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Saxon, durante su concierto de este viernes en el Rock Imperium de Cartagena. Pablo Sánchez / AGM

Saxon destapa el tarro de las esencias del heavy metal en el Rock Imperium

La banda británica encabezó una jornada del viernes del festival cartagenero en la que Igorrr dio la sorpresa y Emperor desató un infierno sonoro

Viernes, 21 de junio 2024, 23:09

Después de un jueves de perfil más relajado, el Rock Imperium volvió a coger fuerza este viernes con propuestas musicales más enérgicas. Tras ser baja de última hora el año anterior, Nestor saldó su deuda con su electrizante hard rock de inspiración ochentera pero con ... un dinamismo del siglo XXI. Fue buena cosa que el destino quisiera que su actuación tuviera lugar en esta edición del festival, ya que esto les permitió enriquecer su repertorio con canciones de su reciente segundo disco, 'Teenage Rebel', una de las sorpresas más agradables de 2024. Unos tipos a seguir de cerca.

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El francés Igorrr (en mi cabeza suena pronunciado por Chiquito de la Calzada) ofreció a continuación la propuesta más bizarra e inclasificable de todo el festival, un cóctel absolutamente marciano de metal extremo, electrónica, trip hop, folk oriental, chiptune ópera e incluso música barroca. Aunque muy basado en los samples, el espectáculo distó mucho de ser una sesión de DJ. El músico se acompañó de un batería para morirse, un guitarrista, una cantante lírica y un vocalista gutural, además de tocar varios instrumentos diferentes -entre ellos una flauta dulce de las que se usan en las clases de música del colegio que generó un momento hilarante-. En definitiva, una absoluta chaladura solo apta para las mentes más abiertas y despiertas, pero rompedora y creativamente apabullante. Si alguien creía que ya lo había escuchado todo, después de Igorrr quedó claro que todavía quedan territorios musicales salvajes por explorar y el entusiasta aplauso con el que fue despedido demuestra que también hay público para ello.

Después de un concierto tan estimulante como exigente, el festivo power metal con trazas de italodisco de Beast in Black sentó como un bálsamo liberador. Su propuesta cañera y accesible, especialmente adecuada para los festivales -normal que se los estén rifando por toda Europa-, funcionó como un tiro, y puso al público a saltar y participar en unos estribillos claramente concebidos para ser coreados.

Concierto de Beast in Black en el Rock Imperium. Pablo Sánchez / AGM

El dinamismo de Beast in Black dio el relevo a Accept, una banda histórica caracterizada por inyectar contundencia alemana en el heavy metal clásico y cuya fuerza no se ha suavizado ni un ápice con los años. Casi medio siglo después, su directo sigue siendo una metralleta aunque quizá pueda parecer un poco básico y predecible. En busca de aires más frescos, acudí al tercer escenario para asistir, en un ambiente más íntimo, al debut como solista de Einar Solberg, cantante y líder de Leprous, que ofreció un estimulante oasis de rock progresivo no excesivamente diferente de los momentos más líricos e introspectivos de su banda principal. Lo más emotivo del día.

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Saxon y el fuego original

Hubo un tiempo en que lanzar un disco en directo no era un cómodo sacaperras. En los 70 y 80, cuando un grupo decidía editar una grabación en vivo, era un acontecimiento destinado a encapsular en el tiempo una gira verdaderamente especial. 'Made in Japan', de Deep Purple; 'Live After Death', de Iron Maiden; o 'Live and Dangerous', de Thin Lizzy, son algunos ejemplos de un selecto club del que también forma parte 'The Eagle Has Landed', con el que Saxon coronó en 1982 sus primeros cinco años como punta de lanza de la nueva ola de heavy metal británico. Fue un punto de inflexión. En los años siguientes Iron Maiden y Judas Priest se distanciaron del movimiento, siguiendo una evolución propia que les trajo un éxito más global, mientras que otros se quedaron por el camino. Saxon, por su parte, se quedó custodiando el fuego de Prometeo, protegiendo intacto el tarro de las esencias de ese heavy metal puro y sin adulterar que llenó la Gran Bretaña de la era Thatcher de melenudos enfundados en cuero y tachuelas.

Con motivo de las cuatro décadas de 'The Eagle Has Landed', Saxon abrió ese tarro de miel en Cartagena y embriagó al público con el aroma de la rebeldía y la resiliencia, valores que acompañan a una banda que se mantiene firme, ajena a tendencias y a modas. Firme, pero no inalterada, ya que Biff Byford exhibió una sorprendente evolución para quien no lo haya seguido en los últimos años -mal hecho, el reciente 'Hell, Fire and Damnation' es un discazo y las dos canciones que tocaron de él no desentonaron en absoluto al lado de clásicos de la talla de 'Power and the Glory' o 'Heavy Metal Thunder'-. Con la edad, su voz rasgada ha adquirido carácter y profundidad, y sonó mejor que hace 40 años. Ventajas de no haber apostado nunca por los agudos imposibles y los gorgoritos.

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Concierto de Saxon. Pablo Sánchez / AGM

Como concierto conmemorativo de alto perfil, Saxon se presentó con una escenografía espectacular, coronada por un enorme águila de metal, y ofreció un repertorio muy centrado en homenajear su mítico disco en directo de 1982 y en replicar las sensaciones de la época, pero aportando la madurez conseguida con los años. Una feliz novedad fue la incorporación de Brian Tatler -proveniente de Diamond Head- como guitarrista, una elección que le viene como anillo al dedo a su sonido rudo y rico en solos sabrosones.

Se despidieron bajo una preciosa luna llena, sin escatimar en pirotecnia, con las emblemáticas 'Crusader' y 'Princess of the Night', una elección tan obvia como inevitable. Sólidos e incombustibles como sugiere la letra de 'Motorcycle Man', lo suyo fue una clase magistral y sin fisuras de ese heavy metal primigenio que se encuentra en peligro de extinción.

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Emperor desata el infierno en Cartagena

A pesar de ser el black metal un subgénero para paladares selectos, el tardío concierto de Emperor consiguió mantener a gran parte del público en el recinto tras finalizar Saxon, ya fuera por interés genuino, por aprovechar la extraordinaria oportunidad de disfrutar del directo de una banda histórica que no se prodiga demasiado por los escenarios o atraídos por el simple morbo que despierta la leyenda negra que la acompaña. Sea como fuere, negrura se esperaba y eso es lo que ofrecieron Ihsahn y compañía: alrededor de una hora y media de puro black metal más oscuro que el hollín de la fragua del infierno. Los supervivientes podrán presumir durante años de que vieron a Emperor en Cartagena y vivieron para contarlo.

Concierto de Emperor en Cartagena. Pablo Sánchez / AGM
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