Urgente Recuperan el cadáver del desaparecido en aguas del río Segura en Murcia
Paco Calvo sonríe en un jardín de la Universidad de Murcia. UMU
Catedrático de Filosofía de la Ciencia y director del MINT Lab de la UMU

Paco Calvo: «De las plantas, lo más necesario que tenemos que aprender es a bajar revoluciones»

Domingo, 16 de marzo 2025, 08:20

Le gusta definirse como «el que no piensa en nada». Una expresión que repite varias veces durante la entrevista para ayudar a comprender el mundo ... que nos rodea. No piensa en nada el profesor llamado Francisco José Calvo Garzón (Barcelona, 1971), más murciano ya que los pésoles y los alcanciles, director del Laboratorio de Inteligencia Mínima (MINT Lab) de la Universidad de Murcia, filósofo y autor de 'Planta Sapiens', un fenómeno editorial que ha supuesto una auténtica revolución científica y sobre todo divulgativa en el reino vegetal. El libro ya se ha traducido hasta en chino. Tampoco es que le estrese mucho el éxito porque Paco, como le conoce todo el mundo, no tiene teléfono móvil. De hecho, nunca lo ha tenido. «Puedes poner que soy un bicho raro», dice. En realidad es un genio. «Al hacer el ejercicio de 'sesamizar' [de 'Barrio Sésamo'], de simplificar las cosas para que la gente lo entienda mejor, me he dado cuenta de que yo también las entiendo mejor», admite al hablar de sus investigaciones y su 'Planta Sapiens'.

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-¿Cómo se vive sin teléfono móvil en estos tiempos?

-¿Cómo se vive? ¡De miedo! La semana pasada estuve en Estados Unidos y un alumno me preguntó: ¿Cómo puedes vivir sin móvil?. Y le dije: No, perdona, es al revés. ¿Cómo puedes vivir tú con móvil? Hay que darle la vuelta a la tortilla. Lo único es que a veces tengo que dar muchas explicaciones cuando me piden el número y no lo doy. Se piensan que no lo quiero dar. Que no, que no tengo móvil de verdad. Hay gente que se queda ojiplática.

-Le miran como si fuera un extraterrestre.

-Totalmente. Y luego hay gente que se anima a probarlo. 'Pues oye, voy a quitarme yo también el móvil'. Lo que pasa es que ya no pueden, ¿sabe? No es lo mismo, porque yo nunca he tenido. Es distinto ser exfumador a no haber fumado nunca.

-¿Por qué se 'resiste'?

-Bueno, lo que le digo, vamos a darle la vuelta a la tortilla. Yo siempre he vivido en un mundo en el que no había móviles, como se vivía antes en el siglo XX. Y yo nunca he sentido la necesidad de tenerlo. El típico argumento ese de 'y si te quedas tirado en la carretera'... Pues toco madera, nunca me ha pasado en 30 años. Otro ejemplo que me pone la gente: 'y si le pasa algo a tu hijo... ¿qué?'. Pues, si le pasa algo a mi hijo, lo que hay que hacer es llamar al 112, no a mí. Yo no sé hacer el boca a boca. Cuando siempre he sido así, esto es lo normal. En mi casa, cuando papá se ha ido de congreso, siempre he dicho &ndashun poco de broma&ndash: 'poned el telediario y, si siguen hablando de política, es que he llegado y estoy bien'.

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-Parece que ahora no estamos conectados con los demás si no estamos todo el día pegados al móvil. Las plantas tampoco tienen móviles, pero también tienen sus propias redes sociales.

-Claro. Es que no hay forma de vida que no esté permanentemente interconectada con el resto de organismos. A mí me gusta decir que nosotros somos más planta de lo que pensamos. Las plantas utizan la estrategia de 'divide y vencerás'. Son más descentralizadas, distribuyen todo de manera periférica. No hay un modo centralizado de procesamiento de información. Esta es la estrategia de las plantas. Y nosotros pensamos que somos centralizados, con el sistema nervioso central, el sistema periférico... con una visión más jerarquizada. Y en el fondo se nos olvida que nosotros somos igual de distribuidos que las plantas. Piense en el eje intestino-cerebro. Lo que se llama la microbiota intestinal. En realidad, un 'homo sapiens' tiene más células de otros organismos que de nosotros mismos. Esa idea de que tenemos un enanito dentro guiando la nave es solo una ilusión.

-¿Antropocentrismo?

