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Sobre la palabra patria (y puede que sobre la serie) apenas crece nada, algún mástil, un trono para que se siente alguien. Sobre la palabra tierra, todoNo me gusta 'Patria' (HBO), como no me gustó 'Patria' (Tusquets). Me pone triste, 'Patria'. Claro que reconozco su carácter de hito en la cultura popular española, el primer abordaje del conflicto vasco en una serie de televisión –o en un 'best-seller'–. Pero qué ... pena, qué melancolía existencial me producen la rigidez del guion, el maniqueísmo fácil, lo superficial de un producto de consumo diseñado, con una meticulosidad que es la tristeza hecha texto, para no tocarle demasiado las narices a nadie. La alegría de vivir me quita, 'Patria'. Por no hablar de la polémica. La polémica de 'Patria'. Esa panoplia de voces conservadoras, desde Andrea Levy ('#asco', opina) hasta Macarena Olona, pasando por Jorge Bustos o el propio Aramburu, que han hecho una pausa en su cruzada contra la censura de lo políticamente correcto para exigir la retirada del cartel promocional. Euskal Herria, aparta de mí este cáliz. Me entran ganas de ponerme un disco de Nick Drake –o de Mikel Laboa– y sentarme a ver llover, con 'Patria'. Y llorar por los sueños perdidos, por los gatitos abandonados, o por los amores que no volverán. O por las ficciones reguleras. Qué mala Patria, esa.
Aun tratándose de HBO, uno ya venía avisado del superventas de 2016 y no esperaba ningunos 'Los Sopranetxe', ningún 'The Wireak'. Pero tampoco esta meseta narrativa que apenas sus espléndidas actrices principales consiguen aliviar. Me hace pensar, 'Patria', en 'Derry Girls' (Netflix), esa comedia petardoadolescente ambientada nada menos que en Derry, Irlanda del Norte (sí, el condado del 'bloody sunday') en el 92. Chicas poco populares de instituto católico no mixto provocando alertas de bomba con una mochila perdida mientras tratan de ligarse a un zagal, cualquier zagal, republicano o unionista, da igual. No, claro que no sé qué sentiría yo si hubiera perdido a alguien cercano en el conflicto del Ulster, viendo ahora 'Derry Girls'. Sé lo que siento en mis circunstancias. Y es que me da buen rollo, 'Derry Girls'. Risión. ¿Es la risión peligrosa? Depende de dónde. Me acuerdo de aquel concejal de cultura de Madrid, Zapata, que fue fulminado por un chiste sobre Irene Villa de unos años atrás. No le sirvió de mucho que la propia Irene Villa saliese a quitarle importancia al tema. No tenemos la patria para farolillos.
El IRA fue declarado inactivo en 2008, solo dos años antes del último atentado de ETA. Sin embargo, la herida parece mucho más cicatrizada a una y otra orilla del Mar de Irlanda: una sociedad capaz de producir 'Derry Girls' no está en las mismas que otra que solo puede permitirse 'Patria'. ¿Por qué? El factor tiempo no lo explica. Tal vez –y solo tal vez– el proceso de paz es considerado, en una de las dos sociedades, una victoria unánime, y en otra no. Tal vez en una de ellas se sigue agitando el espantajo de la traición a la patria para el beneficio político de algunos, aun a costa de anclar el país en tabúes, atavismos y enfrentamiento. O tal vez tengan mejores guionistas, yo qué sé.
Decía este lunes, siguiendo a Antonio Machado, en una entrevista el venerable Emilio Lledó que patria (el vocablo, no la serie) es una palabra hermosa demasiadas veces instrumentalizada por cerebros corruptos, y yo me pregunto por esa palabra hermosa, patria, si sería posible imaginar una patria sin 'Patria', por ejemplo. Una patria sin 'Todo por la patria', sin brigada patriótica, sin 'porDiosporlaPatriayelRey', sin patriotas de cabeza rapada, sin 'Trabajo, Familia y Patria', que era el lema de la Francia nazi, y ahora, parece, de ese partido verdoso que usted ya sabe: #asco. Una patria que no expatríe la risa, el juego, el descaro y la provocación bienintencionadas. Una que no se tome tan en serio a sí misma como esos personajes, tan blancos o negros, de 'Patria'. No lo sé. Ya me lo reflexionaré mañana, que para algo está ese festivo que nos hemos dado entre todos.
Mientras tanto, sigo prefiriendo tierra, ese sinónimo parcial, sobre todo porque, cuando uno dice mi tierra por aquí, nunca se sabe exactamente de qué está hablando, si de la Vega del Segura, de la Región, de España, de la Península o de la cuenca del Mediterráneo. Me gusta esa saludable ambigüedad fronteriza, ese patriotismo gastronómico, telúrico de cuando decimos mi tierra, que era el único que toleraba el gran Manolo Vázquez Montalbán. Tiene sentido. Sobre la palabra patria (y puede que sobre la serie también) apenas crece nada, algún mástil, un trono para que se siente alguien. Sobre la palabra tierra, todo. No se pueden pisar las patrias bajo ningún concepto, so pena de banquillo en la Audiencia Nacional; la tierra, sí, por tu bien. Si se te ocurre ponerle la mayúscula a tierra te sale un planeta que no está nada mal. Si se la pones a patria, lo que te queda es un susto. O un bodrio.
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