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Eva Mauricio (Águilas, 1969), tataranieta del olvidado pintor decorativo Federico Mauricio Ramos (1846-1904), artífice del techo del segundo Teatro Romea –destruido en un incendio–, aprovechó el confinamiento durante la pandemia de covid-19 para hacer un ejercicio de introspección. El resultado puede contemplarse estos días en el Museo de Archicofradía de la Sangre de Murcia, espacio gestionado por Pedro Alberto Cruz, que valora el «atrevimiento y valentía» de la artista para plantear la propuesta. Mauricio, que nació circunstancialmente en Águilas pero vive en Murcia desde que tenía un año de vida, ya había abordado el tema de género en obras sueltas, pero le apetecía analizarlo en profundidad. Entre las preguntas que se hizo hay una que dio pie a este trabajo, 'Vía crucis': «¿Y desde cuándo viene esta desigualdad entre hombres y mujeres?». Tuvo que remontarse en el tiempo para intentar datar esta disparidad, «y me di cuenta de que era algo imposible porque se pierde en el pasado remoto, en los mitos fundacionales».
Criada en una familia influida por la doctrina cristiana, Eva Mauricio admite que la herencia judeo-cristiana está muy arraigada en la cultura occidental. «Por eso me fui a la Biblia, mi libro de referencia, que en 2023 siguió siendo el libro más vendido en todo el mundo. Por lo que sigue siendo un referente para otros. Extraje pasajes bíblicos del Antiguo Testamento, sobre todo, y encontré rápidamente los paralelismos entre el vía crucis cristiano, la vía dolorosa que recorrió Jesús desde que fue prendido hasta su crucifixión, y el vía crucis recorrido por la mujer a lo largo de la historia». La exposición consta de 15 piezas de óleo sobre madera –en algunas sale del margen pictórico, seña de identidad de Mauricio–. La decimoquinta estación equivale a la resurrección, como vía de esperanza. «Yo también decidí añadirla como 'La renacida', una joven que saca pecho, con los brazos abiertos, con un bikini, frente a la imagen tradicional de Cristo con el paño de pureza».
Todo el proyecto destila ironía, «un arma fundamental de lucha para combatir la realidad», afirma la artista, profesora del departamento de Artes Plásticas del IES Mariano Baquero de Murcia. De modo que, como contrapunto a la obra pictórica y a las citas bíblicas, incluye en la muestra textos de escritores, pensadores, historiadores y periodistas contemporáneos. «Me puse en contacto con todos las autores para pedirles permiso, y eso fue la parte que me llevó más tiempo». Esos textos llevan las firmas, por ejemplo, de Guillermo Sheridan, Eire Pandemonium, Sara Puerta Sánchez, Cristina Almeida, Eva María González, Clara Paolini, Ángeles Castellano, Itsaso Álvarez, Simone de Beauvoir, Laura Sagnier, Ana Amat, Emma Riverola, Yolanda Feria, Ángeles Castellano y Bárbara Rosillo, entre otros. «Sus textos son el antídoto a la dureza del vía crucis, y me sirven para hacer historia».
23/2/24 Fecha de clausura
Fecha de clausura de la exposición, que puede visitarse de 10 a 13 y de 16 a 19 horas, de lunes a viernes. El próximo día 22 habrá una visita guiada con Eva Mauricio, a las 18 horas.
Cuenta Mauricio que un grupo de mujeres se manifestaron en el malecón de Atlantic City (New Jersey, Estados Unidos), en el certamen de Miss América en 1968, «en lo que se considera el inicio de la actual ola feminista: quemaron sujetadores, zapatos de tacón, rulos, revistas en que la mujer era exhibida como un objeto... están en contra de que a las mujeres se las puntúe como en un concurso de ganado, y de eso hace ya 56 años y seguimos en lo mismo. Es como una tortura asumida por el hecho de ser mujeres. En este caso yo recojo una columna de Itsaso Álvarez, periodista de 'El Correo' (Vocento), que habla de aquel acontecimiento como un símbolo universal de la liberación femenina, un mito mediático que se ha mantenido vigente por décadas».