-Yo en el prefacio de 'Planta Sapiens' lo llamo 'ombligocentrismo'. Yo tengo un eslógan: 'No pienso en nada'. ¿Qué quiere decir 'no pienso en nada'? Que la mejor forma de aproximarme a la comprensión de otras formas de vida, de inteligencia, es olvidarme de mí mismo. Si tú intentas estudiar otras formas de vida desde la tuya es imposible que lo hagas sin utilizarte a ti mismo como vara de medir. 'No pienso en nada' es no tomarte a ti mismo como modelo para poder apreciar lo que la planta hace en sí misma y para ella misma. No pienso en nada, y así es como llego a ella. Lo que pasa es que, muchas veces, desde esas posturas 'intelectualoides', pensamos de más y nos pasamos de frenada. Y creo que tanto dimensionar nuestra forma de pensar racional nos impide ver esa otra inteligencia. No pienso en nada y, a partir de ahí, puedo empezar a pensar en ellas.

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-Si las plantas tienen otro tipo de inteligencia diferente a la nuestra, ¿es lógico pensar que tienen sus propios sentimientos, aunque nosotros no los entendamos?

-Esto es un debate interesante. Nosotros utilizamos el término 'sintiencia', que hace referencia a la experiencia subjetiva. Es decir, todo organismo, en tanto en cuanto es un agente, un sujeto, tiene una experiencia subjetiva. Dicho de otra manera, tiene una forma de estar en el mundo. La forma en la que cada organismo se siente interpelado por su entorno, y viceversa, hace que cada forma de vida sea única. Y que cada experiencia subjetiva sea única. Vuelvo a la idea de 'no pienso en nada'. Si yo me pregunto si las plantas son sintientes y no soy capaz de abstraerme de mi propia experiencia subjetiva, es muy difícil apreciar si una planta es sintiente. Porque la interpretamos como si fueran pequeños humanos, las caricaturizamos. Pero hay una ruta indirecta para abordar este debate. Cuando pensamos en sintientes pensamos en el mundo animal, en mamíferos, en primates, También en aves. Después en cefalópodos. Ahora ya estamos hablando también de invertebrados por la integración de información sensorial. Abejas, moscas... Pero esa capacidad de integrar información no tiene por qué hacerse de forma centralizada. Se puede hacer de forma descentralizada.

-Es decir, que un tomate o una judía pueden sufrir 'a su manera' cuando las cortan.

-Claro, y volvemos al 'no pienso en nada'. No somos capaces de visualizar el estrés, por ejemplo, en formas de vida donde ese estrés se manifiesta de maneras totalmente distintas a la nuestra.

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El dilema vegeteriano

-Esto puede suponer un grave problema para los vegetarianos.

-Siempre que doy charlas sobre esto hay alguien que levanta la mano y pregunta: '¿y ahora qué?'. Como diciendo: 'me has arruinado la vida, yo que pensaba que había adoptado una decisión ética, sostenible, ecológica y que me permite dormir a pierna suelta... ¿ahora qué hago?'. Yo soy omnívoro radical, yo como de todo. Este debate está mal planteado. Porque un vegetariano o un vegano aborda el debate como si fuese una cuestión del reino de procedencia. Si lo que acaba en mi plato procede del reino animal, digo que no. Si es del reino vegetal, digo que sí. Y el problema es que no nos fijamos en lo particular, en lo específico. En si esa forma de vida ha sido sometida a una forma de estrés innecesaria. Este pollo, este besugo o esta zanahoria, ¿hay algo que se le haya hecho en la manipulación previa que podría haberse evitado antes de acabar en mi mesa? Paradójicamente, en agricultura intensiva se puede estresar mucho más a un tomate o a una lechuga que a un pollo de corral, que tiene una vida estupenda. Pero la gente tiende a caricaturizarlo, a trivializarlo, cuando tendríamos que coger el toro por los cuernos y abordarlo en un debate serio y, sobre todo, científico. Hace cuatro días la gente se reía de que una abeja fuera sintiente. Y ahora ya tenemos evidencias. Cuando me dicen que las plantas se pueden permitir el lujo de ser tontas, arraigadas, sin moverse, siempre respondo: perdona, ¿no será al revés? Si no se pueden desplazar, si no pueden salir por patas... Y están aquí, pasando sus genes, y no se han extinguido... ¡Qué listas tienen que ser! Dime tú a mí lo que aguantarías si no te pudieses desplazar. Las plantas nos dan sopas con ondas.

-¿Qué es lo más urgente y necesario que tenemos que aprender de ellas?

