso este año y quiero ser madre, no quería aplazarlo más. Es el momento de vivir el voleibol como espectadora», cuenta Carlota.
Carlota García llegó al voleibol casi por casualidad. Ella hacía natación desde los 4 años y ése era el deporte que realmente le gustaba. Desde pequeña sobresalía por su altura (1,78), pero no quiso decantarse por el baloncesto porque no le gustaban las disciplinas con contacto físico. Paseando un día por su colegio, el Antonio de Ulloa, se fijó en una foto que adornaba el pasillo en la que salía Javier Subiela, jugador profesional de voleibol. Por él decidió acudir a un entrenamiento del equipo del colegio, pero no le gustó nada esa primera experiencia.
«El voleibol es muy complicado al principio, muy técnico y me desanimé porque no sabía ni darle a la bola. Tenía 12 años y era incapaz de darle dos veces seguidas. Justo en ese momento arrancaban en el colegio los ensayos para el baile de fin de curso y decidí que eso me atraía más y que era más divertido», recuerda.
Ese profesor se llamaba Ángel Sánchez y esperaba verla en el instituto al curso siguiente. Pero arrancó septiembre y no vio a Carlota en clase (finalmente, se matriculó en otro centro). Quería localizar como fuese a esa chica tan alta porque creía que podía ser jugadora de voleibol. Al final, lo consiguió. Habló con su familia y envió los datos de su altura y condiciones físicas a Madrid, a la sede de la Federación Española, para que la tuviesen en cuenta de cara al programa de captación de talentos. «Había dos opciones de entrar en ese proyecto, por ser técnicamente muy buena o por la altura. Mi caso era el segundo, era gigante», relata.
Esa niña de casi 1,80 con 12 años vio en el voleibol un entorno seguro. Uno en el que su altura no era un problema y nadie te miraba como una especie rara. «Yo tenía mucho complejo por mi altura y eso cambió con este deporte. Era malísima pero sentía que me querían en el equipo por ser alta. Mis centímetros eran mi virtud, me sentía querida. Por eso y por la compañía, tomé la decisión de dejar la natación y quedarme con una disciplina de equipo», explica la cartagenera.
Carlota Conrado dio sus primeros pasos como jugadora en El Algar, cuyas categorías inferiores entrenaban en La Unión. A su padre le tocó hacer kilómetros diarios. Juan Sáez era (y sigue siendo) el alma de aquel club y la persona que apostó por ella y le propuso entrenar con el equipo juvenil y sénior teniendo solo 15 años. También le tocó hacer de chófer los días que su padre no podía recogerla.
A partir de ahí comenzó su progresión hasta llegar a la élite. Primero pasó dos años en Soria en un programa de la Federación Española, en el que solamente participaban las mejores jugadoras júniores del país. Después firmó con el UCAM Murcia cuando cumplió los 18 años, club que becó sus estudios universitarios y con el que debutó como profesional. Pamplona, La Rioja, Sevilla, Menorca y, finalmente, Gran Canaria fueron sus destinos deportivos a lo largo de doce temporadas. Siempre combinado con sus convocatorias con la selección española.
Antes de ese último curso en la isla, vistió la camiseta del Charleroi belga porque sintió la necesidad de jugar fuera. «No quería que en un futuro mi nieta me preguntase que por qué no había jugado en el extranjero. Sentía que tenía que hacerlo, me veía capaz y salió muy bien. De hecho, tuve la oportunidad de renovar mi contrato para el siguiente año. Pero decidí volver a España», afirma.
Hoy en Xátiva cerrará definitivamente este capítulo de su vida, tras el homenaje que recibió el sábado pasado en Cartagena. Ya no jugará más al voleibol de forma profesional. «He sido una jugadora sin mucho talento pero con una ética de trabajo y un compromiso muy alto. Si no hubiese entrenado al máximo cada día y no me hubiese rodeado de las mejores, no lo habría conseguido. Si he llegado a donde he llegado ha sido también gracias a mi mentalidad», opina. Carlota García arrancará mañana su nueva vida.
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