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La exposición 'Zurbarán was here', con la que hoy arranca la temporada la galería de arte murciana Arquitectura de Barrio, ha ocupado a Nono García ( ... Mula, 1972) parte de 2020 y 2021. Es, aunque parezca mentira, su primera muestra en España íntegramente compuesta por acuarelas, en las que, a base de manchar y manchar, obtiene «un no sé qué» que envuelve gran parte de estas obras en un tenebrismo no tan lejano de la oscuridad actual en tantos ámbitos. «Me enganché de una forma loca», admite el artista, que queriendo o sin querer acabó por acercarse al universo barroco. Esta es la principal aportación de esta propuesta, que tiene dos homenajes a Zurbarán y uno a Sánchez Cotán. En concreto, Nono García reinterpreta 'Bodegón con cacharros' (Zurbarán, hacia 1650), una obra propiedad del Museo Nacional del Prado que estuvo expuesta en el Centro Cultural Las Claras Cajamurcia de Murcia con motivo de la muestra 'El bodegón español en El Prado'. «Este cuadro –cuenta Nono a LA VERDAD antes de la inauguración de 'Zurbarán was here', hoy a las 20 horas– me produce respeto porque es casi una osadía, o pretencioso, cuando yo lo que quería era hacerlo a mi manera. De hecho, hice tres intentos fallidos hasta que di con esta. Lo que quería es recordar al cuadro de Zurbarán, pero con mi estilo, teniendo en cuenta que él hizo un óleo y esto es una acuarela. Aquí cambiar de técnica es lo complicado, pero quería que tuviera ese aire barroco por la oscuridad, porque la parte de arriba incluso se confunde con el marco por el degradado negro».
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Respetar el original, pero trayéndolo al presente, y con un aire distinto. Este era el objetivo con este 'Bodegón con cacharros' de Nono García, la obra principal de la exposición. El muleño, que en los últimos años ha estado más centrado en el bodegón, insiste en el uso de los objetos. En esta muestra queda patente su atracción por el barroco, por el claroscuro, por las sombras, por la luz.
Reconoce que ha disfrutado más que nunca con esta experiencia creativa, sin la presión de pintar por exponer, pues en esta ocasión decidió mostrarlo cuando ya tenía terminadas más de la mitad de las obras realizadas. A vueltas con el bodegón –ojo, también hace paisajes, pero aquí es donde muestra su intención–, Nono García se fija en cacharros de su propiedad: unos heredados de su familia, otros adquiridos en lugares donde le ha llevado la vida. Hay una taza, por ejemplo, comprada en Marruecos en su último viaje antes del confinamiento. «Intento fijarme en antigüedades que tenía mi madre en su trastero. Porque me interesa el paso del tiempo, que es una constante en mi trabajo. En una exposición anterior en el Almudí, que estaba llena de relojes, para mí era casi el logotipo de la exposición porque lo que yo pretendía es que asaltase al espectador ese recordatorio de que el tiempo pasa». Aquí en Arquitectura de Barrio no hay relojes, pero sí teteras. En concreto, tres. Una marroquí, otra de cobre comprada en un mercadillo en Mula y una tercera de porcelana roja. «Me da por pensar dónde ha estado antes ese objeto, tiene un punto emocional para quien lo ve, porque le puede remitir a otros objetos de sus ancestros. Ese punto de nostalgia está aquí también.
El tenebrismo y lo oscuro se dan la mano en obras en las que sobresalen las teteras a través de tres brillos blancos únicamente. Hay también fondos rojos, aunque todos acaban en negro. Parece a veces que las teteras humean, que están vivas, por ese halo que las envuelve. Hay también otros cacharros de estudio, tubos de pintura que parecen atemporales. El segundo homenaje a Zurbarán es una versión de 'Una taza de agua y la rosa' (hacia 1630), de la National Gallery (Londres). Según Nono García, «lo que empezó influenciándome por las luces del barroco he acabado reinterpretando cuadros del barroco». Otro ejemplo es el melón de Sánchez Cotán, obra originalmente llamada 'Bodegón con membrillo, repollo, melón y pepino' (h. 1602)».
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'Colifloricidio' es una de las últimas obras que pintó para esta muestra. Le gusta cocinar al pintor muleño, tanto como mirar flores delicadas como las celindas. «Me encanta cocinar, cuando llego del estudio la hora que me tiro cocinando es de mis preferidas». La exposición arranca con una pieza en la que el fondo no está tan oscurecido, pero avanza hacia ese contraste entre luces y sombras. El molinillo que recibe al visitante, préstamo del estudio La Cholepa, es otro de esos hallazgos a los que, señala el comisario, Pedro López Morales, «otorga un levey grácil tenebrismo [...]. Nono hace bodegones puristas del siglo XXI».
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