Aunque no se esté quieto, salga y entre de escena, se cuele entre las butacas, suba y baje las escaleras, baile de manera desenfrenada y bromee sin descanso, el secreto de un concierto de Salvador Sobral está siempre en el detalle, en lo mínimo, en ... lo casi imperceptible. En el modo en el que las notas alzan el vuelo y se sostienen en el firmamento para, de forma sutil, acabar descendiendo sobre la mirada de un público absorto por el hechizo. El truco de magia, o, mejor dicho, de realidad, comienza en los segundos previos al nacimiento del primer sonido y se fija en los gestos, la mirada y, sobre todo, la capacidad que tiene para sumergirse de lleno en cada composición. Como si le fuese la vida en ello. Como si tratara de dibujar la melodía con sus manos sobre el lienzo del silencio. Como si más allá no hubiese otra cosa que eco. Como si cada uno de los instrumentos que le rodean fuesen una extensión de su cuerpo. Como si la contorsión fuese quiebre armónico. Como si el proceso de ir y observar lo que sucede alrededor de cada estribillo acabase siempre con una valiosa colección de maletas con las que regresar a casa. Como si las cuerdas vocales fueran escudo y pecho descubierto. Como si los focos iluminasen una ventana abierta con vistas al mar, la nieve y el desierto. Como si interpretar fuese poesía. Como si cantar no pudiese ser otra cosa que verdad.
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Dónde Auditorio El Batel. Cartagena
Calificación Notable
Frente al reto de abrir el escenario de El Batel en la cuadragésimo tercera edición del Cartagena Jazz Festival, y compartiendo minutos antes de arrancar el concierto las dudas que tuvo hasta el último segundo sobre si cancelar o no debido al ánimo generado por las terribles noticias relacionadas con la DANA, Sobral terminó apostando por la sonrisa, la belleza y la música por encima de todo, presentándola como elemento sanador y forma inmejorable de honrar a las víctimas. Así, con un desbordante sentido del humor, fueron numerosas las carcajadas que logró con sus hilarantes ocurrencias, y una fantástica banda rodeándole, mención especial para una Eva Fernández maravillosa tanto en el saxofón como en la compañía frente al micrófono, el portugués firmó un concierto delicioso que transcurrió con la suavidad, elegancia y aparente sencillez de los hallazgos terrenales.
Arrancando con 'Amor a capela' y 'Porque canto', inicio calcado al de 'Timbre', su último y sobresaliente disco, Sobral se lanzó con energía a un espléndido repertorio que abarcó las distintas texturas del jazz, el pop, el rock, el góspel, la bossa nova o incluso el hip hop y ciertos matices africanos. Unidos por su particular y reconocible voz, monumento a la sensibilidad que muta y se adapta de forma asombrosa a lo que pide, no ya cada tema, sino cada estrofa, los géneros emergen en su directo como espacios abiertos para que el lisboeta los llene de delicadeza, rabia, romanticismo, melancolía o luz.
De esta forma, uno puede danzar al compás de 'Anda estragar-me os planos', rozar la lágrima con 'El regalo que me hiciste' o la interpretación a piano y voz de 'Amar pelos dois', dejarse llevar a través de la atmósfera casi progresiva de la brutal 'Traição agradecida', sentir el flechazo con ese boleto impoluto titulado 'De la mano de tu voz', coescrito por Silvia Pérez Cruz, en pie, o evadirse del barrullo con los aires folk de la sensacional 'Al llegar'. Una serie de enormes composiciones propias que se vieron complementadas por distintas versiones con las que Sobral demostró que puede decorar con sabiduría y respeto estancias ajenas hasta convertirlas en mundo propio. Y eso fue lo que ocurrió con la mismísima 'Exoplaneta' de la banda cartagenera Arde Bogotá, serio candidato a momento más especial de la velada, o la prodigiosa pieza de Geraldo Azevedo titulada 'Canta Coração', dos palabras que, según afirmó el propio artista, le definen al cien por cien.
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Teoría que se cumplió a rajatabla a lo largo de un espectáculo que nos dejó con una reconfortante sensación de calma, la sonrisa cosida al rostro y un buen puñado de melodías revoloteando por los paisajes de la memoria. Canta, corazón. Canta, Salvador.
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