Nacho Ruiz ante el retrato de Francisco de Cossío que pintó Cristóbal Hall en 1928, obra prestada por el diario 'El Norte de Castilla'. Guillermo Carrión / AGM
Comisario de la exposición del centenario del Suplemento Literario de LA VERDAD, doctor en Historia del Arte y galerista de T20

Nacho Ruiz: «Para llegar a ser la 'Edad de Oro' a aquel tiempo le faltó continuidad»

El Almudí acogerá el jueves la inauguración de 'La Edad de Plata en Murcia', muestra que rescata el espíritu de modernidad en la década de los 20 y 30

Domingo, 19 de noviembre 2023

El próximo jueves 23 de noviembre, a las 17 horas, Murcia escribirá una nueva página de su historia con la inauguración en el Palacio Almudí ... de 'La Edad de Plata en Murcia', la exposición dedicada al centenario del Suplemento Literario de LA VERDAD. Una gran oportunidad para volver la mirada a un tiempo y a unas personas que protagonizaron uno de los momentos más excelentes que se recuerdan. Una década, la de los años 20, que fijará nuevas coordenadas poéticas y artísticas, y en la que Murcia y LA VERDAD están en el centro de la diana. Nacho Ruiz, doctor en Historia del Arte, galerista de T20 [junto a Carolina Parra], es el comisario de esta propuesta respaldada por la Comunidad Autónoma, a través de la Consejería de Turismo, Cultura, Juventud y Deportes y del Instituto de las Industrias Culturales y las Artes, y por el Ayuntamiento de Murcia y LA VERDAD. Una exposición que recupera la fuerza cultural de unos años en los que Murcia dio pasos de gigante y LA VERDAD, como recuerda Alberto Aguirre de Cárcer, actual director, era «escaparate de nuevos talentos y de la creación artística más rompedora», dando a conocer a los autores de la Generación del 27, pero también a creadores como Benjamín Palencia, Luis Garay, Gil de Vicario, Vicente Ros, José María Almela Costa o Daniel Vázquez Díaz.

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«Es imposible –escribe Nacho Ruiz en el catálogo– que una exposición contenga todo un periodo tan alejado en el tiempo, algo a la manera del mapa del imperio de Borges en 'Del rigor en la ciencia'. Sería absurdo ir acumulando todos los objetos, muchos de ellos ya desaparecidos en una laboriosa tentativa de fracaso. Tampoco un libro puede hacerlo del todo pero la suma de ambos tal vez despierte interés suficiente para que Murcia, una de las capitales españolas, conozca lo que el Suplemento Literario de LA VERDAD y las dos revistas sucesivas, tanto 'Verso y Prosa' como 'Sudeste', supusieron para la cultura. Esta es la intención de este proyecto y la vía para conseguirlo es fijar ideas y lanzar preguntas más que la solemne celebración de unas personas y un movimiento que quiso ser cualquier cosa menos solemne, formado en juventudes azogadas por la inquietud y periféricas bajo las ideas de renovación y futuro que rigieron la modernidad española del periodo que precede a la catástrofe del 36».

En esta propuesta artística, bajo la coordinación general de Maravillas Pérez, colaboran un buen número de prestadores de obras, tanto instituciones públicas y entidades privadas como coleccionistas particulares: Asamblea Regional de Murcia, Ayuntamiento de Murcia, Archivo Municipal, Museo de la Ciudad, Carolina Parra, Comunidad Autónoma de la Región de Murcia, diario El Norte de Castilla, la familia Guerrero Ruiz, la familia Meroño Ros, la Fundación Antonio Ródenas García-Nieto, la Fundación Mapfre, Gabriel Batán, las galerías Guillermo de Osma, Leandro Navarro y Rafael Ortiz; Ignacio Ruiz, Jesús Egea, José López Albaladejo, el Museo Gregorio Prieto, el Museo Taurino de Murcia y la familia Aparicio García.

Un tiempo fascinante

«La vía para avivar el interés es fijar ideas y lanzar preguntas más que la solemne celebración de unas personas y un movimiento que quiso ser cualquier cosa menos solemne»

–¿Qué vamos a encontrar en esta exposición a partir del jueves?

