ÚItimo libro. Antonio Gómez Ribelles, con un ejemplar de'Las lagartijas guardan los teatros GUILLERMO CARRIÓN / AGM

Allí donde el tiempo nos abandona

El artista Antonio Gómez Ribelles vuelve a salir de la realidad y a jugar con la memoria en sus dos últimos proyectos: 'Las lagartijas guardan los teatros' e 'Hijos del volcán'

Jueves, 14 de octubre 2021, 02:08

Dos de los últimos trabajos de Antonio Gómez Ribelles (Valencia, 1962), artista plástico y escritor afincado por amor en la Región de Murcia, pueden disfrutarse estos días. Hoy, a las 19 horas, en el Teatro Romano de Cartagena, presenta junto a Juan de Dios García ... su último libro, 'Las lagartijas guardan los teatros' (La Estética del Fracaso, 2021), y en la Fundación Casa Pintada-Museo Cristóbal Gabarrón de Mula ofrece hasta el 21 de noviembre su última –e inquietante– investigación artística: 'Hijos del volcán'. ¿Por dónde empezar?

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El cerro donde se alza el castillo de Alcalá en La Puebla de Mula no es ni ha sido nunca un volcán, pero popularmente existe esa creencia. En lo alto sí hay un pozo. Este lugar de falsa leyenda sirve al artista para fabular con los retratos de una colección de ferrotipos [técnica fotográfica inventada en el siglo XIX con la que las imágenes se fijan en placas de hierro] en poder de Juan García Sandoval. La mayoría son varones. Serios, trajeados, bigotudos. Con la Guerra Civil desaparecerán de estos confines. Con esas imágenes, y con los testimonios del arquitecto Dictinio del Castillo y del historiador y recopilador de cuentos de tradición oral Anselmo Sánchez Ferra, que ponen voz a un audiovisual sobre el territorio, Gómez Ribelles inventa para ellos un contexto.

'Ferrotipos manipulados. Una seriede imágenes sobre placas de hierro de antiguos vecinos de Mula inspiran el proyecto 'Hijos del volcán' en la Casa Pintada. GUILLERMO CARRIÓN / AGM

'Hijos del volcán' –que en un principio pensó titular 'Los amantes del volcán', en un guiño al libro de Susan Sontag– se inauguró en junio de 2021, unos meses antes de que el volcán de La Palma entrara en erupción. «Si la inaugurara ahora tendría que cambiarle el título», fantasea. Lo que encuentra el espectador en esta propuesta no es la memoria del artista o de su familia, que ya había abordado en anteriores propuestas como 'La traición de la memoria' (Palacio Molina, 2012), 'Los lugares del olvido' (Teatro Romano de Cartagena, 2018) o 'Walls' (Palacio Almudí, 2021), sino por vez primera la memoria de otros a partir de los 22 ferrotipos de los que él llama «los hijos del volcán». «Me apropio de ellos y los meto en una historia distinta, que es lo que hacemos incluso con nuestra propia memoria. Porque estamos llenos de pasado, pero el pasado lo reconstruimos siempre». En esta ocasión, en un guiño a la historia del arte, cada retrato sugiere algo diferente, unas veces el dadaísmo, otras el constructivismo... en otras simplemente rehace fragmentos, amplía partes del rostro, completa huecos con el dibujo. Para ello Gómez Ribelles emplea grafito, tinta y gesso (acrílico blanco) y pinta sobre esas imágenes impresas en papel acuarela. ¡Una belleza!

Hoy presenta en el Teatro Romano de Cartagena su último poemario, de la mano de Juan de Dios García y Vicente Velasco

El artista incide en que la historia es vida cotidiana, «la suma de todas las intrahistorias de cada uno» de los que formamos parte de ella. «Me gusta relacionar cosas, es mi forma de trabajar. Construir a cada personaje de una forma distinta. No sé nada de ellos, ni he querido saber, porque creía que me iban a marcar mucho sus vidas reales».

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En 'Las lagartijas guardan los teatros', Gómez Ribelles se pregunta «dónde fueron esas cosas/ a las que sin embargo dimos nombre./ No saber cuándo./ El mapa de Europa con banderas y fronteras inmutables,/ el humo del tabaco y la canción de Eurovisión./ No conocer./ Luego aprendimos que poseer no era eterno./ El tiempo a veces suena./ Aquel pájaro también se fue».

Para el artista, todo proyecto es literario, «porque necesito la sucesión de imágenes de la memoria que te vienen como un flash tras otro». Lo que él hace es darle continuidad. Esa posibilidad que ofrece el libro, que de una cosa te lleva a otra, es la misma con la que se maneja para sus exposiciones. Sus versos se despliegan con la potencia del pasado que vuelve para desordenar el presente, que no le deja irse sin el irremediable traqueteo.

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En las obras de Gómez Ribelles hay relación entre el documento fotográfico y la arqueología. GUILLERMO CARRIÓN / AGM

«No recuerdo el frío,/ solo imágenes luminosas/ y tristes héroes empeñados/ en morir de nuevo entre los hielos», escribe en el poema 'Casi imágenes'. Dice el artista que «el paseo es una forma de memoria», lo que Robert Walser sabía. La erudición de Ribelles es ostensible: unas veces cita a los Cohen («Las cosas no esperan a nadie. Eso es vanidad'», de 'No es país para viejos'), otras a Vladimir Holan, Miguel Barceló o a Gaston Bachelard. Pensando en Virginia Bernal escribe: «Deseo rellenar huecos/ en los escombros/ que dejan las fotos y las cartas en sus sobres/ y poner una cerca alrededor/ la muralla que hacía para mí/ en aquella casa/ crear normas para poseer el mundo/ allí, donde el tiempo nos abandona».

En sus obras hay relación entre el documento fotográfico y la arqueología, ciudades perdidas menos para la lagartija o el grillo.

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