Fotografía:Pepe H | Tipografía:Nacho Rodríguez

Parece un mal sueño

Una palabra tuya ·

Verónica Forqué, que nos ha dejado, viajó a la India en varias ocasiones para escuchar en vivo las enseñanzas de su maestro espiritual, Sathya Sai Baba

Domingo, 19 de diciembre 2021, 08:41

Sirva este texto para recordar a Verónica Forqué, irrepetible actriz y ser extraordinario, a quien tanto queríamos, que se quitó la vida el pasado día 13. En 2016, el Festival de Teatro de San Javier le rindió homenaje. Lo vivió con una gran alegría y ... emoción.

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Ya les conté en su día que al indio de baja estatura de la India, más parecido a un negro del Congo que a un indio de la India, por poco le da un infarto de alegría cuando vio delante de sus narices indias, de cuerpo presente y por sorpresa, a la actriz Verónica Forqué, que entraba al restaurante del que él salía, acompañado de unos amigos todos ellos españoles de España, tras haber dejado encantados a los espectadores que acababan de ver en Cartagena una de sus memorables interpretaciones.

El caso es que el indio de la India, con su aire de miembro de una tribu del Alto Katanga, fue ver junto a él a la actriz e iluminársele la cara -se puso blanco el negro, o el indio-, abrírsele los ojos como cráteres, dibujársele entre los pómulos una sonrisa tan grande como el Taj Mahal y empezar a dar saltos de alegría mientras, en inglés, primero le mostraba su felicidad por poder decirle en persona que la admiraba desde hace muchos años, y después le pedía disculpas por si con sus muestras de júbilo podía estar molestándola.

Ahí estaban ellos: el indio de la India que parecía un negro con sus dientes de marfil, y la actriz con la que nos hemos pasado media vida muriéndonos de la risa y considerándola como a una más de la familia.

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Pero Verónica Forqué, que se movía por la vida con una elegancia envidiable, tratando al personal con un tacto, una educación y una dulzura que parecían propios de un ser de otro planeta -realmente es que ella parecía llegada en un dirigible de otra galaxia-, al ver el gozo que su presencia había provocado en el indio de la India, empezó a hablarle a su admirador nocturno también en un perfecto inglés.

Que si muchas gracias por sus cariñosas palabras, que si encantada de haberle conocido, que si en absoluto le había molestado que se le hubiera acercado justo cuando él ya tenía el estómago lleno y ella completamente vacío...; y así estuvieron hablando en inglés, el indio más bien negro, y ella con su piel de nieve del Kilimanjaro. Y como Dios aprieta pero no ahoga, a excepción claro está de cuando sí que hace ambas cosas a la vez, el indio se fue más feliz que unas castañuelas tocadas por Lucero Tena, y la actriz y yo nos dispusimos a cenar por fin.

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Previamente, como Verónica Forqué adoraba a los indios de la India porque su maestro espiritual, Sathya Sai Baba, que llevaba ya tiempo criando malvas, era indio puro y hasta el país del Ganges viajó ella misma varias veces para escuchar sus enseñanzas de su propia boca abierta, tuvo curiosidad por preguntarle a la paciente camarera que quién era el simpático indio, tirando a negro, que tan feliz la había 'asaltado' para manifestarle en inglés que haberle podido dar un beso era algo que jamás olvidaría. La actriz no dudó ni por un segundo de que era indio.

Ni inmutarse

Pues bien: la camarera le explicó que ese señor no era indio, sino suramericano. Y como ella llevaba muchos años practicando yoga, y meditación, y encima era vegetariana, y una santa contemporánea incapaz de despertar a una mosca de la siesta sin sentirse culpable, ni se inmutó, ni dejó un guisante a salvo en el plato, pero como lejos de ser tonta es lista como el hambre, lógicamente se preguntó:

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A) ¿Por qué dio por hecho que el suramericano de Suramérica, de quien yo más bien habría jurado que era negro, era indio de la India? B) ¿Por qué ese señor, que no era indio ni por vocación ni por pasaporte, le había hablado a Verónica Forqué, española desde que nació, todo el tiempo en perfecto inglés? C) ¿Por qué ella, hecha una reina, pero visto lo visto sin venir a cuento, también le había respondido a sus halagos en la lengua de Shakespeare? Pues ni idea y ya no lo sabremos nunca, ahora que ojalá pudiese ser consciente del inmenso vacío que ha dejado con su marcha.

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