–Esa Murcia de la Edad de Plata. En las diferentes secciones de la exposición hemos confrontado la Murcia que había con la Murcia que llega. Por ejemplo, vemos en 'El viático en la huerta', una pieza de Juan Antonio Gil y Montejano, de 1876, que no es el boceto del Mubam, sino el grande, un cuadro que apareció en Venezuela en los años 90, de una coleccionista de Los Alcázares que ya lo prestó una vez. Es muy interesante ver cómo era esa Murcia, apreciamos entre el grupo de casas, torres y campanarios el Arco de la Aurora, el viático va a hacer su función en una Murcia que tiene condiciones duras de vida [el viático en la tradición católica acostumbra a llevar la Comunión a los moribundos]. Y aquí lo vinculamos con la portada de 'Las caracolas', novela de costumbres de Jara Carrillo (1920), y con las dos únicas caracolas de avisos que hemos encontrado, que vienen del Museo de la Ciudad. Tenemos a un gran ilustrador que no nos podemos cansar de reivindicar, Luis Gil de Vicario y la portada que hizo para 'Blanco y Negro'. Sánchez Picazo, el gran pintor de las flores, aparece en contraste con el estudio de la calle Riquelme, donde encontramos a Planes, Pedro Flores y a Garay, pero también a Almela Costa y a Joaquín, ese personaje alucinante, y a Clemente Cantos y Garrigós. Con el tiempo a ese estudio van a ir llegando todos: Bonafé, Ramón Gaya, que era mucho más joven... Hemos intentado reunir en esta sección a los artistas del momento. Yo diría que aún hay pendiente una exposición solo del estudio de la calle Riquelme.

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–Nos dice usted: «La vida se desarrollaba en la calle, las tabernas de Santa Eulalia o San Antolín y los cafés del Arenal. Luis Garay y Pedro Flores fueron cronistas de aquella Murcia como Jan y Cora Gordon lo fueron desde la mirada del extranjero». ¿Quiénes fueron los Gordon?

–Jan y Cora Gordon eran pintores y viajeros ingleses, autores de un libro, 'Poor Folk in Spain', en 1922, donde recuerdan en su visita a Murcia el denso polvo capaz de cubrir como en neblina la huerta desde la estación del Carmen. Llegaron aquí desde Londres y tal vez de ahí derive el acertado aforismo de Ramón Gaya, el de «Murcia finamente polvorienta». En este libro de los Gordon las palabras se sobreponen a las estampas, Murcia sale muy mal parada. Ellos en Murcia se llevaron bien con poca gente; con Garrigós, a quien cogen cariño; con Luis Garay, que les hace de guía; con Flores no tanto... Todo ese ambiente de las tabernas sale en el volumen. En la exposición veremos unos grabados que el pintor inglés Jan Gordon le regala a Garay sobre cómo era la Murcia tabernaria. De hecho, hay una sección que es la calle y la taberna.

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De Garay a los Gordon

–En esas obras de Jan Gordon parece que el reloj del tiempo no ha corrido y que esa Murcia de los años 20 parecía anterior, como anclada aún al siglo XIX.

–Hay un cuadro en la exposición que para mí es muy importante, que ya tuve en la exposición de Solana ['Solana y la modernidad otra', en 2020, en la iglesia de San Esteban], que es 'Suceso en la calle de la Gloria' (1925), de Garay. En un principio se creía que eran las casas bajas de Espinardo, pero con el tiempo identificamos la calle de la Gloria, desde el estudio de Garay. Es una panorámica de la calle, sabemos que han detenido a dos hombres, la mujer de uno de ellos corre gritando detrás y todas las vecinas, con el escándalo, se asoman a las puertas. El punto narrativo, que era lo bonito de Garay, que lo perdió al final de la guerra, cuando se convierte en otra cosa, es brillante. Date cuenta que siendo cosas distintas hay un deseo narrativo en él, que es un escritor interesante. Es una síntesis de lo que era Garay y lo que era Murcia en 1925, año de la exposición de la Sociedad de Artistas Ibéricos, en la que está. La perspectiva es fascinante, podría parecer italiana.

'Suceso en la calle de la Gloria', obra de Luis Garay: Murcia en 1925. G. C./AGM

–La tertulia en cafés como el Oriental, la vida tabernaria... ¿Cómo habría sido Murcia si no hubiera sucedido la guerra civil?

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–En la exposición tenemos, por ejemplo, 'Vista de la plaza y avenida de Ensanche de Murcia con la estación de Ferrocarril de Murcia-Zaraíche' (1933), una pieza de las colecciones artísticas del Ayuntamiento de Murcia, depositada en el Museo de la Ciudad. En Murcia se derribó el palacio del Marqués de los Vélez, y en el montaje trazo muchos diálogos y diagonales entre cuadros, de modo que cuando veamos esta vista y miremos al viático en la huerta encontramos el principio y el fin de una época. O, en realidad, el principio del futuro. Todo ha sido así, pero con otras calidades. En esa Murcia en la calle encontramos el barro, la cartelería de las fiestas populares, el pimentón... los Gordon hablan del grito, de los carteles de los toros. Hay una mínima historia del cartel, que podría ser Alcaraz, del año 10 al 20; Gil de Vicario, del 20 al 30; y los 30 con Garay. Esta es otra exposición acojonante por hacer, porque del diseño de esa época viene también Germinal, Rodrigo Fonseca, F33... toda esa calidad del diseño que hay en Murcia. Del diseño en la industria del pimentón vive Garay, que era litógrafo, como el padre de Gaya. Tenemos la pintura original que hizo Gil de Vicario para el concurso de la coronación canónica que no se llegó a hacer. Juan Guerrero, que era secretario municipal del Ayuntamiento de Murcia, cuando se fue a Alicante encargó los carteles de las fiestas a Bonafé y a Gaya.

