Jorge Drexler
Jorge Drexler
Lo cuenta en una canción. Fue Sabina quien lo convenció de dar el salto a España una noche frenética, de cubitos y chinchines hasta el alba. Dos meses después se plantó en Madrid. No fue una decisión fácil. Sus padres eran otorrinos y él ... mismo era médico. En Montevideo tenía una posición más que acomodada, pero ganó el embate luminoso de la música. Además, la distancia es enorme, pero si te lo dice Sabina al oído, aunque sea la misma, parece más corta. Así que allá por el 95 agarró las maletas y fiiuumm..., unas horas después aterrizaba en España, donde quijoteó por garitos ocho años. «Recorrí el país entero en un coche de tercera mano», recuerda durante la entrevista mientras toma mate. Con ustedes, Jorge Drexler (Uruguay, 1964), ganador de un Oscar, de un Goya, de una pila de Grammys, tantos que Rosalía dijo que dejara alguno para el resto, y cantante de relumbre y renombre. Sí, remolón al principio, al final el ángel de la fama vino a visitarlo. Ha hecho un parón en los ensayos de su gira 'Tinta y tiempo', cuya segunda parte, 'Tiempo y tinta', arranca el sábado en Murcia (22.00 horas, Murcia Río). Llega con el repertorio renovado y feliz, «porque siempre lo fui. Lo soy ahora, que toco en sitios más grandes, y lo era antes, cuando iba por garitos», dice.
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–Pero no son tiempos felices estos, ¿o sí? Cambio climático, guerras, máquinas. ¿Estamos jodidos o somos unos privilegiados?
–Estamos jodidos y somos muy privilegiados. Para mí lo más dramático es la crisis climática y todo lo relacionado con la digitalización del pensamiento, pero me preocupa más la crisis climática, porque lo otro creo que estamos más cerca de poderlo manejar. Al mismo tiempo, estamos viviendo un periodo de avances en todas las áreas. El mundo está en un momento privilegiado. Solo hay que pensar en lo que significaba ser homosexual no hace mucho en nuestras sociedades. Decir con frivolidad que estamos mal, peor que nunca, es faltarle al respeto a un montón de colectividades.
–Antonio Gala, acaba de morir el pobre, decía que la respuesta es el amor.
–Bueno, murió muy mayor y con una vida estupenda. Me cuesta decirle pobre a personas como él o como Antonio Escohotado, que tenían su propia ley y forma de ver la vida. Pobrecitos nosotros [ríe].
Ciclo Las Noches del Malecón.
Sitio y hora Murcia Río, sábado 17 de junio, 22 horas.
Concierto Tras una gira de sesenta conciertos para presentar el disco 'Tinta y tiempo', estrena en Murcia la segunda parte de la gira, llamada, ahora, 'Tiempo y tinta'.
Entradas 36 y 40 euros.
–Él decía que el amor lo era todo. Y usted mismo dice que el amor es el plan maestro. ¿De verdad el amor es la respuesta?
–Sí, si entendemos el amor no solo como lo entiende la cultura popular. Se suele confundir el amor con el enamoramiento. A mí me gusta hablar del amor como una energía más abstracta. El amor romántico ni siquiera estuvo siempre en nuestra especie.
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–Usted ha cantado mucho al amor y al desamor, pero siempre le ha gustado hablar del 'The end', del qué pasa el día después.
–Claro. A nadie le interesan dos horas y cuarto de película para ver una vida normal de una pareja. A mí sí me interesa por el desafío que supone contar eso. Estamos muy tiranizados por el momento romántico. Lo demás dejamos de contarlo y, sin embargo, para mí ese momento es tan importante como el anterior. En este disco hablo del amor en términos más abstractos. Sí, me interesa lo que pasa después del 'The end', lo que pasa al día siguiente, al año siguiente.
–Casi va a coincidir aquí con Joaquín Sabina (actúa en Murcia el 29 de junio y el 1 de julio), a quien dedica la canción 'Pongamos que hablo de Martínez'. ¿Es verdad que decidió dar el salto a España tras una borrachera con Sabina en la que lo convenció, como cuenta en la canción?
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–La canción es estrictamente verdad, hasta las cosas que no cuenta y que insinúa [ríe de nuevo]. Conocí a Joaquín en diciembre del 94 en Montevideo y unos conciertos después nos fuimos a guitarrear. Mi sensación era que me habían dejado subir por un momento a otra altura, de vuelo de pájaro, y veía mi ciudad, mi país, mi época desde arriba. Joaquín tiene visión de pájaro, porque es una persona muy perceptiva, y además viaja mucho, se mueve dentro de las ciudades. Lo que hacía en esa época que a mí me generaba admiración es que después de tocar se quedaba recorriendo la ciudad y conociendo gente. Tenía un radar muy abierto. Me veía en el contexto y yo pude ver mi contexto a través de él.
–¿Realmente le convenció para que diera el salto?
–Me dijo 'Vente a Madrid en febrero'. Luego se olvidó y yo le escribí una carta, pero no esperé. El primero de febrero del 95 estaba en España con mi guitarra y mis canciones, así que sí, la canción es estrictamente autobiográfica. La única licencia que hay es que viniera a robar más de mil besos [ríe], es un poco exagerado.
