En los últimos años las giras de aniversario se están convirtiendo en una constante. Son una excelente excusa para salir a la carretera, que es donde está el dinero, sin pasar por el laborioso proceso creativo de grabar un disco nuevo que a saber cómo le va. Total, el público quiere escuchar lo que quiere escuchar y menuda pereza ponerse a ensayar canciones que igual pasan sin pena ni gloria. Así, con un ojo puesto en la nostalgia y el otro en las cuentas, el panorama de la música en directo se está plagando de giras conmemorativas. Un negocio legítimo, pero con demasiada frecuencia también un ejercicio de perezosa autocomplaciencia.
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Resulta fácil, por lo tanto, dejarse llevar por los prejuicios y levantar una ceja ante la celebración de los 30 años de Sôber, asumiendo que será otro intento de rentabilizar las glorias pretéritas. Tremendo error. Si algo ha caracterizado a estos madrileños que encabezaron la oleada de metal alternativo patrio a principios de los 2000, cuando las guitarras con distorsión todavía tenían cabida en las radios generalistas, es la integridad y el afán por ofrecer siempre un poco más de lo que se espera de ellos. Y su última gira, que este sábado recaló en la sala Mamba de Murcia con entradas agotadas, no es una excepción.
Para empezar, el trigésimo aniversario de Sôber ha servido para que la banda se quite la incómoda espina que arrastra desde que unos sinvergüenzas se aprovecharon de su inexperiencia y usaron su primer disco, 'Torcidos', como un trampolín para llenarse los bolsillos. Una complicada historia que se resume en que ese primer trabajo maldito estuvo también a punto de ser el último, lastrado por una producción deficiente y por endeudar al grupo a causa de unos adelantos cobrados a sus espaldas que, desde luego, no se invirtieron en la propia grabación ni en promocionarla.
Treinta años después, se ha decidido rescatar esas viejas canciones del olvido para liberarlas de su vergonzoso estado original, reinterpretadas en el estudio con una producción de primer nivel y un nuevo enfoque más acorde con el estilo actual de Sôber. La nueva versión regrabada, titulada 'Retorcidos', es la mejor manera de conocer unas composiciones que permanecían escondidas en el sótano, como un vergonzoso secreto familiar, y de paso supone la oportunidad de presentarlas en directo por primera vez en décadas. Esto se podría haber planteado como una gira de presentación al uso, como si fuera un disco completamente nuevo -y a efectos prácticos se podría considerar como tal-, pero el grupo ha querido ir un poco más lejos y plantearla como una celebración de toda su carrera.
Más que un simple concierto de grandes éxitos, el cuarteto protagonizó este sábado en Murcia una colosal exhibición de tres horas que recorrió todas sus etapas, incluso aquellas en las que Sôber no era Sôber. Y es que, tras un primer bloque convencional que combinó clásicos de la primera época con canciones más recientes, como 'La araña' o 'Blancanieve' -por desgracia la única representación del sensacional 'Letargo'-, se materializó la vuelta a los escenarios de Savia y Skizoo, las formaciones que surgieron cuando los componentes de Sôber decidieron separar sus caminos entre 2005 y 2010.
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La recuperación de las dos bandas hermanas no fue un mero guiño, sino que acapararon casi la mitad del repertorio, algo que pudo decepcionar a quienes esperaban ver un concierto más de Sôber, pero que sirvió, no solo para poner en valor su importancia dentro de su trayectoria, sino también para que las tres horazas de espectáculo no llegaran a hacerse pesadas en ningún momento. Quedaron como músicos permanentes en el escenario los guitarristas Jorge Escobedo y Antonio Bernardini, junto a Manu Reyes a la batería, mientras que el bajo de Jesús Pulido -de Savia- fue yendo y viniendo según lo requería la ocasión. Del mismo modo, el cantante y bajista Carlos Escobedo fue dándole el relevo al carismático Morti para los segmentos dedicados a Skizoo, mientras que él mismo se calzó un sombrero de cowboy para interpretar las canciones de Savia cuando tocaba.
Del proyecto paralelo de Carlos Escobedo destacó la emotiva 'Inmortal', que sirvió también para recordar al batería Alberto Madrid, fallecido en un accidente de tráfico apenas un año después del debut de Savia. Más difícil resulta quedarse con momentos singulares del 'show' de Skizoo, redondísimo y con un Morti en estado de gracia que hizo desear que Jorge Escobedo y Antonio Bernardini decidan darle continuidad en el futuro, aunque sea de forma ocasional.
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La balada 'Eclipse' marcó el inicio de un último tercio dedicado íntegramente a Sôber, con varias representantes de su catálogo más reciente, como 'Vulcano' o 'El día de la liberación', y un díptico de 'Reddo' formado por 'La nube' y 'El hombre de hielo', dos de los momentos más brillantes de la noche, que se beneficiaron enormemente del buen sonido de la sala Mamba y se pudo apreciar unos cautivadores arreglos electrónicos que en directo no siempre se aprecian con tanta nitidez como deberían.
En la recta final del concierto, Carlos Escobedo se dio el gustazo de explotar su faceta de percusionista junto a Manu Reyes con un intenso solo a dos baterías, y acto seguido se dio un baño de masas para cantar 'Estrella polar' entre el público, regalando abrazos entre los presentes y dedicando especial atención a los numerosos niños que había entre el público, un hecho que celebró visiblemente sorprendido.
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Ya con sabor a despedida, Morti regresó a las tablas para acompañar a Escobedo en 'Tiempo', una de las dos nuevas canciones incluidas en 'Retorcidos', y 'Náufrago', a modo de dueto. El extensísimo repertorio de la noche, compuesto por alrededor de una treintena de temas, pareció no haber sido suficiente para el público, que se negó a dejarlos marchar sin una última canción. La escogida fue 'Loco', uno de sus primeros éxitos, cerrando así el círculo.
Soplar treinta velas es un logro del que pocas bandas pueden presumir, pero mucho más difícil resulta que lo hagan en un estado de forma tan formidable como estos tipos que, con cincuenta años en el DNI, siguen mostrando un estado físico y un entusiasmo propios de unos veinteañeros. Sôber ofreció este sábado en Murcia un concierto mastodóntico y memorable, enésima confirmación, si es que hiciera falta a estas alturas, de que sigue en la cima del rock español. Y aunque su propuesta, a menudo infravalorada por ser demasiado melódica para el público metalero y demasiado dura para el público rockero, no siempre recibe el crédito que merece, treinta años después sigue entusiasmando a sus seguidores y colgando el cartel de «entradas agotadas». Que sigan otros treinta años más.
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