Saturno devorando a nuestro planeta
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Atacar en espacios como los museos para concienciar a la sociedad no me parece acertado. Necesitamos el arte para no acabar morando en las montañas de la locuraMesa para cinco ·
Atacar en espacios como los museos para concienciar a la sociedad no me parece acertado. Necesitamos el arte para no acabar morando en las montañas de la locuraCuenta la mitología griega que el titán Crono —que Roma asimiló en su cultura con el nombre de Saturno— devoraba nada más nacer a sus hijos por miedo a una profecía que precedía su final a mano de uno de ellos. Y así lo hizo ... con todos menos con el último, cuando fue engañado por su esposa con una piedra envuelta en pañales, haciéndole creer que era el cuerpo del recién nacido. El niño superviviente fue Zeus, o Júpiter para los romanos, que creció escondido en una cueva de la isla de Creta y consiguió años después liberar a sus hermanas y hermanos del estómago de Crono para derrotarlo más tarde en la Titanomaquia, la batalla entre los Olímpicos y los Titanes.
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En el Museo del Prado, a pocos metros de distancia de donde hace un par de semanas dos supuestas activistas pegaron sus manos a los marcos de 'Las Majas', podemos encontrar dos obras maestras de la pintura que recrean la escena del dios Saturno luchando contra su destino de forma cruel y carnívora. Se trata de un cuadro de Francisco de Goya, autor de las obras ultrajadas, y otro de Pedro Pablo Rubens, donde en ambos se representa una escena mitológica de Saturno desgarrando a uno de sus hijos. Pero para esta ocasión nos fijaremos solo en el segundo, por su curiosa relación con la historia de la ciencia.
En el 'Saturno' de Rubens, un cuadro en el que participó también Diego Velázquez, llaman particularmente la atención tres estrellas en la parte superior derecha del lienzo. Se representa al planeta Saturno como un objeto triple, un hecho que había observado Galileo Galilei en 1610, veintiséis años antes de que se comenzara a pintar esta obra. Rubens fue un pintor barroco de la escuela flamenca muy formado en cultura clásica, al que llamaron el Homero de la pintura. Pero también fue una persona conocedora de los avances de la ciencia de su época. En aquel momento Saturno era el planeta conocido más lejano. Galileo fue el primero en observarlo a través de un telescopio y se sorprendió al descubrir que era un objeto triple. Aunque algunos de los dibujos de Galileo sugieren la presencia de un anillo que rodea al planeta, el misterio del extraño aspecto de Saturno no se resolvió hasta casi medio siglo después. En 1659, el astrónomo holandés Christiaan Huygens, apoyándose en observaciones realizadas con un telescopio más potente, propuso que Saturno estaba rodeado por un fino anillo. Y en 1675, el también astrónomo italiano Giovanni Domenico Cassini descubrió que se trataba más bien de un sistema complejo de anillos.
Las descripciones de los anillos de Saturno se sucedieron desde el siglo XVII en adelante, pero nadie se cuestionó su composición hasta mediados del XIX. Fue el excéntrico físico escocés James Clerk Maxwell, padre de la teoría clásica de la radiación electromagnética, quien se empeñó en probar que los anillos de Saturno no podían estar constituidos por un único elemento continuo. Demostró, de forma matemática, que la fuerza de la gravedad rompería un cuerpo delgado que orbitase Saturno, por lo que predijo que los anillos estaban compuestos por grandes cantidades de materia o partículas que flotaban alrededor del planeta. Al contemplarlas desde un lugar tan lejano como la Tierra daban la apariencia de ser anillos sólidos. La mejora en las tecnologías de observación y las misiones de sondas espaciales confirmaron la hipótesis de Maxwell años después.
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La ciencia y el arte nos pueden parecer dos formas de conocimiento alejadas e incompatibles, pero es tan solo una apariencia. El arte está cargado de referencias científicas, como hemos comprobado con el 'Saturno' de Rubens. Y la ciencia está muy presente en la conservación del patrimonio, en donde disciplinas como la química tienen un protagonismo vital. Paradójicamente, las dos personas que pegaron sus manos a los marcos de 'Las Majas' lo hicieron con un pegamento químico y fueron liberadas después con un disolvente químico.
Los discursos populistas y la negación de la evidencia científica respecto al calentamiento global son el nuevo Saturno devorando a nuestro planeta. Quizá estemos a tiempo de cambiar nuestro destino o quizá no, pero atacar en espacios como los museos para concienciar a la sociedad no me parece la mejor manera de hacerlo, por mucha repercusión mediática que se consiga con ello. Si continúan estas acciones, cada vez habrá más restricciones, más controles en los accesos, será más difícil acercarse al arte. Y necesitamos el arte para no acabar morando en las montañas de la locura.
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