La comisaria de la exposición, Míriam Huéscar, asegura que el hecho de mostrar el proyecto pictórico «más crítico y feminista» de Eva Mauricio en un espacio como el Museo de la Archicofradía de la Sangre supone una «lección de sensibilización». Es «toda una declaración de intenciones y de rebeldía por revertir la situación que la mujer ha sufrido desde los sistemas políticos, las instituciones opresivas y todos aquellos lugares que deformaban sus vidas, aspiraciones y sueños, llegando incluso a convertirse en motor del arte a partir de los años 60 hasta finales del s. XX. En ese momento muchas mujeres artistas despertaron del letargo y dedicaron su trabajo a la lucha por enfrentarse a estas desigualdades, creando mundos en los que las vidas de las mujeres tenían cabida». Mauricio, según la comisaria, recurre a la creación «como catalizador» recuperando «elementos, arquetipos, lenguajes, e incluso colores, que han contribuido a alimentar una narración donde la mujer ha sido estigmatizada y siempre ha estado en desigualdad frente al hombre».
Al Museo de la Sangre entran estos días los visitantes para descubrir este paralelismo entre el sufrimiento de Jesús y el sufrimiento de las mujeres, «aunque no sea exactamente igual». En las estaciones de penitencia se habla de la costilla de Adán, del techo de cristal («en el Levítico los hombres valen 50 siglos de plata, las mujeres valen 30, la mujer siempre vale menos tenga la edad que tenga»), de la mujer «como una cosa más del prójimo, marcada como una propiedad»... En otra pieza vemos una representación del acto prohibido, 'Comieron felices', una escena erótica-lujuriosa: ella de negro con la piel tatuada como la serpiente, es tan simple que tiene que dejarse engañar por él, de blanco como un inocente. «Es un juego».
Mauricio recurrió a la inteligencia artificial para realizar uno de los textos: «Leí que hay un sesgo de género en la IA, con una visión muy masculina, y fui a preguntarle lo que opinaba de la desigualdad entre hombres y mujeres, y me dejó tranquila, porque encuentra que es injusto el tratamiento. En su planteamiento nos dice que hay que buscar un mundo más justo e igualitario. Todos estamos fascinados con la IA, y en el reciente Salón de la Crítica, también en este Museo de la Sangre, y con Mari Trini Sánchez Dato como comisaria, Pablo Sandoval también trajo producciones hechas por IA y yo no me quería quedar sin saber qué opinaba de estas cuestiones».
En el Génesis, recuerda Mauricio, después de la prohibición vino la maldición, y al hombre le dijo que ganaría el pan con el sudor de su frente, y a la mujer le dice, «parirás con mucho dolor, todos los dolores para ti». En otra de las obras que presenta hay una tococardiografía [técnica de monitoreo fetal no invasiva] que le envió una matrona de un hospital de Cartagena, en la que se ve el latido de un bebé, que es bastante regular, y los picos de dolor de la mujer en las contracciones del parto. «Un acto que debería ser muy bello como el de dar a luz, lo hemos convertido en algo artificial; yo he tenido dos hijos, y las mujeres vemos el parto como algo que sucede desde fuera. Ni la posición es cómoda para parir, ni natural, sin contar otras cuestiones como la violencia obstétrica, por ejemplo».
Sobre el color rosa, que hace que las niñas parezcan «algodones de azúcar», dice Eva Mauricio que se cree que la niña ha de ser dulce y amable. La obra que ilustra la cuarta estación de penitencia lleva por título 'Gaudete', «como el tercer domingo de Adviento antes de la venida de Jesús, y se celebra con el sacerdote con una casulla de color rosa. Clara Paolini dice que hasta 1940 el color rosa estaba dedicado a los niños, el rojo era el color de los hombres y las niñas vestían de azul como el azul celeste del manto de la virgen».
Mauricio expuso parte del proyecto en la sala LaLuz de Murcia, y en la Bienal de Artes Visuales 'Mulier, mulieris' en la Universidad de Alicante, donde fue premiada. Una historiadora del arte lo ha incluido en una tesis doctoral sobre la educación a través del arte. «No es un proyecto comercial», insiste, dispuesta a seguir exhibiéndolo en salas desacralizadas. «Las mujeres podemos hacer muchas cosas a la vez, y podemos hacerlas igual de bien y de mal que un hombre», admite Mauricio, que aborda «traumas colectivos que sufrimos como madres, hermanas, hijas»... en el ámbito familiar y laboral. «Que sea la libertad nuestra propia sustancia», dijo Simone de Beauvoir.
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