Ver 56 fotos
Ver 56 fotos
La muerte de la música en directo es comprar la entrada para un concierto sabiendo exactamente qué canciones van a sonar. Ya sean dinosaurios anquilosados o bandas jóvenes que dijeron todo lo que tenían que decir en sus tres primeros discos, todos hemos sufrido ejemplos ... de artistas aburridos de su propia música que se limitan a repetir el mismo repertorio de grandes éxitos, con mínimas variaciones, en el festival de turno o en las fiestas del pueblo por igual. Que el espíritu de David Bowie nos libre de semejante inmovilismo.
Publicidad
Se pueden verter muchos adjetivos sobre el espectáculo que Iron Maiden ofreció este jueves en el estadio Enrique Roca, pero 'predecible' y 'seguro' no están entre ellos. No fue un concierto más de su dilatada carrera, que pronto cumplirá el medio siglo. Tampoco lo fue para la ciudad de Murcia, que no suele estar en la hoja de ruta de las primeras figuras internacionales.
Lejos de acomodarse en la nostalgia, la legendaria banda británica, para muchos la mejor que ha dado el heavy metal en toda su historia, optó por guardar en el cajón sus temas más clásicos para ofrecer, en su lugar, una sorprendente combinación de canciones nuevas y otras rescatadas del olvido, incluyendo alguna que nunca había sido interpretada en directo hasta ahora. Café para los muy cafeteros, en definitiva. Y, aunque eso pudo dejar un sabor agridulce a los espectadores más casuales, que creyeron que iban a asistir al enésimo repaso de grandes éxitos de un grupo mítico, sus seguidores más acérrimos se quedaron con el inmejorable sabor de boca de haber disfrutado de algo irrepetible.
Esta es, precisamente, una de las claves del éxito atemporal de Iron Maiden y el motivo de que viajaran hasta la capital de la Región asistentes procedentes de países como Canadá, Finlandia, Francia, Inglaterra o Rusia. Para ellos ya es habitual emplear sus vacaciones en asistir a todas las fechas posibles de su banda favorita y volver a verse las caras, ya familiares, en las primeras filas. Saben que habrá otras giras, pero serán diferentes, así que tratan de disfrutar al máximo de un repertorio que no se repetirá la próxima vez. Puede resultar difícil de entender, pero la gente que lleva el rock en las venas vive la música de otra manera.
Publicidad
Otra distinción de Iron Maiden es su afán por diseñar sus conciertos atendiendo a un marco temático. Si la anterior visita del sexteto a España fue una retrospectiva de su carrera a través de sus canciones inspirados en conflictos bélicos, la mitología y la religión, en esta ocasión el protagonismo casi absoluto fue para los discos 'Somewhere in Time' (1986) y 'Senjutsu' (2021), dos trabajos separados por un lapso de 35 años pero relacionados entre sí por contener referencias a los viajes en el tiempo.
La complicada tarea de amenizar la espera recayó en The Raven Age, una banda que, por mucho que le pese, siempre será más conocida por estar capitaneada por George Harris, hijo del bajista y líder de Iron Maiden, Steve Harris, que por sus propios méritos. Y no en buenos términos, porque el nepotismo no suele caer en gracia. Lo mejor que se puede decir de su actuación es que fue breve y muy profesional, pero el público no terminó de conectar con su propuesta. Llegó a ser incluso un tanto incómodo por momentos, como cuando el jefe lleva a su chaval a la oficina en verano para que aprenda el oficio. El problema es que The Raven Age no está aprendiendo el oficio, sino que sigue sin consolidarse después de cuatro discos y un EP. Quizá la formación lograra captar el interés de los más jóvenes, pero su metal melódico blando y sin garra evidencia ciertos problemas de identidad, agravados por la inclusión de algunas tímidas voces guturales que sonaron fuera de lugar. La disonancia entre las guitarras machaconas y un cantante principal con un tono demasiado luminoso, casi pop, resultó difícil de digerir para un público impaciente y todavía calado hasta los huesos por una breve pero intensa tormenta que apareció de la nada y descargó mientras se producía la apertura de puertas. El súbito cambio de tiempo hizo que algunos se acordaran de la accidentada primera jornada del festival Warm Up, que tuvo que ser cancelada por un furioso diluvio, pero la cosa no llegó a tanto.
