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Desde las cumbres del Cáucaso, donde Prometeo fue encadenado por desafiar la voluntad de Zeus, su mito perdura en nuestra memoria como un poderoso símbolo de la búsqueda incansable del conocimiento y el progreso. Este titán, que arrebató el fuego divino para entregarlo a la ... humanidad, personifica la audacia de romper barreras en favor del bien común. Hoy, la ciencia recoge su legado, manteniendo viva la llama que nos conduce hacia avances que hace unos años nos parecían propios de la ciencia ficción.
El Premio Nobel de Química 2024 es un ejemplo de este espíritu prometeico. El galardón se entregó a los investigadores David Baker, DemisHassabis y John M. Jumper por sus contribuciones revolucionarias en el estudio de las proteínas, las moléculas esenciales que controlan las reacciones químicas de la vida. Baker fue reconocido por el diseño computacional de proteínas completamente nuevas, mientras que Hassabis y Jumper han contribuido a la predicción de la estructura de estas moléculas con la ayuda de inteligencia artificial. Ambos descubrimientos han abierto unas posibilidades extraordinarias para la ciencia y la medicina, demostrando que el nuevo fuego del conocimiento robado a los dioses sigue ardiendo.
Las proteínas, fundamentales para la vida, no solo controlan las reacciones químicas que nos mantienen vivos, sino que también actúan como hormonas, anticuerpos y componentes básicos de tejidos. Entender sus estructuras ha sido un desafío crucial para la biología molecular. En este contexto, David Baker logró, en 2003, diseñar una proteína completamente nueva utilizando los 20 aminoácidos naturales, un logro que parecía imposible. Desde entonces, su grupo de investigación ha desarrollado proteínas diseñadas para ser usadas como fármacos, vacunas, sensores diminutos y prometedores nanomateriales, abriendo un horizonte de aplicaciones innovadoras.
Por otro lado, DemisHassabis y John M. Jumper revolucionaron este campo en 2020 al presentar AlphaFold2, un modelo de inteligencia artificial que puede predecir con precisión la estructura tridimensional de prácticamente cualquier proteína conocida. Este avance solucionó un enigma que durante cincuenta años había desafiado a los científicos: el de cómo determinar las formas complejas de las proteínas a partir de su secuencia de aminoácidos. Con AlphaFold2 y sus versiones posteriores se han logrado mapear las estructuras de casi 200 millones de proteínas, un recurso extraordinario que ha sido utilizado por decenas de miles de investigadores en prácticamente todo el mundo.
El presidente del Comité Nobel de Química, Heiner Linke, destacó que estos avances no solo son espectaculares por su innovación, sino porque marcan el cumplimiento de un sueño científico perseguido desde hace décadas. Las aplicaciones potenciales son inmensas y van desde la creación de nuevos tratamientos médicos hasta el desarrollo de materiales de última generación.
Pero la historia de Prometeo nos enseña que el progreso tiene su precio. Los avances científicos también se enfrentan con desafíos éticos, sociales y medioambientales. Las proteínas diseñadas por Baker y las predicciones de AlphaFold2 no están exentas de riesgos y dilemas. Por ejemplo, estas herramientas podrían ser usadas para desarrollar agentes biológicos letalessin control si no se regulan adecuadamente. Sin embargo, como en el mito, los beneficios pueden superar con creces los posibles peligros si la humanidad actúa con responsabilidad y visión de futuro.
La inteligencia artificial, encarnada en AlphaFold y otras aplicaciones emergentes, plantean un desafío adicional al redefinir los límites de lo que consideramos humano en el acto de descubrir. Si bien el modelo automatiza una tarea que parecía exclusiva de la mente humana, no disminuye el valor de nuestra creatividad y curiosidad. Al contrario, este tipo de tecnologías son unas herramientas que amplifican nuestras capacidades, permitiéndonos explorar más allá de lo imaginable.
El progreso no es lineal ni está exento de sacrificios. La capacidad de soñar, crear y construir es lo que define a nuestra especie. La ciencia es nuestra manera de robar el fuego de los dioses, no para desafiarlos, sino para iluminar las sombras de la ignorancia, la enfermedad y la desigualdad. Y no olvidemos a las humanidades, que nos deben servir de brújula ética y estética. Ojalá sea así.
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