Primer espectáculo de ballet del nuevo 2022, compañía rusa que como las demás en origen siguen siendo ofertas atractivas para el gran público. Colaboración de ... pequeños alumnos de escuela de danza local, Buitrago en este caso, y muchas ganas de seguir viendo danza garantiza un aforo muy completo respetando medidas de seguridad y público entregado antes de comenzar. El Ballet Imperial Ruso, desde su fundación en 1998 por Maya Plisetskaya (1925-2015), junto a Geminidas Tarandá ha seguido la línea de repertorio clásico alternando con lo que Plisetskaya, el 'último Cisne', consideraba estilos modernos transmitiendo a sus alumnos la musicalidad y teatralidad con la intención de que el arte llegue al espectador y todo el mundo tenga derecho a ver ballet y conocerlo. Las últimas actuaciones de la compañía en este mismo escenario fueron un peculiar 'Cascanueces' y 'Lago de los cisnes' (2013) mientras que en 2019 el legado de Maya resultó muy correcto y entretenido.

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Ahora, aceptando la crisis mundial que intenta acabar con todo, el intento de seguir adelante en giras arriesgadas es de igual reto para todas las artes escénicas y no es excusa para no prestar atención al montaje de un programa cuyo efecto es una mezcolanza encubierta por oropel imperial. Una primera parte, en ambiente palaciego típico se suceden escenas y variaciones de 'Lago de los Cisnes', metiendo Cisne Negro, pena de fouettés fallidos, danzas de carácter o pasando a las de 'La bella durmiente' y personajes de cuentos. Una buena intención pero que resulta embarullada como páginas arrancadas de los libros, no leídas.

Ballet Imperial Ruso

  • Director: Geminidas Tarandá.

  • Gran Gala Chaikovski. Fragmentos de 'El lago de los Cisnes', 'La bella durmiente', 'Cascanueces'. Música: P.I. Chaikovski. Coreografía. Petipa/Ivanov versión G. Tarandá.

  • Bolero. Música M. Ravel. Coreografía: Nikolai Androsov, versión G. Tarandá.

  • Dónde: Auditorio Víctor Villegas de Murcia.

  • Cuándo: Sábado 15 de enero de 2022.

Por supuesto que en 'Cascanueces' la esperada aparición de encantadores angelitos y enanitos murcianos, más un excepcional paso a dos de los solistas, lo mejor de la noche, hizo elevar el aplauso a cotas máximas.

Ya en la segunda parte, el 'Bolero' de Ravel, la coreografía de Nikolai Androsov sigue sin convencerme, a pesar de tener intención espectacular ya que el ritmo y tempo invariable del movimiento orquestal necesitaría a su vez el aumento progresivo de la fuerza de los movimientos dancísticos que requiere la melodía obsesiva hasta alcanzar el clímax final y aquí los grupos corales mantienen prácticamente la misma línea en los veinte minutos de duración y lo que se siente es la propia música más que la danza.

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