Publicidad
Los primeros acordes de 'Doctor, doctor' desataron la locura entre el público, que se olvidó de The Raven Age en cuanto sus integrantes desaparecieron del escenario. El clásico de UFO es la llamada de atención que utiliza Iron Maiden para avisar de que 'se vienen cositas' y la gente ya sabe que es parte de la liturgia. Siguió, a modo de introducción, un fragmento de la banda sonora de 'Blade Runner'. Al ritmo de los atmosféricos teclados de Vangelis, el equipo de producción fue revelando un escenario tematizado como la ciudad futurista que se puede ver en la portada de 'Somewhere in Time'. La metrópolis de ciencia ficción cobró vida cuando comenzó a sonar la reconocible melodía inicial de 'Caught Somewhere in Time', iluminándose con un vistoso juego de luces LED que no pudo apreciarse plenamente hasta media hora después, cuando anocheció del todo. En medio de un fogonazo, los seis integrandes de Iron Maiden salieron al escenario, encabezados por un Bruce Dickinson en un estado de forma físico impresionante. Nunca se le ha visto tan musculoso, ni siquiera cuando formó parte de la selección nacional de esgrima de Inglaterra. Ventajas de haberse emparejado con una entrenadora de 'fitness'... El cantante también dejó muy claro desde el primer momento que conserva sus admiradas habilidades vocales. Aunque con un tono más grueso, curtido por la edad y por un cáncer, su garganta logró transportar al público al año 1986. También las guitarras cantaron con un sonido que recordó al usado en esa época, aunque actualizado y con más cuerpo. Esto último se hizo aún más patente en la siguiente parada del repertorio, también de 'Somewhere in Time', la muy aplaudida 'Stranger in a Strange Land'. Aquí el guitarrista Adrian Smith se lució de lo lindo, enfatizando el aroma blusero de uno de los mejores solos de su discografía. A mitad del tremendo temazo hizo su primera aparición de la noche la mascota de la banda, Eddie, interpretado por un zancudo enfundado en un espectacular traje de casi tres metros de alto. La criatura, en su versión de cyborg cazador de replicantes que se puede ver en la portada del single 'Stranger in a Strange Land', se paseó por el escenario en actitud chulesca y le robó por un momento el protagonismo a la propia banda. No todos los días se tiene la oportunidad de ver cómo cobra vida uno de los personajes más reconocibles de la historia de la música.
Tras su primera parada en 1986, que sirvió para hacer las paces con un disco incomprendido en su momento pero revalorizado con el paso de los años, la máquina del tiempo de Iron Maiden volvió al presente para encadenar varias piezas de 'Senjutsu', su último disco. Con la fenomenal 'The Writing on the Wall', con aires de rock sureño, cobraron sentido unas pantallas supletorias situadas a ambos lados del escenario, donde se proyectó su celebrado videoclip animado, dirigido por un equipo de extrabajadores de Pixar. Siguieron 'Days of Future Past' y 'The Time Machine', una canción muy exigente que Dickinson logró defender con nota, mientras se comía el escenario con una energía envidiable y entonando su conocido grito de guerra: «Scream for me, Murcia». Menos destacable fue 'Death of the Celts', un tema bastante soso que sirvió como vehículo de lucimiento para el seductor bajo de Steve Harris. Su larga duración permitió también brillar a los guitarristas del grupo, impecables durante toda la noche. Resulta fascinante ver en vivo a los 'tres amigos', como les llaman los fans. No por su virtuosismo, sino porque tienen estilos muy diferentes que se complementan a la perfección, estableciendo unas sinergias melódicas que atrapan al oyente.
Publicidad
Antes sonó 'The Prisoner', una canción que rara vez ha sido interpretada en directo y que resultó ser la única representante de 'The Number of the Beast', considerado el disco más clásico de la formación, pero también el más resobado. Otra inesperada recuperación fue la pegadiza 'Can I Play With Madness', un himno magnético y enérgico que llevaban una década sin tocar y que marcó uno de los puntos álgidos de la noche.
El concierto llegó a su ecuador regresando a la era de 'Somewhere in Time' con 'Heaven Can Wait', otro clásico que parecía olvidado y que se vio magnificado en el Enrique Roca, coreado por miles de gargantas. Durante la interpretación, el Eddie cyborg volvió a salir al escenario para incordiar a los músicos, escenificando una parodia de 'Blade Runner'. Bruce Dickinson fue el encargado de espantarlo a cañonazos, usando para ello una ametralladora instalada en una esquina del escenario. El espectacular intercambio de disparos pirotécnicos fue aplaudidísimo, pero no tanto como cuando comenzó a sonar la introducción narrada de la soberbia 'Alexander the Great', un tema de 1986 que Iron Maiden jamás había tocado en directo hasta la presente gira, a pesar de que sus seguidores llevaban décadas pidiéndola con insistencia. Una deuda histórica que fue saldada con nota.
