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El peaje del progreso
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Sorprende leer hoy afirmaciones tan disparatadas tales como 'Todos estamos envenenados' o 'Los niños nacen hoy envenenados'Hace cinco semanas, casualmente el mismo día que se publicaba mi colaboración en esta mesa compartida, el suplemento 'XL Semanal' que se entrega cada domingo con este diario llevaba en su portada un reportaje titulado 'Europa intoxicada'. En dicha portada aparecía un bebé tirado sobre ... un vertedero con objetos de plástico utilizados en la vida moderna. Y ya en su interior, en las páginas del artículo, pudimos leer afirmaciones tales como: 'Todos estamos envenenados', 'Los niños nacen hoy envenenados' o 'Es un crimen embadurnar a un niño de 3 años para que no le dé el sol', responsabilizando a la malvada industria química de los plásticos de poco menos que de una epidemia de cáncer, diabetes, infertilidad, TDAH, obesidad, hipotiroidismo... Pero el colmo fue leer la infame insinuación de que los oncólogos son ingenuos, inocentes o cómplices de esta situación. En fin, nada nuevo para los que llevamos décadas alertando sobre el auge del alarmismo y el prejuicio contra la química o todo lo relacionado con los productos químicos en nuestra sociedad de consumo.
Tras leer este reportaje y respirar profundamente (el oxígeno es también un producto químico potencialmente perjudicial por su carácter oxidante, pero la alternativa a no respirarlo es peor) escribí a la sección de cartas del lector de 'XL Semanal'. Aporté en mi correo diversa documentación científica rigurosa poniendo en contexto la realidad que vivimos, destacando el estricto reglamento europeo sobre sustancias químicas, el REACH, tan odiado por los entrevistados en el artículo de marras. Pero también añadí un ejercicio epistolar, siguiendo el juego de apelar a las emociones con tantas alusiones al peligro de la química en los niños. Y lo hice en forma de una carta, la de una bisabuela a sus descendientes, tejida desde una ficción espaciotemporal, ejemplo de una realidad que parece que hemos olvidado. Aquí la tienen:
«Mi querido bisnieto,
Con el corazón desgarrado y las manos temblorosas te escribo estas líneas, un testimonio de una época que, afortunadamente, es un recuerdo lejano en tu mundo.
Anoche, la cruel realidad de nuestro tiempo se llevó a uno de tus tíos abuelos, mi pequeño y amado hijo, víctima de una dolencia contra la cual no tenemos defensa. Vivimos en una era donde las enfermedades infecciosas son verdugos implacables, acechando en cada sombra, en cada gota de agua que bebemos. Las enfermedades se propagan con facilidad, alimentadas por la insalubridad que nos rodea. Nuestros ríos y pozos, fuentes de vida, están a menudo contaminados, y son portadores silenciosos de los designios de la muerte.
La medicina, tan avanzada en tu tiempo, está aún en su infancia aquí. Los antibióticos, esos milagrosos salvadores que tú conoces, son para nosotros un sueño inalcanzable. Los médicos y sanadores hacen lo que pueden, pero sus esfuerzos a menudo resultan inútiles contra el avance implacable de infecciones y epidemias.
Cada enfermedad es una sentencia potencial de muerte, especialmente para los más jóvenes y vulnerables entre nosotros. El dolor de perder a un hijo es una realidad demasiado común en nuestro tiempo. Las familias, como la nuestra, se enfrentan constantemente al miedo y a la pérdida. La alegría de ver a un niño crecer se mezcla siempre con el temor de que cada afección, por menor que sea, pueda ser la última. La incertidumbre es insufrible.
Te escribo desde la atalaya de este mundo sombrío no para sumirte en la tristeza, sino para que comprendas la magnitud de los avances que tu generación ha logrado. Es mi deseo que, al leer estas palabras, valores aún más las maravillas de los tiempos que vives, la disponibilidad de agua limpia y segura, de los avances de la medicina, la posibilidad de acceso a alimentos baratos y seguros, y los incansables esfuerzos de aquellos que trabajaron para superar los desafíos que nosotros enfrentamos diariamente.
Mi querido bisnieto, aunque mi corazón está inundado de pena, también alberga esperanza. Una esperanza en que tu mundo siga siendo un lugar cada vez más seguro y saludable, un mundo libre de los demonios de la anticiencia, donde la pérdida que hoy lloro sea una cosa del pasado. Recuerda, no hay progreso sin peajes pero hay peajes más caros que otros».
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