¿Dónde van nuestros poetas cuando mueren?

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Algunos vuelven a la casa donde nacieron,

vuelven a escuchar los mismos cantos de los pájaros,

el sonido marino de las olas del trigo.

Vuelven a las frutas del tiempo,

al baño de la acequia, al silencio de la noche

roto por el ladrido lejano de los perros

que advierten del paso de extraños caminantes.

Regresan a la luz donde vivieron,

aquella luz tan blanca que deslumbra

todas las cosas que pueblan los mundos.

Entonces se iluminarán los patios oscuros,

los cuartos cerrados, las celdas grises…

Todo volverá a la senda tranquila

por la que regresamos a la casa

donde reposan los cálidos versos,

las hermosas palabras,

apasionados o serenos besos,

mientras afuera el ruiseñor entona

la misma canción que el mirlo repite

siempre testigo desde lo más alto.

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