Secciones
Servicios
Destacamos
Izaskun Errazti
Sábado, 12 de abril 2025
Irse de puente puede ser algo más que disfrutar de unos cuantos días de descanso fuera de las fechas habituales de vacaciones. Irse de puente es también la propuesta que el ingeniero de caminos madrileño Carlos Polimón Olabarrieta nos plantea en su libro 'De puente por España. Un paseo por 100 imprescindibles' (geoPlaneta).
Carlos Polimón Olabarrieta Geoplaneta, 2025. 18 x 24 cm. 240 páginas. Tapa flexible. 27,50€
Dice el experto que el parque español de este tipo de estructuras, compuesto por más de 60.000 ejemplos pertenecientes a cuatro grupos de propietarios distintos –Adif, el Gobierno, las autonomías y los municipios–, es algo que merece la pena conocer, que está bien cuidado. Y que un puente es mucho más que una obra de ingeniería: «es una expresión del genio humano que conecta paisajes, ciudades y épocas».
De eso, y de la eterna lucha entre el río y el puente va a este libro, que el autor distribuye en una decena de apartados: tipología, historia, viaductos, supervivientes, de récord, de ciudad, especiales por su forma, integrados en el paisaje, singulares y representantes de nuevos enfoques. Polimón se 'moja' en este reportaje y escoge una pieza de cada capítulo.
El puente atirantado que Javier Manterola construyó sobre el embalse de Barrios de Luna es la envidia «de todos los ingenieros que nos dedicamos a estructuras», admite Polimón.
«Es un puente estupendo, en un sitio maravilloso, en medio del embalse. Y está diseñado de una forma que casi no te enteras de que estás entrando en la pasarela, y, de repente, estás saliendo del agua con el coche». «Fue récord del mundo en su momento y volvió a situar a los ingenieros españoles entre los mejores del mundo».
Inaugurado en 1886, es un puente internacional, entre España y Portugal, que tiene tres tráficos: el ferroviario va sobre la celosía, el rodado por dentro, y el peatonal por fuera. Cada uno de los estribos del puente, que sirvió para revitalizar el comercio de la zona, era frontera.
Prototipo de puente románico de arco peatonal que una reina anónima de Navarra mandó construir sobre el río Arga en el siglo XI. «Es una obra muy simbólica porque está justo al comienzo del Camino de Santiago francés», explica Polimón.
Originalmente, tenía tres torres defensivas, una en cada extremo y otra central, y puntos donde se requería el pago de peajes. En el siglo XIX, durante las Guerras Carlistas, se derribaron las torres.
Sobre el barranco del Agua, de 150 metros de profundidad, se erige un arco de 255 metros de luz, «muy grande, moderno», sin apoyos intermedios, que data de 2004. «Es un lugar impresionante, repleto de plantas. Yo lo llamo paisaje sensorial, porque pasas sobre un montón de plantaciones de plátano, que son típicos, al lado del mar, justo a la salida de un parque natural. Hay mucha humedad. Sudas mucho visitándolo».
«España no es un país de grandes estructuras. pero sí de obras complejas e innovadoras», valora Polimón, que elige este transbordador. «Es una primera vez, y no es tan fácil tener un puente que sea tan claramente una primera vez de algo. Resuelve el cruce de salida de la ría de Bilbao de un modo estupendo, es bonito y me encanta cómo los cables que lo sujetan se cuelan entre las casas». Eso sí, «mejor en color negro».
Guardián del Ebro, el de Osera es un puente «muy especial, muy único. Es como si fuera un puente cajón, pero un cajón moderno, de hormigón, con muchos alveolos». «Yo no he visto ninguno más así», confiesa el ingeniero. «La imagen de este puente es muy distinta a todo lo que se conoce».
«Madrid encarga el puente a Juan de Herrera, que en ese momento está acabando monasterio de El Escorial. Y es una suerte, porque no es normal que el arquitecto del rey te haga un puente», destaca el experto.
«Es una pieza austera que cuando llega la República y empieza el apogeo del coche se queda estrecha. Así que la parten por la mitad y la amplían once metros a cada lado. Es una intervención agresiva que, sin embargo, no cambia la imagen en absoluto».
Nuevo puente del Diablo que está al lado del puente del Diablo de Martorell. «Un sitio estupendo con dos puentes muy buenos, uno al lado del otro», apunta Polimón. «Es la obra de un par de ingenieros que buscaban cierta 'esculturalidad', que las pilas del puente fueran esculturas. Son ecos del clasicismo, de la historia antigua, y le dan un barniz nuevo».
El de Frías, afirma el ingeniero, es un puente «magnífico, con la peculiaridad de que es uno de los pocos que aún mantiene torre medieval». Un aspecto que destaca porque con la llegada del automóvil los puentes empiezan a utilizarse para su paso «y las torres medievales se desmontan en casi todos para ganar anchura». En Frías se mantiene.
Construido en el siglo XIII para franquear el Pisuerga, el de Simancas es de esos puentes «a los que hay que tenerles cariño» porque se ha reconstruido muchas veces. «Es normal que antes o después el río tire alguna de las pilas», advierte el experto. «Simancas es la prueba de eso y muestra distintos parches de distintas épocas».
Polimón califica de «atrevida» la reconstrucción de Pont Trencat, una pieza que «llevaba rota mucho tiempo» y de la que no había ningún tipo de referencia histórica.
Por eso al encargado de restaurar el puente se le ocurrió meter «un arco muy moderno al lado de otro muy antiguo con el fin de destacar que son de épocas distintas».
Publicidad
Jon Garay e Isabel Toledo
J. Arrieta | J. Benítez | G. de las Heras | J. Fernández, Josemi Benítez, Gonzalo de las Heras y Julia Fernández
Josemi Benítez, Gonzalo de las Heras, Miguel Lorenci, Sara I. Belled y Julia Fernández
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.