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¿Cómo se puede describir un escalofrío con palabras? Es más que factible que la brújula que marca los caminos rectos y las carreteras que desdibujan los mapas con la tinta de la obviedad recomienden utilizar directamente etiquetas como emoción, electricidad, sensibilidad y estremecimiento, pero, ... en el caso que nos ocupa, todas y cada una de estas vías de escape resultan insuficientes. Por si a alguien le ha surgido la duda académica, sí, la socorrida RAE ofrece un significado del que se puede rescatar el último de los conceptos. Dice así: sensación de frío, por lo común repentina, violenta y acompañada de contracciones musculares, que a veces precede a un ataque de fiebre. Efectivamente, fueron numerosas las ocasiones en las que, durante el concierto de Maestro Espada con el que febrero fue bautizado entre laureles y huerta, el Teatro Circo de Murcia se convirtió en un espacio de ensoñación casi febril, una liturgia de silencio y estruendo, una postal de tierras labradas con el sudor que baña el pasado y el presente, un terremoto de sacudidas internas, un laboratorio con vistas al patio de juegos, una deslumbrante demostración de arqueología y vigencia, de poesía tangible y prosa distorsionada, de historia y raíces, de ayer, aquí y ahora. Y de canciones. Vibrantes y poderosas canciones.
Ya en una escucha íntima y atenta, es lo que pide, casi exige, una obra de estas características, el asombroso debut del grupo local formado por los hermanos Alejandro y Víctor Hernández lograba cruzar frecuencias y disipar distancias a la hora de atravesarte por completo, así que solamente quedaba comprobar si el hechizo también se cumplía sobre (y desde) el escenario. Y no hizo falta más que el impactante arranque con 'Murcianica' y 'Granaíco' para ratificar que, además de cumplir el citado y admirable objetivo, la experiencia iba más lejos. Mucho más lejos. Ya lo anticipó el propio Alejandro en la reciente entrevista con LA VERDAD: «No nos saldría natural que el directo fuera solamente una foto del disco. Siempre estamos probando cosas nuevas con la intención de profundizar en los caminos sugeridos en el álbum. Los tramos intensos son mucho más intensos y los susurrados también más susurrados». Dicho y hecho.
Dónde: Teatro Circo de Murcia.
Calificación: Excelente
Del delicioso pop vestido de jota (y viceversa) de 'Lirio' al corazón estrujado por 'La despedía', pasando por la sensacional versión de 'Maquillaje' de Mecano o las magníficas 'Yo en deshacerme', 'Trilla' o 'Estrellica', Maestro Espada, excepcionales en lo vocal, comprometidos en la inmersión que requería cada nota y capaces de rimar la concentración con lo salvaje en su viaje a lomos de cuadrillas, malagueñas, seguidillas y parrandas, entre otros corceles folclóricos, se consagraron frente a un público que latió y levitó a su compás.
Apoyados por una puesta en escena marcada por un arrebatador trabajo de luces y acompañados en la percusión por un inspiradísimo Raúl Frutos, miembro de Crudo Pimento, banda compartida junto a una Inma Gómez que apareció por sorpresa para colaborar precisamente en dos temas de la citada formación, 'Yo vine a traer la guerra' y 'Hueso ardiendo', los hermanos Hernández ofrecieron un espectáculo de los que se tardan en olvidar, si es que algún día la mente decide subir el eco de esta cita al bote consignado a las costas de los recuerdos perdidos.
Cuesta imaginar que suceda algo así con momentos tan gloriosos como los vividos con 'Peretas del Tío Vicente', cuyo cierre cercano al metalcore hizo que se tambaleasen los cimientos de la mismísima noche, 'Tres gotas de rocío' y su conversación de guitarras acuáticas o, sobre todo, 'Salve' y 'Mayos', hermosísimas piezas interpretadas junto a un coro formado por distintos artistas de la escena regional, ahí estaban, entre otros rostros conocidos, Joseluis, Adrián Gutiérrez (Nunatak) o Nacho Nieto (Mala Cotton), con las que se alcanzó el pico emocional de la velada.
Aunque a nadie se le escapa que las nuevas lecturas sobre el folclore y la música tradicional de nuestro país llevan varios años sumando propuestas que están siendo abrazadas con entusiasmo general, superando así esa pequeña e inevitable porción de aridez que acompaña siempre el acceso inicial a lo desconocido, pocas han logrado resultados tan sobresalientes como Maestro Espada tanto en el estudio como en directo, como quedó meridianamente claro en su soberbio concierto. Dos hermanos que han hecho de la fantasía de lo que fue, de la realidad de lo que quedó, del aprendizaje de lo escuchado y de la dignidad de lo cantado un monumento a la memoria y la belleza.
En una de sus mejores piezas, la delicada 'Carriles', Víctor y Alejandro se preguntan qué van a hacer con las manos manchadas de ayer y lo cierto es que, visto lo visto, escuchado lo escuchado y experimentado lo experimentado en su concierto del pasado sábado, la respuesta parece clara: arte en su estado más puro y cristalino.
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