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Luis Miguel durante su concierto en Murcia. Nacho García / AGM

Luis Miguel cautiva en su regreso a Murcia

La estrella mexicana presenta un espectáculo vistoso y variado donde destacaron sus grandes baladas y el recuerdo al México musical más tradicional

Jueves, 11 de julio 2024, 00:00

Llegó, cantó, reinó y se marchó. Habrá quienes echasen en falta un saludo o un agradecimiento. O una presentación de la numerosa y magnífica banda que le acompañaba. O un reconocimiento al conjunto de mariachis que apareció para elevar el espectáculo a un nivel superior ... en un feliz tramo final de fiesta, tradición, folclore y diamantes de Rubén Fuentes ('La bikina') y José Alfredo Jiménez ('La media vuelta'). O una mención a las coristas que, junto a la complicidad del público que acudió al rescate cada vez que era apuntado con el micrófono, salvaron alguna que otra nota que se puso más brava de lo esperado. Pero no sucedió. Y, si me preguntáis, tampoco importó demasiado porque, cuando Luis Miguel desplegaba todo su potencial sobre la plaza de toros de Murcia, el resto de los elementos y condicionantes pasaban a un segundo o tercer lugar. Fuimos a escuchar grandes clásicos interpretados por la privilegiada garganta de un divo que ha resucitado por enésima vez su tumultuosa carrera y eso es justo lo que tuvimos. Seducción, energía, presencia absoluta, vozarrón, sonrisa infinita, pose magnética y traje impoluto. Lo único previsible de las superestrellas es lo fáciles que son de identificar. Y lo mejor que tienen es que, cuando conquistan, lo hacen de una manera única. Fue el caso.

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Los veinte minutos de espera antes de que arrancara el concierto representaron un prólogo donde la multitud presente en el recinto, el cual no logró un lleno total por el desorbitado precio las entradas, no tengo pruebas, pero tampoco dudas, fue pasando de la expectación e ilusión a un murmullo donde la impaciencia y los nervios empezaban a unir fuerzas. Una nube gris de inquietud que se disipó completamente en el mismo instante en el que 'El Sol de México', existen apodos que dejan pocas dudas sobre las dimensiones de quienes habitan bajo su abrigo, apareció al ritmo de 'Será que no me amas', su célebre versión del 'Blame it on the boogie' de The Jackson 5. Y, por si quedaba alguna incógnita en el asfixiante aire de julio sobre su estado de forma, Luis Miguel siguió con 'Amor, amor, amor', 'Suave' y 'Culpable o no' para derrumbarla por completo. Así gana cualquiera.

A partir de este caluroso arranque, el espectáculo, eso fue con todas las letras de inicio a fin, combinó algunos puntos menores, con esos (muy) cuestionables duetos virtuales junto a Michael Jackson y Frank Sinatra a la cabeza, con lo excesivo (globos gigantes con las iniciales del gran protagonista), lo espectacular (titánica puesta en escena, brutal despliegue técnico y un dron como secundario travieso) y el triunfo rotundo, especialmente en el citado segmento de esencia y estética mexicana y el correspondiente a las baladas marca de la casa (la preciosa dupla formada por 'Por debajo de la mesa' y 'No sé tú', 'Entrégate', 'Somos novios' o 'La incondicional'). Todo ello sin ofrecer un segundo de pausa ni opción para el bostezo. Romances, golpes de cadera, dientes perfectos, guiño, algo de swing, ranchera, bolero, sudor latino y a seguir.

Y así, cien minutos después y tras un apropiado y pletórico cierre con 'Cuando calienta el sol', se fue. No hubo adiós, tampoco bises. No hizo falta. A esas alturas, seis años después de su última visita, Luis Miguel ya había cumplido en Murcia con su incontestable condición de astro rey.

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