El mayor reto

«Planteamos cinco exposiciones en una para pasear por la historia y por el Suplemento, por un proyecto inédito sobre Ramón Gaya, y recuperar a todos los artistas que están en las tres revistas»

–¿Qué ha descubierto de esta 'Edad de Plata' que desconocía? ¿Qué le habría faltado a esta época para llegar a ser 'Edad de Oro'?

–Me ha hecho leer a mucha gente. Yo no fui un gran lector de Juan Ramón, y tener la primera edición de 'Platero y yo' ha sido emocionante. Toda exposición, en realidad, es estudiar. No puedes saber de todo, pero sí llegar al máximo conocimiento posible. Yo creo que para llegar a ser 'Edad de Oro' a esta 'Edad de Plata' le faltó continuidad. Porque fue un periodo muy corto. Todo se cortó con la guerra. ¿Hasta dónde hubieran crecido Miguel Hernández o Federico García Lorca? Hay una cosa interesante, un dibujo inédito de Benjamín Palencia, otro de los protagonistas, de la Fundación Ródenas-García Nieto, de 1925, hecho en Altea, donde Juan Guerrero alquilaba casa. Benjamín participaba de aquello, pero no del grupo de artistas. Su relación con Guerrero Ruiz, de hecho, no está tan documentada.

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–¿Cuál ha sido el mayor reto?

–Hacer lo que nunca se había hecho. Lo primero que hice fue estudiar lo que había ocurrido. Por ejemplo, en 1982, en la Complutense, se hizo una exposición que comisarió Bonet en la que se reunía la colección de Juan Guerrero Ruiz, que conserva una parte importante de lo que se publicó en Murcia. Ana, nieta de Juan, ha sido de una generosidad maravillosa, y pronto descartamos volver a esa idea que ya se había ejecutado. Descarté una exposición cronológica, no tenía sentido. La figura de Guerrero ya se había abordado, no tanto la de José Ballester. Lo que planteamos son cinco exposiciones distintas en una para pasear por la historia, por el Suplemento Literario, por un proyecto específico e inédito sobre Gaya, y por recuperar a todos los artistas que participan en las tres revistas, desde Vázquez Díaz, y llegamos a los 40 y 50, incluso una pieza abstracta de Esteban Vicente.

«Aquellos autores y artistas asumieron una misión: modernizar el país»

-¿Para qué le gustaría que sirvieran iniciativas como esta, que nos remontan a un tiempo de esplendor en todas las artes?

-Yo he intentado plantearla en muchos niveles distintos. Quien quiera leer, aquí tiene para leer lo que quiera. Se ha intentado que los expertos hallen obra interesante, y también que el público de calle, quizás más desconocedor, descubra lo que pasó aquí en los años 20. Tenemos una idea de Murcia que es esa Murcia de la primera sección, la Murcia huertana, pero se ha pretendido hacer ver que hubo otra calidad y una modernidad en esos años 20. Eso es muy difícil. Si en París estaba la vanguardia, en España nos dio miedo dar el salto al cubismo. Hubo una modernidad muy personal en todos los órdenes, arte, literatura... y esa necesidad de modernidad era igual aquí en Murcia que en Alicante o en Málaga, Es algo muy bonito, porque el síntoma era la floración de revistas. Eran muy pocos, y habían asumido una misión; modernizar el país. Estaban en una trinchera, y esa sensación todavía queda en la periferia. Hoy cuesta recuperar testimonios de la época pero queda el espíritu. Y a lo mejor no hemos leído bien el pasado, pero hoy muchos conocen a Ramón Gaya, quizás no tanto a Pedro Flores. De modo que sí ha quedado algo de ellos. Pero, ¿hasta qué punto la gente conoce la vanguardia literaria del momento? Yo creo que no hemos sido tan injustos, porque hay que tener en cuenta que pasó por encima de ellos el franquismo, que afectó a todos. Pasar ese filtro y llegar al día de hoy con esta frescura es muy importante. Hay figuras que no aparecen en primera línea y que son adorables, como el dibujante y pintor malagueño José Moreno Villa, exiliado en México, de quien tenemos una pieza en la exposición. Veremos también obras de Maruja Mallo, de Picasso, de Alberti, de García Lorca...

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