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–Él siempre dice que es un músico que quiso ser escritor. Usted, en cambio, ¿ha sido un músico que pudo ser médico?
–En mi caso siempre quise ser músico. Empece a estudiar música con cinco años y medicina con 18. La música fue más vocacional y hubo un momento en que estaban las dos juntas. Los dos primeros discos me los pagué con la medicina, pero ya los últimos años de carrera estaba en una crisis vocacional y vi que iba la cosa más para la música. Ahora es fácil, pero viéndolo para atrás no tanto. Me mudé a España cuando tenía una vida muy solucionada en Uruguay. Mis dos padres eran otorrinos, yo trabajaba con ellos, estaba consolidado. Ahora, casi treinta años después, me gusta recordarlo para que no se me olvide a mí tampoco.
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–¿Cómo fue arrancar aquí?
–Los primeros diez años, del 95 a 2005, realmente mi carrera estaba muy estancada en términos industriales. Saqué cinco discos y hasta el quinto no tuve éxito. Ahora parece muy fácil, pero había que aguantarse cuatro discos enteros que no iban bien.
–¿Qué fue lo peor?
–Lo peor fue alejarme de mi familia y amigos, pero hay que pensar que vengo de Uruguay, una sociedad en esa época con la bendición de la falta de expectativas en la música, la maldición también. Muy pocos vivían de la música. Cuando vine para aquí pasé de vender 33 copias de mi primer disco uruguayo a vender, no sé, unas 2.000, que en España en ese momento era un fracaso, pero a mí me permitió vivir. Me permitió comprar un coche de tercera mano y alquilar una casita, no en Madrid, porque no me daba, pero sí en la sierra, y tener un hijo y mantener a mi familia. Me subí a mi coche y recorrí el país haciendo pequeños garitos, y yo no podía ser más feliz. No era menos feliz en esa época de lo que soy ahora.
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–Dijo Marilyn que soñar con ser actriz fue más bonito que serlo. En su caso, entonces, no es igual.
–El problema es soñar, las expectativas. Todo el mundo habla de ello y a mí no me sirve, soy pragmático. Estaba en Uruguay contento haciendo las dos cosas y estuve contento en España ocho años haciendo pequeños garitos. Luego estuve contento cuando empezó a crecer el proyecto y sigo contento ahora que hemos pasado de hacer teatros grandes a hacer 'arenas'. Se trata de agradecer lo que tienes en ese momento y no soñar con mundos perfectos. De las expectativas nunca se sale bien.
–Aquí no se lo preguntan, pero usted es un amante del fútbol, al que ha dedicado canciones.
–Soy aficionado. Me gusta sobre todo el fútbol de selecciones, pero suelo contar que me gusta más a mí el fútbol que al fútbol mis canciones. Me he dado cuenta de que quizás no estaba yo comprendiendo el espíritu de la barra. Me salen canciones que son canciones de amor, lánguidas, hacia un cuadro de fútbol que no es lo que está esperando una hinchada, que está esperando una arenga. No tengo nada en contra, pero yo no sé hacerla.
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–Sobre fútbol también escribió un compatriota suyo, Mario Benedetti. Él se llevaba los libros al campo para ponerse a leer en los ratos muertos, qué pasión por la literatura, ¿no?
–O qué poca pasión por el fútbol. Fíjese. Ayer, viendo el partido de Uruguay, mi hijo de 14 años me dijo: 'Deja el teléfono un momento, papá', y tenía razón. Dudo de que se pueda disfrutar de las dos cosas. Yo, lo que diga el maestro Benedetti lo suscribiré siempre, porque ha marcado nuestra cultura, pero prefiero hacer las cosas por separado.
–No puedo dejar de preguntarle por el expresidente Mujica, quien se ganó la admiración mundial por su humildad, ¿por qué hay tan pocos Mujicas en la política?
–La figura de Mujica me parece admirable. Ha llevado la política a un plano filosófico. Más allá de su eficacia como gestor, el hecho de devolverle una dimensión ética a la política y de predicar con el ejemplo es muy loable.
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–En su último disco habla sobre el algoritmo con ironía. ¿Estamos secuestrados por la tecnología?
–No podemos estar secuestrados por la tecnología porque somos tecnología. Nuestra especie existe como especie porque desde el primer momento se separa del resto de los primates por generar herramientas. Echarle la culpa a un algoritmo es tan absurdo como echarle la culpa a un martillo porque ha matado a alguien. Es una canción de autocrítica. Nunca me gustó el sentimiento de victimismo, no asumir el grado de culpa que tiene uno mismo.
–¿Qué vamos a ver en Murcia?
–Me encuentra justo en la sala de ensayo. Dimos ya sesenta conciertos de la gira y sentí que no quería disolver la banda. En Murcia se va a ver el estreno del nuevo formato, una banda de ocho integrantes contándome a mí. Casi la mitad del repertorio va a ser diferente del de 'Tinta y tiempo'. Por eso ahora se llama 'Tiempo y tinta', es como una vuelta. Hemos metido canciones nuevas y una percusionista. Es la misma gira pero diferente. Será el primer concierto que hacemos, así que estamos de estreno en Murcia.
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