Las grandes historias a veces empiezan con un trámite administrativo, y esta es una de ellas. El pasado 4 de julio el Pleno del Real Patronato del Museo Nacional del Prado acordó proponer al ministro de Cultura la aceptación de la donación realizada por mí ... y por Carolina Parra del 'Retrato de José María D'Estoup', por Severiano Marín López. Esta es una historia que había empezado un año antes, con nosotros dos mirando un cuadrito en un anticuario. Coleccionar obras de arte es una de las grandes cosas de la vida. No me refiero a acumular objetos, hablo de construir una colección que complemente y enriquezca nuestro paso por la tierra, hablo de la colección de la vida. Carolina y yo coleccionamos contemporáneo, que es de lo que sabemos y amamos, pero el camino nos ha ido llevando a otros territorios y ello ha dejado residuos físicos en forma de productos artísticos del pasado. Apenas tenemos obras del siglo XIX pero hace un año vimos este dibujo. Conserva el marco original y el personaje retratado era desconocido. Del autor, Severiano Marín, no sabíamos entonces nada, pero la calidad era extraordinaria, así que lo compramos, una compra impulsiva motivada por la curiosidad: ¿quién sería este tipo con patillones isabelinos?
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Lo desmontamos y apareció la inscripción inferior 'C de Juanelo nº27 tº 3º. Iquda. Museo de Pinturas de la Reyna'. El dibujo perteneció a Isabel II. A su izquierda, sobre el hombro del retratado hay un nombre invertido: Severiano Marín. Nos costó poco descubrir que fue pintor pero tuvo otra profesión por la que la historia ha conservado mejor su nombre: era el segundo restaurador de la reina. Entre sus trabajos más relevantes estuvo el traslado de 'La familia de Felipe V' el enorme cuadro de Van Loo en 1847. Dos años antes, en 1845, Federico de Madrazo, director del Real Museo de Pinturas, como se llamó originalmente El Prado, había planteado crear una galería de retratos dinásticos de la casa real en el Real Museo de Pinturas, el actual Museo del Prado, del que era director. Este dibujo está fechado exactamente en 1845.
Severiano Marín nació el 8 de noviembre de 1818 y fue restaurador del Real Museo de Pinturas, entrando en 1833, año en que se creó la escuela de restauradores del Prado, como becario y acabando en 1849 como segundo restaurador, lo cual lo convertía en el segundo restaurador del país. Madrazo lo consideraba uno de los mejores, por eso restauró Durero, El Greco, Tiziano, El Bosco, Velázquez... y una cantidad notable de obras del Escorial, del que fue jefe de restauración, sin dejar de lado su carrera como pintor. Una vez contextualizada la obra y estudiado el autor, el siguiente paso fue la trazabilidad. Al desmontar el marco aparecieron en la trasera varios sellos del Ayuntamiento de Las Torres de Cotillas, del Frente Popular, un tercero ilegible y un cuarto de una Unión General también de Las Torres de Cotillas. El del Frente Popular deja claro que el dibujo fue incautado en una colección de las Torres, y esa colección no podía ser otra que la D'Estoup, la que en su día se consideró más importante de la Región y de la que la Universidad guarda parte en el Rectorado, habiéndose dispersado el resto. Tal y como ha estudiado Daniel Genaro Pérez Tárrega, y antes Antonio Ripoll, José María D'Estoup y Cayrón (doc. 1838-1875), fue un conocido terrateniente, político, industrial y comerciante murciano. Su familia era originaria de Francia, estableciéndose en Murcia a comienzos del siglo XVIII. La colección D'Estoup en 1849 estaba conformada según recoge el catálogo publicado por el propio coleccionista ese año, por 351 obras. A la muerte de D. José María la colección debió ser heredada por sus tres hijos, Francisco, Florencio y José María D'Estoup Garcerán, y por tanto repartida. Florencio legó en su testamento al Museo del Prado, nueve pinturas procedentes de la colección de su padre, que ingresaron en 1917. Una obra es su existencia material y también el relato que constituye. En este caso el relato es relevante y lo objetual también, por lo que hay que entender nuestra posición como coleccionistas y determinar dónde debía estar este trozo de la historia del arte, y es en las colecciones del Museo Nacional del Prado, a quien la ofrecimos la donación. Nos encantaría tenerlo en nuestra colección pero es parte de la historia del Museo, que debe conservar la efigie de uno de los pioneros de su escuela de restauración, máxime cuando en los listados del Museo no aparecía hasta la entrada de esta obra ninguna de Severiano Marín López. También es un acto de justicia que uno de los grandes coleccionistas, como fue Don José María, entre a formar parte de una colección que representa lo mejor que España ha dado al mundo.
El Museo Nacional del Prado no puede aceptar todas las donaciones que recibe, entre otras cosas porque atesora 34.000 objetos, entre ellos 8.000 pinturas, así que solo acepta lo excepcional y lo que está ausente en sus colecciones. Para nosotros ha sido un sueño que fuese aceptado nuestro dibujo. Como historiadores del arte nunca hubiéramos podido soñar en que podríamos contribuir a hacer mínimamente más rico el lugar del mundo que más amamos después de nuestra casa, este cuadro pertenece ya al museo que amamos por encima de casi todo.
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