Nuestra región es un destino turístico privilegiado, en el que playas, espacios naturales protegidos, rincones con encanto, museos o destacados monumentos acaparan las clasificaciones de guías de viajes, páginas web y vídeos promocionales. Pero hay un sitio que no aparece en estas sugerentes listas de ... lugares por visitar, situado a pocos kilómetros de la capital, que suele ser una cita ineludible para muchos aficionados a la ciencia. Un enclave colosal, colorido e impactante, que nos muestra el orden de las piezas con las que está formada la naturaleza que nos rodea.

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Se trata de una representación de la tabla periódica de los elementos, la más grande del mundo, que engalana la fachada principal de la Facultad de Química de la Universidad de Murcia en su Campus de Espinardo. Una imagen que no deja indiferente a nadie que la contempla por primera vez. Pero más allá de su valor artístico e iconográfico, la auténtica belleza está en lo que contiene.

La historia de los elementos químicos se remonta a tiempos remotos —metales como el oro, cobre, hierro y plomo se conocen desde la Antigüedad—, la Alquimia mantuvo sin éxito durante siglos el sueño de la transmutación de la materia y fue con el estudio de los gases cuando se produce el abandono de viejas ideas y el surgimiento de la ciencia. El inicio de la Química moderna llega con el recaudador de impuestos francés Antoine-Laurent de Lavoisier, que a finales del siglo XVIII introdujo la definición de elemento como una sustancia que no se puede dividir mediante ningún método de análisis químico conocido, y publicó una lista de sustancias simples donde aparecían 33 elementos. A partir de estos, que incluían a algunos que se descartaron posteriormente, se fueron incorporando nuevos elementos químicos hasta llegar a los 118 conocidos que podemos admirar en el Campus de Espinardo.

Una de las formas de acercarse a la riqueza de esta obra de arte de la humanidad, de este icono de la ciencia que es la tabla periódica, es a través del nombre de los elementos químicos. Tenemos topónimos, términos griegos, latinos y árabes, referencias a colores, personajes mitológicos y nombres de científicos.

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Les propongo varios ejercicios para el día que visiten esta imponente tabla periódica. Busquen el meitnerio, lo encontrarán en la mitad del conjunto de la tabla y hacia abajo, representado con el símbolo Mt. Es un elemento radiactivo, sintetizado en 1982 y con el que se quiso homenajear a la física austríaca Lise Meitner, codescubridora de la fisión nuclear. Es la única mujer en solitario, sin contar las provenientes de la mitología, que tiene un elemento químico con su nombre. Podríamos pensar que el curio tomó su apelativo de Marie Curie, pero en realidad se bautizó en honor del matrimonio Curie, Pierre y Marie. Y he escogido este elemento porque hay una figura desconocida de la ciencia murciana que está relacionada con Meitner. Se trata de Piedad de la Cierva, pionera en los estudios de radiación artificial en España, que en su formación científica viajó al extranjero para investigar y formarse en centros de primer nivel en su época, como el Instituto de Física Teórica de Copenhague y el propio laboratorio de Lise Meitner en Berlín.

Otro ejercicio que les sugiero es la búsqueda de los elementos platino, wolframio y vanadio. Son tres elementos descubiertos por españoles, lo cual no está nada mal. También pueden buscar elementos químicos que contengan la letra j, pero les adelanto que no encontrarán ninguno. Cosas del latín. Y quizá puede que se pregunten por el motivo del orden en filas (periodos) y columnas (grupos) de los elementos, al fin y al cabo la representación clásica estándar es la de Groves Deming, pero hay muchas más. Para resolver esto tenemos que recordar al físico inglés Henry Moseley. Si debemos al químico ruso Dmitri Mendeléyev, subido a hombros de gigantes, el descubrimiento y publicación en 1869 del patrón que nos ha llevado a la tabla actual, no podemos dejar de mencionar a Moseley, que fue quien aportó el verdadero protagonismo en la ordenación por el número atómico. Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, Moseley se alistó voluntario en el cuerpo de ingenieros del ejército aliado como oficial técnico de comunicaciones. El 10 de agosto de 1915, un francotirador turco acabó con su vida en la península de Galípoli, mientras telegrafiaba una orden al mando británico. Tenía veintisiete años.

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Y podríamos llenar páginas y más páginas con historias y curiosidades de la tabla periódica como las anteriores. Bueno, en realidad ya están escritas. Solo hay que buscarlas.

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