Los bailarines Anette Delgado y Dani Hernández, durante la interpretación de 'Don Quijote'. Paco Bou
Crítica de danza

No milagro, sino industria

El Ballet Nacional de Cuba interpreta un excelente 'Don Quijote' en el Auditorio Víctor Villegas de Murcia

Lunes, 29 de abril 2024, 00:44

El pasado sábado fuimos testigos de un eclipse solar único. Vísperas del Día Internacional de la Danza, que hoy celebramos, y pasado el Día del Libro, el Ballet Nacional de Cuba deleitó al público del Auditorio y Centro de Congresos Víctor Villegas de Murcia con ... el programa de 'Don Quijote'. Un tándem de artes, literatura y danza que, pese a estar en alza desde el siglo XIX, aún hoy pasa desapercibido en los teatros de España.

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Fue también un cierre muy oportuno para el Ciclo de Danza del Auditorio, que sobre todo resarce del sabor de boca del 'Cascanueces' de enero. Una velada enmarcada por muchas conmemoraciones, aunque la más relevante, sin duda, fue la oportunidad de ver a Anette Delgado y Dani Hernández, primeros bailarines del BNC, en acción.

ASÍ FUE

  • Coreografía: Alicia Alonso, Marta García y María Elena Llorente sobre la original de Marius Petipa.

  • Elenco: Anette Delgado, Dani Hernández, Carlos Lino, Ernesto Díaz, Jorge Guerra y Estefanía Hernández.

  • Dirección: Viengsay Valdés.

  • Diseños: Salvador Fernández.

  • Vestuario: Roger Casteleiro y Dolores Cruz.

  • Luces: Raymond Muñiz.

  • Calificación: Notable.

Hernández nos conquistó con un Basilio que juega sencillamente a vivir, despreocupado pero de alegría contagiosa. Delgado interpretó a una Quiteria –o Kitri, para los amigos del ballet– coqueta e inocentona, que sabe que siempre se saldrá con la suya, pero con la firmeza de una primera bailarina que nunca titubea y baila generosamente para su público. Él es aire; ella es raíz. Y juntos se caracterizan por la complicidad y confianza de una pareja de baile de largo trayecto. Fueron, sin duda, el caballo vencedor de la noche.

Si bien es cierto que se intuye el empeño de la 'prima ballerina assoluta' Alicia Alonso, alma y núcleo del BNC, por 'españolizar' el clasicismo de 'Don Quijote', al incluir vueltas de pecho o pasos de vasco entre otro vocabulario propio del folklore español en la coreografía, se notaba que el énfasis actual es otro. Hubo un gran afán de exhibir el sello de la escuela cubana: largos equilibrios, muchos giros y grandes saltos. Fuegos artificiales que acompañan a la festividad y el humor de 'Don Quijote'. Destacó sobre todo el elenco masculino en el primer acto, con una coreografía vistosa, acrobática y explosiva –aunque no solo de grand-jettés deberían vivir los toreros–. La extensión de líneas de Estefanía Hernández contuvo la respiración de varios espectadores, aunque le faltara ese punto afilado y mordaz del personaje de Mercedes, que se mimetiza con los cuchillos que sortea en su solo. El verdadero trabajo de cuerpo de baile se vio en la escena del sueño, en el segundo acto, a pesar de que el vestuario no acompañe al ambiente feérico y fantástico de lo intangible y sobrehumano que las bailarinas corporeizan.

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A la salida, se podían escuchar comentarios de sorpresa ante la dificultad de lo que acababan de ver. En la novela de Cervantes, al renacer Basilio, exclama el pueblo: «¡Milagro, milagro!». A lo que Basilio respondía: «¡No milagro, milagro, sino industria, industria!».

Y es que eso es la danza. No milagro, sino industria de lo que los cuerpos proyectan sobre un lienzo en blanco, que no es más que el aire que desafían o el suelo al que se aferran. Industria de esconder una técnica para ensalzar un alma.

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