El redescubrimiento de Carpe

Con tal motivo, el Museo de Bellas Artes de Murcia (Mubam) prepara una gran exposición sobre su figura y, especialmente, sobre su obra mural, la que le dio fama internacional. Su hija, Celina Hernández Monterde, contó ayer a LA VERDAD que ese error es persistente «en todas las cosas que se han publicado sobre mi padre», y atribuye el desliz «a que el propio pintor fuera coqueto y se quitara solo dos años. Porque hay cosas publicadas cuando él vivía que nunca corrigió, de modo que pudo ser un error inducido». Hernández Carpe muere a los 56 años en Madrid, en apenas un mes desde que le diagnostican una enfermedad incurable. Gente muy allegada al artista como Antonio López Ruiz, Salvador Jiménez, Francisco Alemán Sainz o Gaspar Gómez de la Serna siempre cometen el mismo error. Pero el centenario, insiste Celina, es este año 2021.

La exposición del Mubam, que está previsto que se inaugure en noviembre, es «muy interesante, inédita, y gran parte versa sobre su obra mural, muy importante, porque hay gente que dice que era más muralista que pintor de caballete», apostilla su hija. La obra mural de Hernández Carpe es extensa, está presente por toda la geografía española, y nos encontraremos con muchas sorpresas. El pintor muere joven, sin dejar anotaciones que indiquen el camino a seguir para su catalogación. Su mujer, la trapecista Celina Monterde –hoy tiene 90 años, vive en Toledo–, a la que conoce Hernández Carpe en una visita que hace a Murcia el circo en el que viaja la acróbata, cae enferma también tras enviudar y esa memoria del matrimonio se diluye, reconoce la hija, complicando la posibilidad de reconstruir el itinerario profesional del artista. «Cuando mi padre muere tengo 18 años recién cumplidos. Yo era la mayor de tres hermanos. Yo sabía de la importancia del pintor, pero no conocía entonces la obra que había repartida por España, cómo y de qué manera se ha conservado. Con el transcurso de los años yo me he decidido a realizar ese trabajo de catalogación», descubre Hernández Monterde, que será, además, la presidenta de una fundación en proceso de constitución y cuyo fin es actualizar el legado de un pintor irrepetible en la historia.

La recuperación de la figura de Hernández Carpe estará respaldada por esta fundación, «que trabajará, sobre todo, por la recuperación de muchas obras destruidas o desaparecidas. Entendemos que la recuperación de su obra es rescatar patrimonio cultural artístico de una ciudad o un pueblo, y de esta forma vamos a tener mucha más fuerza para recuperar parte de esa producción que sabemos que está destruida o maltratada, la mayoría de las veces por ignorancia, por no saber lo importante que ha llegado a ser ese artista, y la importancia de la calidad de su obra», entiende Celina.

La muerte asalta a Carpe en plena expansión pictórica, cuando ha acabado de terminar su obra mural prácticamente. Uno de esos últimos trabajos es el mural gigantesco de la Universidad Laboral de Toledo, firmado en 1972. Fallecerá en el año 77 poco después de inaugurar una exposición de caballete. «No la pudo clausurar. La inauguró en octubre y fallece el 29 de noviembre de 1977. Entonces está en un momento de madurez enorme, porque había decidido ya dejar el muro, porque ya no tiene 30 ni 40 años, porque pintar el muro es algo muy duro. Tiene que tirarse tres meses en un andamio para pintar 90 metros cuadrados, y pensaba volcarse en el caballete, pero se le trunca la vida».

Donde más valorada es la obra de Hernández Carpe es en Murcia. Los jóvenes puede que desconozcan a artistas de la posguerra, «que junto con la generación de los años 20 son dos generaciones magníficas. Encontramos a artistas de valía enorme, como Gaya, Bonafé, Garay, Pedro Flores... y luego de la generación de mi padre, como Molina Sánchez, Mariano Ballester, Aurelio... un poco desconocidos hoy. Nuestra idea es recuperar a las figuras artísticas del tiempo de mi padre, una labor bien interesante».

Una de las cosas que ha descubierto Celina es que su padre trabajó en los pueblos de colonización, que se organizaron después de la guerra para colonizar zonas despobladas, lo que es hoy la España vaciada. Suelen estar en zonas de regadío para que los colonos puedan ganarse la vida. Para esos pueblos que nacen de la nada se contrata a arquitectos números uno en sus promociones, y también a artistas que decoran equipamientos y, sobre todo, las iglesias –era la tónica en la España franquista–. Hernández Carpe interviene en 65 pueblos de colonización en Andalucía, Extremadura, Valencia, Aragón... «No era un pintor religioso, pero su obra sí se adapta al lugar, y vemos que trabaja en iglesias con murales cerámicos, y también en vía crucis y vidrieras. Yo me he encontrado obras donde jamás pensé, en pueblos muy cuidados y pequeños, pero bellos».

En la Región de Murcia hay 25 murales de Hernández Carpe. Por ejemplo, en los cuatro portales del edificio Puertas de Murcia en Gran Vía 8, en el Museo Arqueológico o en el Colegio Jesús María. Pero también hay en universidades laborales, colegios mayores y menores de todo el país. Muchos son frescos influenciados por el Quattrocento italiano.