Si no me equivoco, a Stendhal el chungo le dio en Florencia, no en Roma. Ahora lo miro. Pero el caso es que este año viajamos a Roma con regularidad, por trabajo. Si me habéis visto en los últimos meses os lo he contado fijo, ... paseo por ahí la noticia como mi abuela mostraría a un nieto cirujano a todos los vecinos. Como mis compañeros son fantásticos pero el madrugador obsesivo soy yo, me levanto antes de que amanezca y salgo a correr por el Tíber. Cruzo en diagonal la plaza del Vaticano, y ya sabéis, toda esa lista de escenarios, escalinatas, esquinas, frontones y tímpanos que me niego a enumerar y que visten la ciudad eterna. Si Stendhal tuvo el vahído en Florencia, aquí directamente tuvo que colapsar, ahora lo miro, no voy a dejar el artículo así escrito sin comprobar ese dato. Tranquilos.

Publicidad

Bueno. Tras volver, ducharme, desayunar fuerte, vestirme como si fuera a una boda, porque a Roma hay que ir como a una boda de gente a la que quieres caerle mal de lo guapo que vas, salgo a pasear. Ya está bien arriba el sol. Hablo por los codos con tenderos y transeúntes para ganarme el B1 a pulso. Y medito. Medito porque en la meditación los pensamientos al principio tienen que salir de la mente. Irse. Dejarlos pasar. No hacerles caso. Y entonces, solo entonces, con tu folio en blanco, pueden ir dejándose caer en orden como un Tetris maravilloso en el que todo empieza a encajar.

La gente discute en Twitter y otros foros de interés variable qué es el arte. Qué carajo es el arte. Por qué necesitamos el arte. Quién ha dicho que eso es arte y quién ha decidido que tu frase esa ingeniosa con la que encabezas tu bio de Instagram, en cambio, ni por asomo. Y ahí iban las piezas rusas cayendo, intentando no dejar huecos, rotando para caer en el sitio justo y formar un pensamiento robusto e inquebrantable, estable.

Una obra de arte solo puede ser una obra de arte para ti. Para ti mismo. Si ante un cuadro, un verso, una melodía, un espacio o una forma, te sientes pequeño, estás viendo arte. El arte solo tiene sentido si lo sientes tú. ¿Entonces, Aarón, por qué estudiamos arte? Para saber más. Porque saber más te da armas para disfrutar más, para entender más, para sentir una experiencia mayor ante cualquier producción artística. Y entonces te sentirás más veces pequeño, y más veces sentirás ese vacío conmovedor que te comprime y te tienta las ropas, que te dibuja con tiza el contorno en el aire, te saca el aliento, te arranca de tu propia piel y te hace verte, allá abajo, minúsculo y tierno. El arte es eso. El arte es eso imposible que sientes un día.

Publicidad

Cuando no puedes casi respirar, cuando te trasmuta la piel en carne de gallina, y el escalofrío brota, movido por la voz de Billie Holliday, por los Caravaggios de la Capilla de los Franceses, por una canción de Rosalía, o por cualquier cosa que te emocione.

Que nadie mande en tu arte. En lo que a ti te hace sentir arte por las venas, fuego en las pestañas. Es válido si te hace subir corriendo las escaleras porque no te lo quieres perder. Es cierto si no puedes esperar a escucharlo. Es bello si aguantas hasta las doce de la noche para estar ahí cuando lo estrenen. Es arte si te cambia la cara, si te hace reír, si te remueve el alma. Eso se sabe, se nota, se siente. Luego vendrán a contarte cosas. Pero nada vale si no te emociona.

Publicidad

¿Hay arte malo y arte bueno entonces? No, hay cosas que te hacen sentirte vivo y preguntarte por el universo, y cosas que no. Y cada uno tenemos las nuestras, las propias, las innegables. Y si lees, estudias, vives, y te dejas llevar por la curiosidad y la pasión, descubrirás, tengas diez años o cien, nuevas de esas cosas cada día, que serán, para ti, arte.

Tras unas horas de paseo, mis amigos aparecen, nos vamos a la RAI a grabar unas cosas, a pasear al nieto listo, la ciudad se queda atrás, reveladora, mientras nos adentramos en la campiña y yo me doy cuenta de que llevo sonriendo toda la semana entera, incluso mientras duermo, no tengo duda al respecto.

Publicidad

¿Sabéis qué le pasó a Stendhal después del jamacuco? Le dieron una agüita fresca, un poquito de comer, su poquito de café y un poquito de aire que le soplaron con un folleto de Bus Tourist que había en un rincón, y luego dijo, ole qué arte, y se le quedó la sonrisa puesta hasta que se fue de Roma, o de Florencia, no sé, ahora lo miro.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Infórmate con LA VERDAD: 1 año x 29,95€

Publicidad