-Lo tengo clarísimo. Lo más necesario es meter una marcha menos, bajar revoluciones. Se lo digo sobre todo por el estilo de vida que llevamos, que vamos como pollos sin cabeza. Fíjese, el hecho de no apreciar su conducta inteligente también es por la escala temporal. Porque, para ver lo que hacen, hay que ver cómo crecen. Y su crecimiento es muy lento, y nuestra observación, por la escala temporal, es la que es por la impaciencia. Yo hablo del 'homo impatientius' y también del 'homo estúpidus'. Somos tontos e impacientes. Yo hago 'time-lapse'. Pero Darwin, que observaba las plantas, no tenía 'time-lapse' en su época. Lo que él hacía era observar a 'ojo ciego'. Decelerar. Apreciar lo que hacían a su escala, no a la suya propia. Bajar revoluciones nos vendría de miedo, pero para todo.

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-Luego hay plantas más listas que otras, como los propios humanos.

-Totalmente. Por ejemplo, hay una gran diferencia entre las plantas domesticadas y las silvestres. Se nos olvida que el 99,9% de nuestra interacción con flora y fauna es con especies domesticadas. Las mimamos desde Mesopotamia, proporcionándoles abono, agua... Las hemos hecho a nuestra imagen y semejanza. Es como cuando saco dinero del cajero y mi hijo piensa que los billetes crecen en el banco. Una planta que nace en el bosque tiene que sacarse las castañas del fuego. Ahora voy a hacer un trabajo de campo en Costa Rica para confirmar que la pasiflora silvestre tiene una conducta mucho más sofisticada que la de sus primas domesticadas.

-Saliendo del mundo vegetal, ¿le intrigan otros mundos, como los extraterrestres, o ya tenemos suficientes mundos en el nuestro por explorar?

-[Risas] Esta es una muy buena pregunta. Lo más dramático es que somos ciegos a una infinidad de fenómenos que nos rodean en nuestro día a día. Solo nos atraen los grandes titulares. No pensemos en extraterrestres. Imaginemos que los extraterrestres somos nosotros y viajamos a la Tierra en una época en la que ni existíamos. Solo hay plantas, pero nosotros no existimos. No puedes compararlas con nada. Y volvemos al 'no pienso en nada'. Me intriga la vida extraterrestre, claro, pero de una manera muy trivial. Estoy convencido de que hay vida por todos lados. El milagro sería que la Tierra, que es una canica miserable en una esquina del cosmos, una cagarruta insignificante, fuera el único sitio donde hubiera surgido la vida y tuviéramos algo que no haya en otro sitio. Otra cosa es que lo más probable es que jamás logremos contactar con nadie. Lo que no concibo es que haya alguien que piense que esa otra vida no exista.

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-Elon Musk está empeñado en llegar a Marte y el trabajo del MINT Lab ha sido apreciado y reclamado por el Pentágono para las máquinas que colonizarán el Planeta Rojo. ¿Ha pensado en comprarse el dichoso móvil por si le llama el dueño de Space X de forma inminente?

-A lo mejor eso es una razón de más para seguir sin tenerlo [risas]. Ahora hemos pedido un proyecto de estos tochísimos de la Unión Europea, sería un milagro que nos lo concedieran. Y va sobre esto, precisamente. Sobre el diseño de robots inspirados en plantas, los 'growbots'. Robots que crezcan de forma autónoma, inspirados en el comportamiento de las plantas. La vuelta de tuerca está en el control ecológico. El verdadero reto, hablando de la conquista de Marte con la que sueñan algunos, es que las máquinas se manejen por su cuenta y riesgo. La resolución de los problemas quizá no pasa por escribir más códigos, más reglas, sino por la propia morfología, por la anatomía. A lo mejor un robot no necesita ruedas, y solo necesita crecer. Y entonces una grieta te da igual, porque el robot se va a adaptar. Pero, si me quieren contactar, que me escriban al correo.

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-Habla usted de la llave maestra que preserva la capacidad adaptativa. Y asegura que, si hay una manera de definir la inteligencia, esta tiene que hacer referencia al conjunto del repertorio conductual de cualquier especie que no solo proporciona respuestas adaptativas al entorno, sino que lo hace de manera suficientemente flexible y anticipatoria. Resumiendo, ¿es más feliz quien mejor se adapta a los avatares de la vida?

-¡Uf! Esta pregunta es la más difícil. Aquí hay un matiz. Está bien adaptarse, pero que haya un encaje proactivo. Que no te dejes llevar. Que no dejes de guiar la máquina, de estar a los mandos de manera colegiada. Esto de la felicidad y de adaptarse yo lo veo más como una danza y una coreografía. Si te ves solo como individuo, como amo y señor, mal vamos. Pero si te ves como una pieza más de un engranaje bien lubricado, todo fluye. Y para eso hay que desprenderse de uno mismo y saber bailar de manera colegiada. Adaptarse, pero sin conformarse.

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