La esperanza suena a rock

Dejemos las cosas claras: a M Clan hay que verlos con la banda al completo, con Carlos Tarque destrozando panderetas y vacilando al personal, con electricidad y energía, con esa mezcla de rock chuleta y medios tiempos a lo Tom Petty que les caracteriza. Pero la realidad se impone y ese virus, de nombre nada artístico Covid-19, que aguanta más que los aplausos de los balcones y que nos ha tenido varios meses encerrados, no acepta su rendición si no es de a poco. Así son las cosas y conviene señalar que, tanto en el caso del directo del dúo murciano como en el recién estrenado ciclo 'Las noches del Malecón', no están nada mal.

La primera incógnita radicaba en comprobar cómo funcionaría un concierto con condiciones. Ya saben, público sentado, distancia entre personas, mascarillas para moverse, gel hidroalcohólico en los aseos... Bien, pues 'Las noches del Malecón' superó el envite con nota. El recinto es bonito y agradable, con palmeras flanqueando y moqueta verde en el piso, buen servicio de bar, suficiente personal facilitando dudas y ubicaciones, pantallas para favorecer la visión de los más alejados y un sonido de calidad. Las cosas bien hechas.

Tampoco la temida posible frialdad resultó un hándicap más allá de los primeros diez minutos, dadas las buenas condiciones para el auditorio y la conocida profesionalidad y solvencia escénica de Carlos Tarque y Ricardo Ruipérez, sin menospreciar las evidentes ganas de música en directo -un poderoso símbolo de libertad, como señaló en la previa Tarque a LA VERDAD- tras el confinamiento de un público que aplaudió hasta la narración de las medidas de seguridad previas al concierto.

El resto, esta vez sí, fue lo mejor que cabía esperar de un directo de M Clan en acústico. Con un repertorio amable, en el que no faltó prácticamente ninguno de sus temas más conocidos, y una dinámica bien trabajada, con el cantante estrenándose como guitarrista puntual y dando buena cuenta tanto de cajón como de armónica, la banda murciana venció y convenció. Tarque es un fenómeno de la naturaleza, un frontman que se maneja en escena como pez en el agua, pero por encima de todo es un sensacional cantante y Ruipérez es su 'sideman' idóneo, tanto en guitarra como en segundas voces.

El concierto dio comienzo con 'Filosofía barata' y a partir de ahí fue cayendo una tras otra: 'Souvenir', 'Para no ver el final', 'Llamando a la Tierra', una 'Mil vueltas' óptima para el acústico, la vertiente más rockera de 'Calle sin luz' y una 'Perdido en la ciudad' pasada por el filtro de Bo Diddley, 'Maggie, despierta' -con guiño final a Andrés Calamaro-, 'Miedo' -con ovacionada dedicatoria a los sanitarios-, 'Carolina', 'Quédate a dormir' -confirmada otra vez como una de sus más inspiradas composiciones- y así hasta la despedida final con 'Concierto salvaje'. No lo fue (salvaje) ni procedía, pero sí harto agradable. Y muy esperanzador de cara a próximos eventos.