El grupo Morgan, durante el concierto en el Cartagena Jazz Festival. Pablo Sánchez / AGM

Morgan y el abrigo de la excelencia

El grupo madrileño regala un concierto memorable de inicio a fin en la nueva edición del Cartagena Jazz Festival

Sábado, 4 de noviembre 2023, 23:47

Empiezo a escribir con el corazón embadurnado de belleza, el maquillaje inconfundible que dibujan las lágrimas secadas con (fallida) eficacia y la temible incertidumbre de si encontraré en mi tintero las palabras necesarias, justas, ya me disculpo de antemano, me da que no, para describir ... el concierto firmado por Morgan dentro de la cuadragésimo segunda edición del Cartagena Jazz Festival. No es nada profesional, son solamente emociones desatadas por una de esas veladas disparadas al mismo centro de la memoria cuyo recuerdo sabes que se convertirá en un lugar de peregrinación para cobijarse de aquellos momentos en los que el frío escueza de verdad, el silencio resulte ensordecedor, la inspiración ande mirando de reojo mientras amenaza con cerrar las maletas y los escondites de los laberintos comiencen a cerrar sus vías de escape.

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Enmarcado dentro del final de 'The River Tour', gira en la que han estado presentando en directo los temas de su último y fascinante trabajo, 'The river and the stone', el concierto dio comienzo con el glorioso temple de 'Planet earth', primer zarpazo directo a la yugular que, partiendo de la pausa y la abstracción, terminó arrasando con una fuerza de inmenso valor. Inmediatamente después, 'Attempting' y 'On and on (wake me up)', pareja de ases lanzada con una firmeza capaz de arrancar dudas, elevar listones y amarrar la victoria incontestable con el mismo vigor, dejaron bien claro que estábamos ante algo realmente serio. Sonido impoluto, atmósfera distintiva, equilibrio y sofisticación, complicidad y química. Cada pieza del puzle en su justo lugar, cada explosión de color llevada a cabo en el lienzo exacto, cada detalle revelando su forma gigantesca, cada arrebato con un sentido, cada instante de virtuosismo alejado de la impostura, cada canción amplificando la huella dejada entre el público. El hechizo continuó, y de qué manera, con 'Work', elegantísimo tema que parece llegado de otro tiempo y otro lugar hasta adquirir el alma exacta de los clásicos instantáneos. Una sensación muy parecida a la que deja 'Paranoid fall' y 'Roar', temas que se crecen sobre el escenario, que te agarran de la solapa, zarandean y lanzan al infinito del rock y el country con mayúsculas.

La crítica

  • Artista Morgan

  • Dónde Nuevo Teatro Circo. Cartagena

  • Calificación Sobresaliente

Tras semejante arranque, llegó el momento de calmar las aguas, tomar algo de oxígeno y preparar la mirada para la primera amenaza seria de inundación con la preciosa 'Home' y 'Un recuerdo y su rey', pura delicadeza transformada por arte de magia y directo en acto de ensoñación colectiva. Y así, mientras flotábamos, llegó 'Sargento de hierro'. Y se derrumbaron las defensas, cayeron las murallas, quebraron los escudos, disiparon las nieblas, marcharon las máscaras. Con toda probabilidad, la balada más hermosa que ha dado la música española en la última década. Un momento del concierto al que el término conmovedor se le queda muy corto.

A estas alturas de la película, ¿qué más se podía pedir a una banda tan compacta y deslumbrante? Pues un tramo final que redondeara el prodigio. Dicho y hecho. La cascada soul de la inconmensurable 'Flying peacefully' y una 'Thank you' que inyectó su nervio funk a un Nuevo Teatro Circo entregado a la causa pusieron punto y seguido a una noche que bajó el telón con un conjunto de bises de escuchar para creer. 'Volver' o el nudo en la garganta hecho canción; la hipnótica 'Alone'; la asombrosa épica de acento góspel de 'River'; el tremendo estilazo de una 'Another road' que Stevie Wonder habría firmado (perdón) con los ojos cerrados; y el broche de oro con 'Marry you', obra maestra que nos dejó extasiados, en pie y profundamente impresionados ante el talento de un grupo de músicos extraordinarios, sin excepción, y la grandeza incalculable de la voz de Carolina de Juan. Para sintetizar, y entendiendo que ningún intento de poesía barata o prosa esforzada estaría a la altura, digamos que en sus cuerdas vocales se citan el encanto, la ternura, el arrojo, la potencia y el espíritu de las gigantes de la música de ayer, hoy y mañana.

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Una noche, en definitiva, en las que uno querría quedarse a vivir para subirse una y otra vez a ese tiovivo otoñal desde donde se puede observar con claridad la profundidad del soul y la radiante luz que entra por los ventanales del pop, sentir la vibración de las paredes en cada descarga de rock, mecerse bajo la luna progresiva, mover los pies al compás del country y danzar sobre la palma de la mano de una psicodelia medida a la perfección. Ni rastro de espejismos, lo de la banda madrileña en Cartagena fue, simple y llanamente, un maremoto de excelencia que todavía late. Todavía abraza. Todavía abriga.

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