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Foto de Francisco Miralles en marco modernista, gentileza de su nieta Obdulia Miralles.
Don Paco Miralles, el fotógrafo pintor

Don Paco Miralles, el fotógrafo pintor

Hoy hace un siglo que en las dependencias del Círculo de Bellas Artes abría sus puertas su primera exposición con obras al pastel «llenas de lozanía»

Miércoles, 1 de septiembre 2021, 02:55

Al cumplirse el centenario de la exposición de pinturas del fotógrafo Francisco Miralles Serrano, durante los primeros días de septiembre de 1921, bueno es recordar la trayectoria popular y artística del totanero, cuya obra creativa fue muy valorada por sus contemporáneos en su triple vertiente como personaje popular en la capital, fotógrafo que creó escuela y pintor (actividad esta última solapada por las anteriores).

D. Paco, como era conocido en la capital, nació en Totana en 1871, siendo hermano del pintor Obdulio Miralles. Se afincó en Murcia, abriendo estudio fotográfico en el número 5 de la calle Montijo, al que denominó 'Luz y Arte', compartiendo espacio con otros artistas de la época como Sánchez Picazo, Alejandro Seiquer e incluso el escultor José Planes. Sucedió en el fervor popular al fotógrafo decimonónico Juan Almagro Roca, y cultivó la fotografía de estudio y la de exteriores dentro del más puro estilo modernista, aún en boga en la Murcia de los primeros años veinte. Su estudio fue el primero en la capital dotado con luz eléctrica. Su ingenio creativo le deparó muchos éxitos, ofreciendo periódicamente a su clientela «novedades» muy alabadas por aquella. Y aunque su producción estuvo dedicada fundamentalmente a la fotografía de estudio, a veces abandonaba éste en manos de algunos de sus oficiales (Antonio Nicolás, Francisco Vidal y Cristóbal Belda), y marchaba a la Huerta o a las calles de la ciudad, recogiendo en su cámara todo lo que creía digno de observar y conservar.

La otra versión creativa de D. Paco Miralles fue la de pintor, actividad en la que se volcó cuando comenzó a no irle tan bien en el mundo de la fotografía, sobre todo por la competencia de los colegas de profesión (17 en Murcia en 1907) y, sobre todo tras contraer una enfermedad coronaria que le dificultaba subir al tercer piso del ya citado estudio, donde carecía de ascensor.

Su estudio fue el primero de la capital dotado con luz eléctrica; su ingenio le deparó muchos éxitos, siempre ofreció novedad

La exposición de su obra pictórica se inauguró el 1 de septiembre de 1921, ahora hace un siglo, en las dependencias del Círculo de Bellas Artes, que abría sus puertas, como se sabe, a la calle Trapería. A ella se refiere un comentarista anónimo del diario 'El Liberal' diciendo que «se trataba de una colección de 16 cuadros al pastel llenos de frescura, lozanía, sabor murciano y carácter puramente clásico huertano». Reconoce el comentarista que Miralles tenía muy sentada fama como notable fotógrafo, pero apenas era conocido hasta ahora como pintor.

Días después de la inauguración, el crítico Luis Gil de Vicario, elogiaba en el citado diario, su dominio del pastel y se refería a muchas de las obras expuestas, con su título, concluyendo que «la pintura de Miralles es una colección de pequeños motivos, pequeños poemas, mundos de poesía. De esa poesía ya pasada, que pereció en el sentir de los presuntos iluminados bajo la guillotina del Modernismo». Al parecer algunos de los cuadros de aquella exposición fueron a parar al Museo de Bellas Artes, donde en sus almacenes, debido al poco aprecio que se hizo de ellos, se deterioraron hasta perderse. Otros figuran en colecciones particulares.

Rara originalidad

El aura social y artística de D. Paco Miralles, está vinculada sobre todo a su actividad fotográfica, y también a su activa presencia en el mundo intelectual capitalino del primer cuarto del S. XX. Tenía un especial gracia e ingenio al relatar anécdotas murcianas y ocurrencias personales en tertulias en el Circulo de Bellas Artes, siempre acompañado de su inseparable vara de almendro con contera de plata, y su rara originalidad al no consentir jamás que le limpiaran las botas (sus características botas de pie pequeño y puntera chata, según afirma el pintor Luis Garay), los «limpia» que pululaban por Trapería a todas horas.

La enfermedad coronaria antes aludida acabó apartándole de la vida social y artística capitalina. Se colocó como contable en una empresa y, poco tiempo después regresó a su Totana, que nunca olvidó, acabando sus días como funcionario del ayuntamiento, en su ciudad natal, en 1928.

Del Miralles fotógrafo, se ocuparon en su día, entre otros, María Manzanera y Loreto López.

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