Polvo de estrellas

'Wanting' es el primer solo de largo formato de Andrea, en el que se ha propuesto hablar de sexo. Sexo de recital de novela erótica, en el que comer nunca se refiere al digerir, o en el que las pulsaciones no son cardíacas. Pero de sexo que también es fachada, de barro y betún, tras la que ocultar la dependencia emocional, la vulnerabilidad o la soledad dentro de una relación afectiva. Hubo retazos de luz en la pieza, entre los que explora un cuerpo que no hace más que morir, pero que se cree inmortal a través del placer. Y a toda luz, le nace una sombra.

Si hay algo incalculablemente valioso en el teatro es la fuerza de evocación. Nunca hay un vacío que no signifique, un silencio que no hable. El patio de butacas siempre está pensando, enlazando, gestando. Sin embargo, de nada sirve recrearse extendidamente en un concepto y excederse en la maceración porque, entonces, se pierde la atención.

Andrea Carrión es indudablemente enérgica, entregada, y abiertamente física en su lenguaje. Su carrera acaba de empezar y en su navaja suiza hay muchas herramientas: teatro físico, clown, break dance, floorwork, acrobacias... Decía en su entrevista con Natalia Benito en este mismo diario, que 'Wanting' le ha ayudado a ser más inteligente en escena, y aprender a nivelar la intensidad en pos del ritmo escénico.

Es importante que un teatro arriesgue, sin duda, y apueste por los creadores emergentes como es Andrea Carrión, que suma el Premio Alfonso X de Mecenazgo a su currículum. Arriesgar forma parte del curso natural de un profesional, para aprender a caer y levantarse otra vez. Nadie llega a la meta con la medalla ya colgada.