Ron Carter durante su concierto en el Nuevo Teatro Circo de Cartagena Pablo Sánchez / AGM

Ron Carter, el genio de ojos cerrados y alma abierta

El renombrado músico estadounidense y su fantástica banda regalan una velada repleta de elegancia y belleza en el 42 Cartagena Jazz Festival

Sábado, 11 de noviembre 2023, 08:07

Por definición, lo etéreo es algo intangible o poco definido y, al mismo tiempo, sutil o sublime. Pues bien, el concierto ofrecido en la cuadragésimo segunda edición del Cartagena Jazz Festival por el legendario Ron Carter junto a Renee Rosnes al piano, Jimmy Greene en ... el saxo tenor y Payton Crossley al frente de batería, se podría enmarcar sin ningún problema alrededor de las coordenadas dibujadas sobre este concepto. Y es que, a cambio del silencio y la escucha atenta, el legendario músico, uno de los más relevantes e influyentes de la historia del género estrella de esta cita cultural, firmó una de esas veladas empapadas de excelencia, equilibrio, sabiduría y delicadeza a las que, por si faltaba algo, se le añadía ese aura tan significativa y emocionante que maquilla las despedidas. Y las revanchas, ya que hablamos de un concierto que debió haberse celebrado el pasado año, pero que tuvo que ser cancelado por causas médicas. Poco o nada importa, la velocidad del tiempo es la que es e intentar pedir explicaciones al ayer solamente funciona como estrategia infalible para incrementar el tamaño de los signos de interrogación, así que lo único que vale su peso en oro es haber podido disfrutar una última vez del inmenso talento de un cuarteto ubicado más allá del elogio.

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  • Artista: Ron Carter

  • Dónde: Nuevo Teatro Circo. Cartagena.

  • Calificación: Excelente.

Cuando se cumplían diez minutos sobre las ocho y media, hay artistas que, a pesar de lo que indiquen las agujas del reloj, llegan siempre a la hora idónea, Carter, Rosnes, Greene y Crossley aparecieron sobre el escenario de un Nuevo Teatro Circo sumido en el aplauso respetuoso para saludar y acudir con tranquilidad hasta sus respectivos instrumentos. Afilaron los contornos de las musas, respiraron con la hondura de los compases del anochecer, confirmaron con la mirada que era el momento preciso para activar el motor y comenzaron a dibujar armonías en el aire que tardaron segundos, y nada más, en colarse a través de cada rincón del lugar, embelleciendo los espacios entre las butacas, revoloteando sobre los abrigos doblados, infiltrándose entre las rojas cortinas y brillando en mitad de la penumbra.

De esta forma, y durante cerca de noventa minutos, el músico estadounidense, a quien observar la manera en la que dialogaba con su instrumento resultó una experiencia tan conmovedora como fascinante, sobre todo cuando se sirvió exclusivamente de él en el tramo final para ofrecer una inolvidable interpretación de 'You are my sunshine', guio con calma y altas dosis de elegancia a una deslumbrante formación que brilló con especial intensidad en piezas de la talla de 'Flamenco sketches', una sobrecogedora 'My Funny Valentine' o 'You and the night and the music', composición que funcionó como conclusión de primera categoría.

Un cierre a la altura de una actuación ejemplar desde todos los puntos de vista, pero especialmente admirable en su pasmosa facilidad para hacer del virtuosismo un factor utilizado exclusivamente para sumar. Por supuesto que cada uno de los solos que se fueron sucediendo a lo largo y ancho de la noche fueron una demostración de temperamento instrumental de abrumadora consistencia y evidente fuerza, pero no estaban ejecutados de cara a la galería o para encontrar la codiciada ovación, sino para engalanar, acariciar, agitar y vestir con ropajes de ensueño a cada tema. El compromiso con la canción, la experiencia al servicio de la melodía, la química que explota y se transmite de las tablas al corazón.

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En definitiva, un espléndido concierto de esos que te dejan con ganas de más, de seguir buceando en los mares del jazz, de continuar echando la vista atrás para rendir pleitesía a los grandes clásicos del género y seguir oteando el horizonte para dar con quienes se destapan como principales sucesores. La atemporalidad e inagotable capacidad de seducción de un estilo musical que encuentra en Ron Carter a una de sus figuras más importantes. Un genio que toca su instrumento con los ojos cerrados y el alma abierta. Una leyenda cuyo nombre, desde el mismo instante en el que dijo adiós al público entre vítores y miradas de sincera admiración, quedó escrito con tinta de oro otoñal en el libro del Cartagena Jazz Festival.

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