La semana de Juanjo Martínez Cánovas
Narrador plástico de la miseria y la fugacidadSecciones
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La semana de Juanjo Martínez Cánovas
Narrador plástico de la miseria y la fugacidadLa inevitabilidad de la muerte comenzó a inquietar su corazón antes de la adolescencia. Para no sumirse en la agonía del descubrimiento y en la obsesión por la eternidad, inició su particular terapia a través del arte plástico mediante la tinta y la aguja, el grafito y el pincel. Doctor en Bellas Artes, profesor asociado en la Universidad de Murcia, tatuador tatuado y pintor, Juanjo Martínez Cánovas comenzó a dibujar antes que a andar. Lejanas ya aquellas primeras muertes de indios y vaqueros a rotulador, fijadas en su retina desde el televisor de sus abuelos, lleva más de dos décadas llenando su imaginario y su piel de simbolismo, fantasía y romanticismo, de demonios y pecados capitales, de seres antropomorfos que reflejan bajezas y miserias esenciales. Su arte, asegura, no funciona en la Región de Murcia, a pesar de los premios y reconocimientos. Es perturbador y «no combina con cortinas ni sofás». Virtuoso del dibujo artístico, este 2023 le ha deparado uno de sus mayores sueños: exponer en Estados Unidos, con una muestra individual centrada en la metamorfosis humano-animal. Le ha pillado de lleno el invierno en su estudio, junto al Museo de la Ciudad de Murcia, trabajando en sus dos próximos proyectos en solitario: el primero le llevará el 2 de febrero a Madrid, al espacio La Cabina, mientras que el segundo se inaugurará el 9 de febrero en la granadina Galería Ceferino Navarro. Su marcado y cálido acento murciano, cuajada de risas la conversación, contrasta con los colores fríos de su paleta de óleos. Hogareño y cariñoso, convive con el pesimismo y la melancolía, de la que se escapa en sus ratos de sofá y peli con su mujer e hija o en la música 'new retro wave' en la que empieza a hacer pinitos como compositor. Con una máquina del tiempo se plantaría gustoso en la Roma clásica, y no dudaría en trasladarse a Italia a vivir con su familia si le ofrecieran una oportunidad de vida solvente. Responsable de la palabra dada hasta el sufrimiento, cree que las cosas suceden solo cuando toca, aunque no duda en empujar al destino con perseverancia.
12.00 horas. Las dos exposiciones de febrero me tienen muy ilusionado. Ahora mismo, si en Madrid no saben quién eres, todavía no has conseguido nada en el mundo artístico. En la Región hay dos tipos de arte muy diferenciados. La parte más contemporánea, transgresora, la de Verónicas, el Centro Párraga, el ICA [Instituto de las Industrias Culturales y las Artes de la Región de Murcia] o el Cuartel de Artillería, y esa otra más clasicona, con artistas que no lo son, funcionarios que pintan por 'hobby' y copan la cartelería municipal. Murcia define cojonudamente eso de que el arte gusta si combina con el sofá o las cortinas.
9.00 horas. En el estudio llevo un horario comercial, aunque durante el curso suelo dejar a la niña en el cole a las 9, y ya después comienzo el día, dependiendo de si tengo un 'tatu', clase en la Universidad o si tengo que pintar. Lo primero que hago al abrir el ojo, mientras me visto, es poner la antena en el 24 horas para ver cómo van las guerras. Sé que eso no me aporta nada bueno, sigo la política pero no me interesa la clase política. Todos quieren que te posiciones, que no pienses por ti mismo y te definas con un partido o ideología.
10.00 horas. Como docente, si dejo temática libre a los chavales, todo es depresión, ansiedad. Vienen de una etapa brutal, son la generación de las redes sociales, que han consumido de todo visualmente. El mundo les come porque han vivido en una ficción permanente. Lo mejor para el adolescente es un futbolista, un reguetonero o un 'youtuber', y eso no ayuda al mejoramiento de la sociedad. Cada vez están más alejados de la muerte y de la vida real. No puede ser que se haga famoso un chaval en TikTok porque le dan arcadas abriendo un pollo envasado. No sé en qué mundo estamos viviendo.
20.00 horas. Tengo rituales trabajando, como poner música. Me gusta conversar con el tatuado, porque al final estás invadiendo su intimidad y busco momentos para evitar incomodidades. Ahora mismo también estoy haciendo música por mi cuenta. En todo lo que sea crear y hacer cosas que no den dinero, ahí estoy yo. Ando muy metido en la música 'new retro wave'. Para mí la felicidad se terminó un poquito antes de la adolescencia, y este tipo de música, como Depeche Mode o los principios de The Cure, me lleva a la felicidad, aunque me sale un poco el rollo oscurito. Los momentos felices me duran segundos, como la expo en Estados Unidos: me pega el latigazo al corazón y una hora después entro en mi bucle melancólico. Cuando llego a casa después de pintar o tatuar, me meto en la cama más de una noche con los auriculares, me enchufo un tecladito y me pongo a componer.
20.00 horas. Culturalmente intento normalizarle a mi hija la vida y la muerte desde el mundo del cine. Ahora tiene diez años, y desde pequeñita ha convivido con 'Pesadilla antes de Navidad', 'La novia cadáver' o 'Stranger Things'. Cuando viene al estudio me ve trabajando, supo de mi proyecto artístico sobre la exhumación de mi abuelo... No quiero que piense que la muerte es algo que ocurre solo en los videojuegos y en Palestina. Intento transmitir algo sencillo: en tu día a día, no jodas a nadie ni dejes que nadie te joda, porque no vamos a estar aquí toda la vida.
13.00 horas. Lo que más disfruto es estar en mi casa, con mi peque y mi mujer viendo una peli, una al día si puedo, tengo varias plataformas. O bien sábado o bien domingo, quedamos con algún amigo para comer o para cenar fuera, para compartir. Viendo lo que la gente me dice, no soy normal, aunque yo sí me lo considero.
17.00 horas. La palabra eternidad es la que me obsesiona, la muerte como la pérdida del amor a mis seres queridos, de la inquietud por crear... Quiero seguir creando, sintiendo, empapándome. Fuera de eso solo existe el vacío, la nada. Me preocupa hacer las cosas bien aquí, no lo que vayan a pensar de mí después de morir.
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