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Todas las cartas contienen una intención. En situaciones desesperadas, la escritura de una misiva dirigida a un personaje influyente, inyecta una dosis de esperanza tanto al redactor de la misma como a su entorno, especialmente si se tiene evidencia de que el receptor de la ... correspondencia ha solucionado otros casos similares.
Antes de la Primera Guerra Mundial, el Imperio austro-húngaro estaba constituido por territorios que hoy pertenecen a trece países. Esta terrible contienda europea se inició el 28 de julio de 1914 pero España, con su declaración de neutralidad diez días más tarde, evitó la catástrofe que sufrieron el resto de países implicados. Italia, por el contrario, con el objetivo de volver a recuperar parte de su territorio, entró en el bando de los Aliados y combatió contra el Imperio austro-húngaro.
La aparente neutralidad española no impidió que nuestra nación llevara a cabo una importante labor de intercesión en la búsqueda de personas desaparecidas de hasta cincuenta nacionalidades distintas, de envío de dinero y ropa a prisioneros y familiares, así como de lograr el indulto para más de 70 cautivos condenados a muerte. Alfonso XIII se implicó personalmente en este cometido humanitario por sus vínculos familiares con los dos bandos. Su madre, la Reina Maria Cristina de Habsburgo-Lorena era austríaca y su mujer, la Reina Victoria Eugenia pertenecía a la casa real inglesa.
Así, el rey español creó la Oficina de la Guerra Europea donde se recibieron miles de cartas en distintos idiomas procedentes de familiares de soldados de ambos bandos, apresados o desaparecidos, así como de anónimos ciudadanos capturados por el ejército enemigo. La mayoría de las misivas de súplica al rey de España solicitaban la repatriación de estas personas. La Oficina de la Guerra Europea funcionó de una manera ejemplar desde mediados de 1915 hasta la finalización de la guerra en 1918 y tramitó 200.000 expedientes que se conservan en el Archivo General del Palacio Real.
Esta labor humanitaria indiscriminada de un monarca que no permaneció insensible ante la trágica contienda europea tuvo especial relevancia internacional cuando el periódico francés «La Petite Gironda» publicó una nota de agradecimiento, lo que disparó el número de cartas recibidas. La Oficina de la Guerra no sólo tuvo que modernizar la eficacia de su plan de trabajo, sino que amplió la plantilla de 6 a 48 personas, en parte con las primeras mujeres con responsabilidades administrativas de la Casa Real.
Hace dos meses tuve la oportunidad de visitar la interesante exposición de la Galería de las Colecciones Reales del Palacio Real de Madrid y terminando el recorrido de la sala dedicada a la dinastía de los Borbones, leí con detenimiento la carta de súplica que el compositor italiano Giacomo Puccini (1858-1924) dirigió en 1918 al rey Alfonso XIII (1886-1941).
En este escrito, Puccini solicitaba la repatriación de su sobrino y de otro soldado que habían sido apresados por el ejército austro-húngaro que servían en un batallón de artillería del ejército italiano.
En la carta Puccini se dirige con exquisito respeto al monarca con expresiones como «Señor» o «Vuestra Majestad» y en su alegato a favor de los dos prisioneros de guerra, deja constancia de la desesperada situación familiar que vive: «Estos dos jóvenes, incluso antes de su encarcelamiento, tenían mala salud y sin duda sus condiciones debieron empeorar mucho. Ruego a Vuestra Majestad que con su alta influencia pueda lograr que Giaccai y Giovannoni sean incluidos en algún grupo de prisioneros repatriados».
También manifiesta que es conocedor de la exitosa labor humanitaria del rey español: «Me alienta saber que hasta ahora nadie se ha dirigido en vano a Su Majestad el Rey de España».
Lógicamente, Puccini se muestra muy esperanzado en las gestiones que Alfonso XIII ha llevado a cabo en otros casos similares: «La obra caritativa a la que Su Majestad en estos dolorosos momentos, con un puro sentido de bondad superior, con un alto sentido de los deberes del rey latino, ha querido dedicarse y en todas partes sea exaltada y considerada con conmovedor reconocimiento».
Es curioso el modo con el que recurre a su condición de compositor de célebres óperas cuando escribe al monarca: «Señor, conociendo su amor por el arte, me atrevo a esperar que la petición de un artista, que tal vez no desapruebe, pueda ser aceptada.»
La carta contiene unas palabras dirigidas a la madre del rey español, nacida en el mismo año que el músico italiano: «Ofrezco ante Su Majestad la Reina Cristina, que en otras ocasiones me hizo muestra de su soberana benevolencia, mi más devoto homenaje».
Y finaliza la misiva con unas emotivas líneas: «A Su Majestad mi más sentido agradecimiento y los más fervientes deseos de mi felicidad y de dos jóvenes esposas y de cinco jóvenes angustiados que imploran y esperan conmigo. Soy humilde y devoto de Su Majestad. Giacomo Puccini maestro de Música.»
Además de atender a la solicitud del músico de Lucca, el rey Alfonso XIII trató de ayudar a otros personajes célebres de distintas disciplinas artísticas. Unos de los que solicitaron ayuda al rey español fueron el pintor francés Jean-Paul Laurens y Miguel de Unamuno.
Entre los expedientes de desaparecidos estaban el hijo del escritor británico Rudyard Kipling, el cantante Maurice Chevalier, el aviador Roland Garros y el que sería presidente de Francia, Charles de Gaulle. Otros famosos que fueron beneficiados por este proyecto fueron el pianista Arthur Rubinstein, a quien el rey le facilitó un pasaporte español en 1916, el bailarín ruso Nijinski, que pudo salvar la vida y ser enviado a los Estados Unidos. Además, el primer ministro francés solicitó al monarca español que intercediese en la repatriación de 20.000 anónimos ciudadanos franceses internados en campos de prisioneros, lo que finalmente logró con el consiguiente reconocimiento del país vecino.
Alfonso XIII puso todo su empeño en ayudar a la familia imperial rusa, pero como es conocido los Romanov fueron ejecutados tras la revolución rusa de 1917, sin que ninguna monarquía europea apoyara la solicitud española de liberación del zar y su familia. Tampoco los intentos de la Oficina de la Guerra Europea logró salvar a la ejemplar enfermera británica Edith Cavell, ya que la emperatriz alemana Augusta Victoria afirmó que debía ser castigada como un hombre por comportarse como tal durante el conflicto bélico.
En el aspecto artístico, Puccini destacó por la composición de soberbias óperas donde hizo gala de su maestría en este género musical, de un perfecto conocimiento de la psicología femenina y de su pasión por el exotismo de otros lenguajes musicales (Madama Butterfly, La fanciulla del West y La rondine, entre otras obras). Este año se conmemora el centenario del fallecimiento de Puccini a consecuencia de una grave enfermedad. Sirva este artículo para honrar su memoria mostrando una faceta de su vida personal y al mismo tiempo para reconocer la importante misión humanitaria de nuestro país durante la Primera Guerra Mundial, la cual no ha sido suficientemente valorada intramuros.
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