Volver a una fórmula ganadora es a veces la mejor idea. La evidencia es el calor con el que el público acogió en Jazz San Javier el soul retro de Steffen Morrison, cantante holandés empadronado en Amsterdam, a pesar de que parece forjado en la ... factoría Stax. Verdad es que el vocalista lleva en sus huesos los aires atlánticos de Surinam, su pequeña isla natal al norte de la costa suramericana. Con esa pócima genética, se ha erigido en el sostenedor del género, no tan revival como Leon Bridges y su encanto sesentero, ni tan blanco como Eli Reed, ya que Morrison le ha pasado el filtro del nuevo siglo, más rítmico, con algunas gotas de hip hop, pero la suficiente angostura densa y humeante para alinearse con los nietos de James Brown. De hecho, a su último disco lo ha llamado 'Legacy', título épico con el que se alza como heredero del linaje de Otis Redding. Este felino no tiene las mismas garras, pero su espectáculo convence. Es el predicador de una banda potente, todo testosterona sobre el escenario. Batería musculada, un bajo con groove envolvente, punteos disco que enmarcan sus aullidos y dos vientos que elevan el tono orquestal.
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Con un auditorio bastante repleto, el soulman solo tuvo que lanzar su anzuelo para rendir al público a sus botas de puntera metálica. El de Morrison es un concierto celebratorio, a pesar de su aspecto de cabecilla de banda neoyorquina. El apóstol seductor llama a «festejar la vida y el amor, ahora que tanta gente llora en el mundo». Encadena sus hits más asertivos, como 'Positivity' o 'Feels so good', y convierte el recinto en un coro gospel. Su pegadizo 'Movin´on' coronó con un final festivo una noche que comenzó por derroteros más caribeños.
Concierto: Homenaje a Bebo Valdés Roberto Carlos Valdés 'Cucurucho': piano. Javier Colina: contrabajo. Moisés Porro: batería y percusión. Invitada especial Alana Sinkëy: cantante.Steffen Morrison: voz. Alvin Lewis: guitarra y voz. Raoel Foe Aman: bajo. Jeremiah Owusu: batería. Samuel Frank: teclados. Franklin Breeveld: saxo. Joe Rivera: trompeta.
Roberto Carlos Valdés, Cucurucho, homenajeaba a su abuelo, el recordado pianista Bebo Valdés, precisamente con el contrabajista que mejor acompañó al virtuoso cubano, patriarca de la principal saga del pianismo isleño, que ha pasado al completo por la historia del Festival de San Javier, desde el mismo Bebo a su hijo, Chucho, su nieto Chuchito y ahora otro descendiente, Cucurucho. Imposible no ver retazos de las manos de sus predecesores en las manos de este pianista, más gimnástico pero con ese lirismo familiar que su tío Chucho y su abuelo escalaron hasta la excelencia de la sensibilidad, en la que el sucesor avanza por la ladera.
Es una delicia escucharle junto a Javier Colina, ese navarro elegante hasta el vahído, que ha aportado su clase a músicos como Pat Metheny o Brad Meldhau, y participó en el éxito de 'Lágrimas negras', esa fusión de ritmos cubanos y voz flamenca que le dio a Bebo uno de sus siete Grammy, compartido con Diego El Cigala. El tercer motivo para disfrutar del combo era Moisés Porro, la mano firme y precisa a las tumbadoras.
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Cucurucho traspasa todos los límites de velocidad y técnica, incorpora de forma innata las sonoridades cubanas y nada como un marrajo entre el jazz y la música popular. Se le nota la férrea formación clásica que se imparte en la isla, y sus años como miembro de Los Van Van, la orquesta creada en La Habana a finales de los sesenta, una banda mítica de salsa que sigue reparetiendo ganas de vivir.
Dieron alas al repertorio de Bebo, que no acumula polvo, sino devoción pasados los años. Con la mareante variedad de registros del pianista, Colina pone el poso de la sabiduría. Es contrabajista de los que, como cantaba Milanés, se adentra sonriendo. Preciosismo en el inicial 'Tumbao pa´Bebo' del trío, y encaje de boleros y guajiras en el trío, que para cada acorde tiene un bello remate, para cada subida, un río que se encabrita y se aplaca. Llevaron alto el antiguo danzón 'Tres lindas cubanas' y acompañaron generosos a Alana Sinkey para aquellos temas aclamados como 'Vete de mí' o 'Niebla de riachuelos'. Esa voz cruda de Alana, hipnótica por pura, desarma ejércitos.
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