Chucho Valdés, este sábado en la 41 edición del Cartagena Jazz Festival. C.J.F.

Una nueva lección del profesor Valdés

El legendario artista cubano ofrece una actuación a la altura de su leyenda en el marco de la 41 edición del Cartagena Jazz Festival

Domingo, 13 de noviembre 2022, 09:39

Su paso tranquilo hacia el piano puede recordar al de uno de esos veteranos profesores de escuela que acudían con temple y parsimonia a la llamada de la pizarra. Existen vidas que caben en los pasos justos: la rutina de la enseñanza, lo cotidiano del hallazgo compartido y la naturalidad de los milagros en cuestión de pocos metros. Algo de eso, puede que todo, se unifica en la figura de Chucho Valdés, legendario maestro del mundo del piano, el arreglo y la composición que ofreció en el marco de la 41 edición del Cartagena Jazz Festival uno de esos conciertos que se mueven al compás de lo excelso.

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Sucedió una noche de sábado de este otoño disfrazado de verano eterno que no sabe de compasión y sobre las tablas de un Nuevo Teatro Circo que rozó el lleno total con la punta de los dedos, sumando así a su aspecto acogedor, especialmente entrañable para quienes crecimos entre sus butacas, una fabulosa atmósfera que reunía en sus esquinas a la complicidad, el respeto y la admiración. Había ganas de disfrutar del fundador y director de los esenciales Irakere, quien respondió al cariño general con cerca de cien minutos de música hipnótica en su ejecución, ardiente en sus delirios, emotiva en sus instantes de pausa y arrolladora en sus clímax instrumentales, numerosos y variados.

Concierto Chucho Valdés

  • Cuándo: Sábado, en el Nuevo Teatro Circo (Cartagena)

  • Calificación: Sobresaliente

Acompañado por Armando Gola al contrabajo y bajo eléctrico, Georvis Pico al mando de la batería y Pedro Pablo Rodríguez, decir que los tres estuvieron brillantes es quedarse muy corto, Valdés disfrutó e hizo disfrutar con un repertorio plagado de grandes momentos. ¿Sobre el papel? Objetivamente breve. Hablamos de un total de diez temas. ¿Sobre el escenario? Un vendaval que agita la belleza y la fuerza con la misma delicadeza, sabiduría y fervor. Y conviene hacer hincapié en este último aspecto, ya que estamos ante uno de esos artistas que, teniendo en cuenta su abrumador bagaje, bien podría lanzarse a los tentadores brazos del piloto automático y el cumplimiento ajustado del expediente, pero que, sin embargo, parece vivir y sentir cada nota con la intensidad de la última y la ilusión de la primera.

Pese a los puntuales momentos en los que el protagonismo casi absoluto recae sobre los hombros y el talento de su ya citada y extraordinaria banda, responsable de algunos solos destinados a desencajar mandíbulas y quemar manos a base de justificados aplausos, resulta imposible dejar de observar (y escuchar) al genio que dialoga, respira, abraza, susurra, desafía, conquista y danza con su piano.

Desde los primeros compases de la fantástica 'El rumbón', arranque de auténtica altura que sirvió para fijar los pilares de virtuosismo y elegancia sobre los que latiría el resto del directo, Valdés regaló un concierto donde las fisuras brillaron por su ausencia y la perfección pudo campar a sus anchas. Redondeadas por un maravilloso sonido, marca de la casa del recinto en el que se llevó a cabo la actuación, resultó un auténtico placer poder disfrutar de sentidos homenajes al eterno Chick Corea o piezas tan deliciosas como 'Son XXI', 'Mozart a la cubana' o una 'Lorena's Tango' que asombró por su destreza para llevarte del frenesí a la congoja mientras fundía en un solo mapa las calles de Buenos Aires y La Habana, convirtiéndose así en el mejor momento de una velada repleta de ellos.

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La humilde trascendencia

Y regresó por última vez antes de desaparecer entre bambalinas ese andar calmado en el que se intuye el eco de la satisfacción por el trabajo bien hecho, la incandescente llama de la pasión por la música y la emoción del cariño recibido por un público que es la fidelidad hecha rostro y ovación. Y Chucho Valdés abandonó aquel teatro que, quizá sin saberlo ni pretenderlo, había convertido en aula. Y la humilde trascendencia de su piano continuó vibrando por las calles de la ciudad portuaria. Y quedó acentuada la certeza de que hay profesores que nunca olvidaremos.

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