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La historia de María Callas, todos los sabemos, acaba muy mal. Te dices en voz alta: no, no puede ser tan injusta la vida.
María nació en Estados Unidos. Su padre, George Kalogerópoulos, tenía un negocio farmacéutico en el barrio griego de Manhattan. Su madre, ... Evangelina, la detestaba. Quería un varón para compensar al hijo perdido del anterior embarazo. Al saber que había dado a luz a una niña se negó a verla después del parto. Cuatro días tardó en conocer a su hija. También se negó a darle el pecho. Creció con una carencia absoluta de amor.
María Anna Cecilia Sofía era un patito feo. Medía 1.74 y pesaba más de 100 kilos. Todo lo contrario que su hermana, la guapa. Sin embargo, tenía un tesoro en la garganta. Su primer sueldo fue un reloj Bulova de oro que ganó en un concurso. Evangelina puso a funcionar la caja registradora. Se dispuso a sacarle todo el saín a su gorda y fea hija. La guapa y la madre esquilmaron a Callas, que acabó hasta el moño de sus exigencias y denuncias públicas de 'abandono'.
Evangelina se divorció del farmacéutico y regresó con sus hijas a Atenas. Apareció en su vida Elvira de Hidalgo, que la formó en la tradición del Bel Canto italiano. La joven María destacó en la Ópera de Atenas con 'Tosca'. Se vio obligada a cantar para el ejército alemán. Algunos la acusaron de traición y regresó a América.
Edward Johnson fue fundamental en su carrera. El director de la Metropolitan Opera House le ofreció dos papeles que rechazó. María tenía muy claro lo que quería y lo que no. Después de varios trabajos, Verona será el siguiente y proverbial destino. Iba a interpretar 'La Valquiria'. Poco antes del estreno, Margherita Carosio le pide que la sustituya en 'I Puritani'. Callas triunfó cantando dos estilos completamente opuestos. Marcó un hito en la Opera y se le abrieron las puertas de La Scala de Milán, que se rindió con su 'Aida'. Luego llegó México y el famoso agudo que sonó en el Teatro Bellas Artes. Poco después su 'Norma' en Covent Garden.
En los 50, su fama y talento eran incuestionables. La divina conjugaba a la perfección los gorjeos del Bel Canto con la profundidad y el dramatismo. Callas también grita. Desgarra el aire. En el escenario se la oye respirar, jadear, gemir. Vive sus personajes. La divina sufre una drástica pérdida de peso porque le quiere otorgar credibilidad a su Medea. Su dieta: carne cruda, pollo hervido, ensalada. La leyenda cuenta que una tenia vivía en su vientre. El patito feo se convirtió en cisne. Fue portada de 'Vogue' en 1964. Luchino Visconti se enamora de esta María que sepulta para siempre a la otra. Esta es la que pasará a la historia.
Su matrimonio con el constructor Meneghini le aportó estabilidad emocional y seguridad. La pareja constituye una alianza de negocios que se rompe cuando entra en escena el hortera de Onassis. Ese retaco, armador sin escrúpulos que encuentra en María un pasado común de miseria, sufrimiento y de una Grecia que corre por sus venas. El resto lo sabemos. Se aman. Ella lo abandona todo. Se abandona por él, que la droga, la maltrata, la degrada. Se queda embarazada. Se dice que se somete a una cesárea y adelanta el parto para no perder la figura. El niño vivirá dos horas. La tristeza es inmensa.
Onassis no se casará con ella, sino con Jackie Kennedy, pero pretende seguir viendo a Callas que, después de varios enfados, accede a ser su amante en secreto. Y no tan secreto. Callas y Onassis se entienden. Fueron niños pobres. Se les fotografiará en Maxim's. La cantante vive en París desde hace años en un piso que le compró Ari. El magnate pierde a su hijo mayor y acude a María desolado. Contrae una neumonía. En su lecho de muerte le pidió perdón.
Tras la muerte de Onassis y el deterioro de su voz, la Callas ofrecerá conciertos sólo aptos para nostálgicos. Ella ya vive en el pasado. Se encierra en su apartamento de París. Muere a los 53 años, puede que por ingesta de barbitúricos, que eran parte de su dieta desde hacía décadas. Fue enterrada en el cementerio Père-Lachaise de Paris. Robaron sus cenizas para ser descubiertas dos días después. Acabaron en el Mar Egeo.
Del temperamento de María y sus divismos se podría escribir un libro. Sin embargo, la emoción que nace de escuchar sus arias es indescriptible.
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