Antes de hablar del Cordero Místico, del 'Cordero de Dios que quita el pecado del mundo', o incluso del delicioso cordero segureño -quien lo probó, lo sabe-, busquemos en la RAE la palabra 'conticinio':
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Una hora, cuenta el artista Nicolás de Maya (Cehegín, 1968), que se convierte en «un trance en el que las ideas se asientan y el mundo se detiene para descansar». Y añade: «Es un periodo intenso de expectativa ante lo que está por venir, equidistante del crepúsculo y el amanecer». Y también «un intervalo de especial recogimiento donde no existe ruido que perturbe la paz», prosigue describiendo, «sin distracciones, sumido en un instante de vacío donde el tiempo queda suspendido...». Y ese sosiego exterior, apunta ahora Sema D'Acosta, «potencia la emoción interior, un estado contemplativo al que», precisamente, «pretenden llevarnos las obras de Nicolás de Maya, que buscan implicar al espectador para que se detenga en soledad a pensar sobre lo que somos y el lugar que habitamos».
Así es: 'Conticinio' es el título elegido para la nueva exposición del pintor y escultor ceheginero, que, comisariada por Sema D'Acosta, podrá disfrutarse en la murciana Sala Verónicas -esa belleza de iglesia desacralizada que, en 1990, inauguró como espacio expositivo Lucio Muñoz-, hasta julio.
Las creaciones que De Maya presenta en Verónicas, sala pública regional dependiente de la Consejería de Cultura, permiten «reflexionar de manera introspectiva sobre la identidad murciana», entrecruzando, explican artista y comisario, «tres vectores principales que nos remiten a la relación del hombre con el territorio, las tradiciones y la fe».
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Una exposición -cinco cuadros y una serie de instalaciones, que incluyen una videoproyección en la pared del antiguo altar mayor-, que invita al silencio y que, plagada de simbolismos, su artífice cree que demuestra «mi madurez artística y mi dominio del oficio». Demostrado. Un tiempo fructífero que De Maya ha querido aprovechar «para hablar de nuestra Región de Murcia: de sus cielos, su belleza, su espiritualidad, sus costumbres, su historia...». Mostrándola en su intimidad.
El artista ha creado, entre otras piezas, una gran pila bautismal-fuente sagrada que impacta en el centro de la sala, llena de un líquido color sangre -tampoco ajeno al característico color rojizo de la comarca del Noroeste-, sobre el que cada quince segundos cae una gota que «rompe el silencio». Una muestra sobre lo sagrado, el vino autóctono, amaneceres y puestas de sol, nubes que recorren en movimiento diversos cielos de la Región -Lorca, Águilas, el Mar Menor...-, atmósfera poética, máxima intimidad en una casi penumbra. Buen gusto el de este creador cuya curiosidad es insaciable y al que le gusta observar a los buitres [no humanos] en cuanto la ocasión lo propicia.
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«En la exposición hay una presencia que recibe al visitante», resalta el artista. Se trata de «un cordero segureño -realizado con resina policromada- emparentado con nuestra tradición judeo-cristiana y árabe, y también con el 'bellocino de oro' que aparece en la historia de Jasón y los argonautas...; un animal muy mediterráneo». Una versión en dorado, y en mejor forma física, del 'Cordero Místico' de los hermanos Van Eyck pintado en 1432.
Y en el lugar de máximo recogimiento de Verónicas, es donde luce 'flotando' en el espacio la instalación de una mesa réplica a escala real -yeso cerámico-, de 'La cena' de Francisco Salzillo, el impresionante conjunto del barroco español fue encargado al escultor murciano en 1761. De la mesa creada por De Maya han desaparecido todos los personajes y solo quedan las viandas y los utensilios para dar cuenta de ellas con los que adorna esta 'joya' para procesionar en las mañanas de Viernes Santo.
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-¿Cómo somos los murcianos?
-Complejos, muy barrocos, exuberantes.
-¿Qué tenemos en contra?
-No nos tenemos en consideración a nosotros mismos. Ha tenido que venir [Carlos] Alcaraz para ponernos en el mapa y que nos sintamos orgullosos de nuestra tierra. Es como si, por fin, pudiésemos decir bien alto que somos de Murcia, cuando son muchos los personajes destacados que tenemos en nuestra historia, desde el místico sufí universal Ibn Arabí, a grandísimos inventores como Juan de la Cierva, Isaac Peral y Emilio Pérez Piñero. Y otra muchísima gente destacable en el mundo de la cultura. Que ha sido un deportista el que ha hecho que el nombre de la Región traspase fronteras, pues bienvenido que sea el grandísimo Alcaraz.
Las aventuras vitales que llevan acompañando a De Maya desde hace años, en las que se embarca siempre curioso, y con valentía, le han proporcionado un caudal de imágenes, emociones, interrogantes, tentaciones y sabiduría de las que él sabe muy bien impregnar con sutileza sus obras, en las que siempre habita la vida palpitante del primer Edén y la curiosidad por conocer, también, cuál es la razón de las sombras, aunque a veces, como si de Jonathan Harker despistado en el Castillo de Drácula se tratase, los peligros le acechen. Su mundo pictórico no es ajeno a sus experiencias, ni al color de las decepciones, la pasión, lo desconocido al alcance de tu mano...
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