Publicidad
Por contra, la inevitable 'Fear of the Dark' no quiso faltar a la cita, para alivio de los partidarios de un 'set list' más predecible. Estrenó, eso sí, unos nuevos arreglos con un fantasmagórico efecto de 'reverb' que le dieron cierta frescura y un aire aún más misterioso. Se agradeció esa mano de pintura. Siguió la macarra 'Iron Maiden', que elevó la intensidad con su crudeza casi punk. Durante la interpretación, Eddie volvió a dejarse ver por partida doble: en su versión zancuda, pero esta vez ataviado de samurái y armado con una katana, y como un 'cabezón' hinchable gigante que ocupaba prácticamente todo el escenario. Oro molido para las 'stories' de Instagram y una catarsis de puro heavy metal que dejó al público extasiado, suplicando por más, mientras el sexteto se retiraba a los camerinos en una falsa despedida. El paripé más viejo del rock.
Como sabe más el diablo por viejo que por diablo, la banda se guardó para los bises 'Hell on Earth', la mejor canción de su último disco y uno de los más brillantes exponentes de su etapa de madurez. La épica composición, de más de diez minutos de duración, hizo honor a su título llenando el escenario de llamaradas. Suerte que para entonces ya era noche cerrada y la fugaz tormenta había ayudado a rebajar los termómetros, de lo contrario el fuego podría habría sido demasiado para los deshidratados británicos, que sin duda se fueron de Murcia pesando varios kilos menos, a juzgar por los chorros de sudor que les goteaban por todo el cuerpo. El propio Dickinson llegó a comentar que la cita había sido una de las más calurosas de su carrera.
Noticia Patrocinada
Nadie lo habría jurado, porque el ritmo del concierto iba como un cohete, pero para cuando acabó esa joya llamada 'Hell on Earth' ya casi habían transcurrido las dos horas de rigor. Tocaba pisar el acelerador para despedirse por la puerta grande con 'The Trooper', que sonó como un cañonazo, y la emotiva 'Wasted Years', cuya melancólica letra adquiere un nuevo significado 37 años después: «No pierdas el tiempo buscando esos años perdidos, afróntalos, ponte en pie, y date cuenta de que estás viviendo tus años dorados». Preciosa moraleja y un cierre perfecto para un concierto impecable.
La banda no se fue de Murcia sin celebrar la oportunidad de haber protagonizado el concierto más multitudinario celebrado en la ciudad hasta la fecha. No obstante, un problema con el sistema eléctrico de los focos, que se presentó con el espectáculo ya finalizado, les obligó despedirse a oscuras, generando cierta confusión entre algunos asistentes que interpretaron erróneamente que el fallo técnico había obligado a suspender el concierto antes de tiempo. En realidad, Dickinson ya se disponía a pronunciar su discurso de cierre cuando se produjo el apagón. Tras un breve momento de confusión, logró reconducir la situación con humor, haciendo algunos chistes en referencia a la canción 'Fear of the Dark' (miedo a la oscuridad). Cantante, piloto de avión, esgrimista, escritor, empresario y también humorista cuando la ocasión lo requiere. Bruce Dickinson, genio y figura.
Publicidad
No hay a la vista un relevo generacional para Iron Maiden. En una era dominada por los algoritmos, las colaboraciones virales y una industria musical con aversión al rock, empeñada en ensalzar a chavales intercambiables que graban discos en su dormitorio por encima de músicos reales con dedos encallecidos por interminables horas de ensayos, no es fácil encontrar nuevos talentos que reúnan la combinación de integridad, talento, carisma y filosofía de trabajo duro.
Por fortuna, tampoco parece que los reyes del heavy metal vayan a verse obligados a ceder su corona pronto. Aún encontrándose en el crepúsculo de su carrera, el incombustible grupo británico volvió a demostrar en Murcia que sigue en plena forma, funcionando como la maquinaria bien engrasada que siempre ha sido. Con un físico envidiable para su edad y sus habilidades musicales intactas, incluso potenciadas por el refinamiento que se adquiere con la veteranía, consiguen que te creas esa tontería de que la edad solo es un número. Entonces regresas a casa, te quitas la camiseta para acostarte y, mientras te cruje la espalda como una rama seca, te das cuenta de que ni vida sana ni leches. Es imposible que unos sexagenarios sean tan formidables. Esos tíos han hecho un trato con el diablo.
Infórmate con LA VERDAD: 1 año x 29,95€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.